En el renglón de la política dedicado a tejer relaciones de poder, palabras y acciones suelen adaptarse a las circunstancias. Así, quienes ayer eran enemigos hoy son aliados. Ciertas convicciones irrenunciables en un tiempo, pueden mutar hacia configuraciones más ventajosas según la ocasión.
No se trata de mentir. Ocurre que los criterios de verdad que se aplican a la política son, antes que todo, maleables. San Martín, Belgrano, Moreno, jamás volvieron de sus dichos, de las ideas sostenidas a capa y espada. No había necedad en ellos, sino convencimiento sin fines subalternos.
Fueron héroes, patriotas inmensos, pero hoy serían pésimos políticos en materia de acopio de poder. De hecho, en su tiempo ya fueron objeto de bajezas. Es que la firmeza de espíritu no es fácil de aprobar, cuando desnuda las flaquezas que otros intentan ocultar.
El político calcula chances. Esto no quiere decir que abjure de ideales, aunque muchos den con ese penoso perfil. El secreto consiste en tratar de reunir del lado propio la mayoría de opciones ganadoras, para mantener o aumentar poder. Qué se hace luego con ese poder es otro asunto -donde intervienen categorías de lo moral-, que de momento no es motivo de análisis en esta columna.
Desde Maquiavelo a hoy -dicho sea de paso, el florentino debe ser el personaje histórico peor citado y más incomprendido-, no hay mucho por inventar.
Entonces, no debe llamar la atención que, de buenas a primeras, dos peronistas de nota y con chances de conducir el partido hayan guardado tales empeños en favor de la aparición de un político ignoto, que responde a otro sentado a más de un millar de kilómetros de estas tierras, aunque en una silla apetecible.
Panessi y Carro desistieron de sus iniciales ínfulas para encolumnarse detrás del proyecto "Sagaseta", que es el proyecto Parrilli. ¿Será también el proyecto Kirchner? Como fuere, en el medio le soltaron la mano a Kogan, con quien tenían buenas migas y antiguas y dignas causas comunes.
No es extraño. Nadie puede saber cuánto durará Parrilli al lado de Kirchner, pero mientras conserve el despacho de junto, es bueno tenerlo de aliado si uno es un intendente peronista. Sobre todo si, además, uno incrementa predicamento partidario. Reunir siempre las mejores chances... como se dijo.
Por todo lo expuesto, los cambios en política son corrientes, pero cuidado con comunicarlos mal. Para un político no hay peor cosa que parecer confundido. Un político puede estar equivocado, pero jamás puede parecer desconcertado ante el público. Debe demostrar convicción y liderazgo aunque vaya por camino incierto, pues ya habrá tiempo de rectificar rumbos si se sabe cómo.
Por eso preocupa lo que ocurre en el peronismo de San Martín de los Andes. Se dan virajes que no se terminan de comunicar con claridad. Para dar una idea de "fallidos", un parte del 21 pasado del FpV menciona a los intendentes "sureños" como pilares para conducir el PJ provincial, y olvida al menos una referencia a Sagaseta como cabeza de lista.
Asimismo y a pesar de las prédicas por la unidad, ya nadie se traga la píldora de los renunciamientos superadores. Al menos en la política de hoy, nadie deja algo por nada y la gente lo sabe.
Estos coletazos crean confusión. Hoy, el PJ local parece algo desorientado, no sabe del todo quién manda; no sabe si el gobierno municipal y el partido son la misma cosa o debieran diferenciarse por profilaxis; ve futuro frentista pero no vislumbra con quién... coquetea aquí con los mismos que no se soportan a nivel provincial.
En política, parecer confundido puede ser más costoso que estar errado.
FERNANDO BRAVO
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