Miércoles 20 de Septiembre de 2006 Edicion impresa pag. 02 y 03 > Nacionales
Hombre de "soberanía plena"
por CARLOS TORRENGO

Hombre de "soberanía plena" sobre sus víctimas. Así define Jean Paul Sartre al torturador (*).

Eso era Miguel Etchecolatz mientras fue dueño de vida y muerte: "soberanía plena" sobre seres a los que - siguiendo siempre a Sartre - se les hace sentir que "no son de su raza: los desnudan, los atan, los mofan". Restarle su humanidad.

"Soberanía plena" a quien le "gusta el trabajo bien hecho: si lo estiman necesario, llevarán la conciencia profesional hasta matar".

Ese tránsito de tortura a muerte jamás se configuró en Etchecolatz como un problema. Mientras tuvo poder, su medida fue la violencia. Usarla sin asco.

Un sistema donde la muerte de un detenido sólo merecía un acto más: tirarlo por ahí.

"Acá no sos nada... ni maestro, ni gremialista ni nada...¡sólo sos un comunista!", le gritaban los esbirros Etchecolatz a ese ser digno que fue Alfredo Bravo mientras le rociaban los pies con

alternancia de agua fría e hirviendo.

Hombre feroz Etchecolatz. Lo dice su historia, o la larga historia de su "soberanía".

No necesitó del golpe del `76 para convertirse en torturador. No requirió de la impunidad que define a ese proceso, para mostrar su conducta violenta. La aplicación de tortura le es consustancial desde mucho antes.

Un caso: en 1967, en pleno conflicto gremial en frigoríficos de Avellaneda, Miguel Etchecolatz persiguió, detuvo y picaneó a Jorge Gadano, hoy periodista de este diario.

En Miguel Etchecolatz no había "nada en lo personal", esa excusa conque el torturador procura explicarse ante su víctima.

Violó derechos humanos desde pulsiones muy íntimas. Desde odios muy intensos.

Ya en el banquillo de acusado, Adolf Eichmann tuvo un pestañeo de delicadeza. Mínimo pestañeo. Hablo de su culpa. Dijo que nacía de su obediencia y respeto a la disciplina. No enjuagó su responsabilidad. Pero al menos habló, desde algún punto, de culpa.

Nada de eso en Etchecolatz. Sólo dijo que a él lo juzgará Dios. Si Dios existe, vaya a saber cuál es el destino de Miguel Etchecolatz en ese eventual juicio.

 

 

(*) "Cuadernos de Situación V", Edt. Losada, Bs.As, 1968, pags 56 / 57.

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