Miércoles 20 de Septiembre de 2006 Edicion impresa pag. 27 > Internacionales
Viendo su propia caída desde Nueva York

El ahora ex primer ministro tailandés, Thaksin Shinawatra, al momento del golpe de Estado en su país, permanecía en un lujoso hotel de Nueva York y sólo podía ver su propia destitución por televisión.

Mientras los tanques golpistas atravesaban las oscuras calles de Bangkok, Thaksin se recluía con sus asesores en el lujoso hotel Hyatt, en pleno Manhattan.

Lejos de su país y con su destino político pendiendo de un hilo, Thaksin lanzó una acción desesperada, pero, cuando el golpe alcanzaba su clímax, sus asesores en Nueva York admitieron estar perdiendo contacto con Bangkok. En un giro irónico, el hombre que hizo una fortuna de miles de millones de dólares con negocios en telecomunicaciones no podía comunicarse con su país, luego que tropas rebeldes tomaran las líneas de comunicación del gobierno.

Al inicio del golpe, mientras las tropas se acercaban a su oficina en Bangkok, Thaksin aparecía en las cadenas de televisión tailandesas desde su hotel, destituyendo al jefe del ejército y declarando el estado de emergencia. Los asesores del primer ministro, en tanto, se apresuraban para reescribir su discurso para la Asamblea general de la ONU, pero finalmente su alocución fue cancelada.

Thaksin ha dirigido Tailandia desde 2001 como un patrón con mano férrea, pero su estilo generó divisiones entre la población. Desde hace unas semanas, sus adversarios, muchos de ellos miembros de las élites capitalinas, llevaban a cabo una campaña para destronarlo del poder.

Enérgico, ambicioso y con gran autoestima, este tailandés de 57 años, de origen chino, es la encarnación del 'sueño norteamericano'. Antes de convertirse en el hombre más rico de Tailandia, y más tarde en un primer ministro que se sucede a sí mismo, Thaksin trabajó, entre otras cosas, de policía y poco a poco subió peldaños.

Con un doctorado en derecho penal de una universidad estadounidense en el bolsillo, a los 30 años empezó a sentirse oprimido en una policía "demasiado burocrática" y se lanzó a los negocios, donde sufrió en varias ocasiones estrepitosos fracasos. Luego, la vida le orientó hacia el éxito. Utilizando franquicias gubernamentales y una red de amigos adinerados e influyentes de las dinastías sino-tailandesas, construyó en varios años un imperio de teléfonos móviles y vía satélite, con su grupo Shinawatra.

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