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Domingo 10 de Septiembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 34 > Policiales y Judiciales
LA SEMANA EN SAN MARTIN DE LOS ANDES: Perdigones

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El sol arrancaba raras sombras a las últimas horas de la tarde, sobre el lago Lolog. De espaldas al horizonte pintado de naranjas y rojos, un joven caía en fatal maroma, con una caña de pescar en mano y una perdigonada en el corazón.

Pero la absurda muerte de Cristian González era previsible. Podría considerarse llamativo, incluso, que no haya ocurrido antes...

Si algún familiar lee estas líneas o el propio juez lo hace, acabará por pensar que este periodista debería ser citado para dar explicaciones. Pero no se trata de "esa" previsibilidad...

Cristian González, 31 años, padre de familia, vecino, buen laburante, pescador, podría haberse llamado "Mengano" y aun así su muerte hubiera sido anticipable, anunciada; decretada hace décadas en el mismo caldo de cultivo...

Cristian se encontraba, junto con otros dos amigos, pescando en un sector del río Quilquihue próximo a la boca, que se abre desde el Lolog. Sonaron disparos al aire.

Cristian y sus amigos retomaron el camino sobre el puente del Quilquihue, del lado de San Martín de los Andes, y se encontraron allí con el guarda ambiental Horacio Calderón, contratado como inspector por el municipio de Junín de los Andes, que tiene su jurisdicción sobre la costa norte del río y del lago. Se hallaban a las puertas de un complejo de cabañas, santuario de pescadores.

Después, el doble estampido, los pájaros que vuelan en batida, la confusión y la vida escurrida entre los dedos.

Para la Justicia es vital dilucidar la secuencia en la que se produjeron los hechos; si hubo una pelea previa o si no la hubo; si a una acción siguió una reacción o si hubo una premeditada respuesta; si el arma homicida es del único detenido o le fue facilitada con alguna finalidad en ese u otro momento; si el victimario actuó por mano propia o a instancias de un tercero; si siendo un supuesto agente municipal sin potestades para aplicar la ley de fauna ni portar armas, trabajaba en realidad para la seguridad privada de un tercero, etc. Pero a los fines de esta columna, se trata de datos irrelevantes.

Cristian González había comenzado a morir hace años, tal vez incluso antes de su nacimiento, cuando las costas de ríos, arroyos, lagunas y lagos regionales empezaron a ganar una impronta de western spaghetti.

Vaya uno a saber por qué, en esta zona del mapa que domina toda la región sur del Neuquén hay gentes que gustan de llevar armas a la cintura, como quien pasea el perro en domingo. Lo interesante del caso es que tanto en la justicia como en la policía hay, a lo largo de años, decenas de denuncias de episodios intimidatorios con uso de armas, provenientes de supuestos dueños o encargados de tierras con arroyos atractivos para pescar. Y se sabe, hay cientos de otros hechos que no han llegado a convertirse en denuncia, por temor.

Por cierto, también hay hacendados o encargados que se desviven por cuidar con diligencia el patrimonio que otros descuidan... Vienen con las cañas a pescar lo que no deberían y donde no se les permite. Los furtivos, bah. Esos también empezaron a matar a Cristian González, hace años.

Hay episodios, de uno u otro tipo, en las costas del Quilquihue, del Aluminé, del Chimehuín... Los hay con pescadores o con cazadores, con dueños de campos pisoteados por los desaprensivos de siempre; o con personas dueñas del legítimo derecho a andar libremente por las riberas, sin alambradas que les martiricen las carnes ni cowboys de pacotilla que les encañonen el alma.

La única forma de parar el descontrol es con más control. Y el único que debe ejercer el control es aquel que tiene la legal y legítima facultad de hacerlo.

Ya va siendo hora...

 

FERNANDO BRAVO

rionegro@smandes.com.ar

 
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Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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