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Domingo 10 de Septiembre de 2006
 
Edicion impresa pag. 50 > Cultura y Espectaculos
Un mundo silencioso
El desandar de un hombre cuya profesión lo obliga a relegar su propia existencia, contada soberbiamente y con economía de recursos por Rodrigo Moreno.
Una labor consagratoria de Julio Chávez en la piel de un hombre que aguarda el momento para liberarse.
Una labor consagratoria de Julio Chávez en la piel de un hombre que aguarda el momento para liberarse.
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Algo está por estallar. No sabemos bien qué ni cuándo pero tenemos la certeza de que existe una tensa calma que, tarde o temprano, desembocará en tragedia. Y lo que nos confirma nuestras sospechas (como espectadores) no son las palabras sino, todo lo contrario, los silencios. Aquellos que se suceden casi ritualmente en el rostro de Rubén, cuya labor es tan rutinaria que traspasa los límites de su propia existencia. El es el custodio del ministro de Planeamiento de la Nación y, como tal, debe seguirlo y transformarse en su sombra. Su función lo obliga a acompañarlo a los medios televisivos, a un fin de semana con amigos y familia en la casa del country, a esperarlo mientras visita a su amante, a no separarse nunca de su lado. Lo cual, gradualmente, lo va convirtiendo en un ente carente de sensaciones que observa, que aguarda, que apenas musita una palabra, pero que espera.

La vida privada de Rubén es un espacio en el que apenas se permite expresar alguna sensación: su pasión por el dibujo, el afecto que lo une a su hermana internada en un psiquiátrico y a su sobrina que canta temas de Cacho Castaña y el poder de una soledad inconmensurable. Esa sensación que se acentúa cada día cuando enfrenta humillaciones típicas de su trabajo y no deja de observar el mundo del poder, tan ajeno al suyo y tan diferente a su apaciguada pero latente sensibilidad. Algo va a estallar y, aunque quiera, no podrá evitarlo.

El filme de Rodrigo Moreno es como un espejo de la realidad de su personaje principal. Con más silencios que palabras, la cámara del director persigue a Rubén constantemente pero le quita el peso del protagonismo que el mismo custodio desearía y lo ubica recortado en la imagen, alejándose, como uno más en el contexto, evitando los primeros planos. Este recurso transmite de forma certera la humanidad del guardaespaldas y su forma de pararse ante la vida: siempre buscando que no lo vean, la cámara incluida. Para esto es fundamental el aporte de Bárbara Alvarez como directora de fotografía, el sonido recreado por Catriel Vildosola y también la labor del responsable del arte, Gonzalo Delgado Galiana. Todo transita un gris casi bucólico como aquello que vive en la cabeza del protagonista.

Sólo el mar, ese universo infinito de agua al que nunca ingresó, a pesar de acompañar al Ministro a convenciones a Mar del Plata, es el único atisbo de deseo que se percibe en Rubén. Y quizás funcione como detonante para despertarlo de su apocada existencia.

Sin sobresaltos mayores y carente de golpes de efecto, "El custodio", puede emparentarse en su propuesta estilística con variados ejemplos de lo que ha sido denominado "nuevo cine argentino", cuyas aristas más reconocidas fueron las producciones de Lucrecia Martel y Pablo Trapero, entre otros. El realizador exhibe una madurez visual poco común y traslada al espectador al espacio del mismo protagonista con tanta minuciosidad que los deseos de uno se confunden con los del otro.

Al mismo tiempo traza una pequeña radiografía de las relaciones entre diferentes clases sociales, entre el poder y aquellos que lo padecen, con la carga de corrupción a la que, como argentinos, estamos tan acostumbrados. Dos mundos que conviven interactuando siempre en el límite mismo del enfrentamiento.

Cada una de esas sensaciones emanan crudamente del rostro de Julio Chávez, quien apenas emite algunas palabras durante todo el filme pero sus ojos, el movimiento de su cuerpo y cada uno de sus gestos dibujan con exactitud la batalla interna de su personaje. A su lado se mueve un elenco variado y ajustado en el que se destaca Luciana Lifschitz como la sobrina de improbables dotes artísticas, actriz que ya había sorprendido en "El juego de la silla".

La publicidad de la cinta estaba apoyada en la presión que implica reemplazar la propia existencia por la de otro. Como Rubén vive la vida del ministro, los espectadores desandamos la del custodio y cuando ni uno ni otros podamos continuar con el juego, explotar será una bienvenida liberación, sin importar las consecuencias. (A.L.)

 
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Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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