NEUQUEN (AN).- Un par ante sendas empresas. Nace como compañía teatral con el nombre de "La PatAAgónica" y estrena un unipersonal.

"Digo" involucra a Ileana Brotsky desde la actuación, alimentándose de la dramaturgia de Gabriela Díaz, que asume la dirección de esta pieza.

"Digo" -dicen ellas- es una visión disparatada y original sobre el arquetipo de lo femenino, contada desde un lenguaje que alterna humor y drama. Sube a escena hoy, a las 20, en La Curtiembre, Juan B. Justo 648.

Gabriela Díaz como dramaturga, pudo involucrarse con su género, pero a la vez evitar quedarse embretada en un discurso subjetivo.

-¿Cómo se enciende en tu dramaturgia este tema "mujer" y cómo en ese bosque de aspectos rescatables para el análisis, hallás las agujas que te interesaban de ese pajar?

-En realidad no es el tema en sí lo que encendió la escritura, sino mi propia experiencia como mujer la que enciende la propuesta dramatúrgica que hago.

La obra habla más de la fragilidad humana que de cuestiones de género.

La particularidad es que ese mensaje está pensado, escrito y comunicado por este par de mujeres - Ileana y yo - que conformamos La PatAAgónica. "Digo" así se llama este hijo primogénito, es la expresión de nuestro propio exorcismo. Me gusta exponerlo de esa manera.

Cuando empecé a escribir no me propuse abordar ninguna temática en particular. Lo hice desde mis propias urgencias con un lenguaje que elegí hace tiempo como modo de expresión y creación -el del teatro- pero fundamentalmente jugué, me divertí, hice lío... esa fue la clave.

Al borde de un ataque de...

"Digo" tiene a Ileana Brotsky la actriz y a la vez una mujer, en su intento por encontrar la palabra que la nombre. Buscará despojarse de mandatos y miedos heredados, debatiéndose en la imprecisión de los límites entre lo que es y lo que cree o desea ser.

En nuestro mundo cotidiano existen estereotipos, uno el de la mujer al borde de un ataque de... lo que fuere.

En este caso Ileana y Gabriela congeniaron para intentar superar estereotipos, ataque de, corsés.

- Ustedes dicen que la protagonista se "debate en la imprecisión de los límites entre lo que es y lo que cree o desea ser". El dilema ¿se exacerba en la mujer? ¿Qué desnudan o visten aquí?

-GD: Creo que todos, en mayor o menor medida vivimos encorsetados en deberes y mandatos heredados y construidos culturalmente y eso nos deja poco margen para reconocernos desde un lugar más legítimo, más singular, más íntimo.

Estamos "hechos" antes de hacernos y eso le imprime un sentido a nuestra existencia que no siempre tiene que ver con lo que deseamos, con lo que nos produce gozo.

La cosa es enfrentarnos a esa conciencia y animarnos a romper la horma, sobre todo si aprieta y produce dolor.

En ese caso  y en el contexto de nuestra cultura - a las mujeres se nos pone más difícil porque fuimos educadas para pedir permiso, para obedecer, para complacer, conceder, resignar y callar (y eso que muchas hablamos como cotorras).

El tema es el lugar y el poder que se le asigna y que nosotras mismas le conferimos a nuestra voz. Ahí está la clave.

A los tipos se les complica pero desde otros aspectos. La cosa es que, finalmente, todos vivimos la misma tragedia más allá del género y cada uno alcanza la felicidad como puede, en el mejor de los casos.