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Miércoles 06 de Septiembre de 2006
 
> Sociedad
¿Cómo superar 3096 días de secuestro?
Los especialistas creen al principio tendrá una sensación de omnipotencia "he vencido, me he escapado". Más tarde el entusiasmo iría desvaneciendo para dar lugar a la depresión, falta de iniciativa, insomnio y envejecimiento precoz entre otros. 

El periódico español en su versión digital El mundo.es anunció que pese a la euforia de la liberación los especialistas creen que Natascha Kampusch se desmoronará y señalan, entre otros efectos pesadillas, insomnio, irritabilidad, tristeza, depresión y envejecimiento prematuro

"Papa, te quiero". Fueron las primeras palabras que Natascha Kampusch, la adolescente austriaca regresada esta semana al mundo real tras ocho años de secuestro, dedicó a los suyos en el reencuentro. Dijo eso y luego preguntó por un antiguo juguete, un avión que adoraba y que no ha vuelto a ver desde que el 2 de marzo de 1998 el trastornado Wolfgang Prikopil, especialista en electrónica, la empujó al interior de su furgoneta blanca y la encerró en un zulo cavado en el sótano del garaje de su casa, en la aldea de Strasshof, 25 kilómetros al noroeste de Viena.

Que Natascha sea capaz de mostrar espontáneamente afecto por su padre y recuerde el objeto que la entretenía en la infancia puede parecer anecdótico pero en su caso no lo es. «Es una buena señal, significa que está rescatando las cosas del pasado», dice José Luis Pedreira Massa, presidente de la sección de Psiquiatría infantil de la Asociación Española de Pediatría. Un indicio de que el cordón umbilical que la unía a su familia no se ha roto del todo pese a los años robados. Quizás Natascha pueda volver a aterrizar en la vida de la que fue arrancada.

Su caso es tan extraordinario que a los especialistas les cuesta aventurar los daños que puede haber sufrido su mente. ¿Hasta qué punto la ha desquiciado el cautiverio? No hay precedente similar descrito en la literatura psiquiátrica mundial del que los terapeutas puedan echar mano para ayudarla. En el zulo de Prikopil entró una niña de 10 años y ha salido una mujer de 18.«Al principio tendrá una sensación de onmipotencia. "He vencido, me he escapado", pensará. Todo ello se mezclará con la desorientación, la aparición de nuevas expectativas y emociones...», explica Pedreira Massa.

Las imágenes del agujero en el que Natascha ha pasado más de ocho años muestran un asfixiante cubículo de seis metros cuadrados muy desordenados. No hay ventanas. El carcelero Prikopil accedía a él a través de una trampilla de 50 centímetros abierta en el techo. Si se ausentaba, colocaba sobre ella una pesada caja fuerte para asegurarse que su presa no escapaba. Pero últimamente había relajado la vigilancia. Desde la pasada primavera permitía que Natascha viera la luz de vez en cuando y hasta la llevó al supermercado.El miércoles, la joven pasaba la aspiradora al brillante BMV del raptor cuando sonó el teléfono. Él acudió a responder y ella franqueó la puerta abierta del garaje para pedir auxilio a una vecina.

No es sólo que Natascha tenga que enfrentarse ahora al vértigo del espacio abierto, superar las secuelas del interminable encierro, asumir que su raptor la obligara a dirigirse a él como «amo y señor», digerir los presumibles abusos sexuales y reintegrarse en una familia desecha. La han privado del trozo más importante de su vida, determinante, por ejemplo, en la formación del carácter de una persona. «Se ha perdido la época en la que más se disfruta, se aprende, comienzan a surgir las aficiones, se comparten cosas con los amigos, despierta la sexualidad -¿quién le informó y formó sobre la menstruación?-, se reconocen las primeras emociones, se aprenden valores como la lealtad, la sinceridad, la valentía...», enumera Pedreira Massa la retahíla de experiencias perdidas.

El nombre de Natascha Kampusch ha quedado ya inscrito en la lista de secuestros sonados en la que también está Patricia Hearst.Hija del millonario editor estadounidense Randolph Hearst, fue secuestrada en 1974 por el llamado Ejército Simbionista de Liberación.Poco después, la cámara de un banco la grababa empuñando una ametralladora. Víctima del síndrome de Estocolmo, se había enamorado de uno de los captores y se había hecho guerrillera. Los especialistas que han podido ver a Natascha creen que también ha caído en las redes de este síndrome que se usa para definir la simpatía que la víctima de un secuestro desarrolla hacia su secuestrador.¿Tendrá que superar además la muerte de Wolfgang Prikopil, quién se suicidó poco después de su huida?

Lo poco que los padres de Natascha han dicho sobre el asunto es que la chica ha superado de manera sorprendente el calvario.Sus palabras, lejos de sorprender, siguen el guión de lo previsto por psicólogos y psiquiatras. Tras un secuestro, la víctima suele atravesar una etapa de euforia desmesurada y trata de recuperar todo lo que no pudo vivir durante ese tiempo. Pero lentamente, el entusiasmo se va desvaneciendo y aparecen las cefaleas frecuentes, pesadillas, depresión, falta de iniciativa, insomnio, inestabilidad emotiva, irritabilidad, tristezas y diversas somatizaciones como agotamiento general, enfermedades psicosomáticas y envejecimiento precoz. Es el cuadro clínico que el psicólogo colombiano Emilio Meluk detectó tras realizar un estudio de campo sobre 86 personas que habían sido secuestradas en Colombia. El mal se llama el síndrome del sobreviviente. Probablemente, a no muy largo plazo, Natascha se desmoronará.

Es aquí donde la familia jugará un papel importante. Natascha regresa a un hogar roto. Ludwig Koch y Brigitta Sirny se separaron poco antes del secuestro y la desaparición de la hija no hizo sino alejarlos aún más. «Ellos han tenido su propio calvario», explica Carmen del Pozuelo, psicóloga de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, «tras el secuestro tuvieron que enfrentarse al sentimiento de culpabilidad, pensarían que no estuvieron suficientemente pendientes de la niña, e incluso es probable que descargaran la culpa uno sobre otro. Con el paso de los años, llegaría la incertidumbre del qué le habrá pasado y después la asunción de que a lo mejor estaba muerta».

HABLAR DEL TEMA

Son ellos y la hermanastra -nueva para Natascha- quienes deberán ayudarla a desdramatizar la tragedia. «No deben negarse a hablar del tema ni hacer como que no ha pasado, deben preguntarle y lograr que se enfrente a ello, pero intentando sacar lo positivo: que la vida sigue, que le quedan muchas cosas por hacer», dice la psicóloga.

A los terapeutas que se encarguen del caso de la familia Kampusch Pedreira Massa les recomienda pies de plomo.«Yo creo que no hay que enfrentarles a una batería de psicólogos sino dejar que sea la familia quien reclame su intervención a medida que surjan los problemas».

El libro Cicatrices del secuestro, que analiza los casos de los 1.934 niños colombianos raptados entre 1996 y 2003 dice que un día de secuestro basta para que un niño sufra secuelas, para que quede traumatizado de por vida. Natascha Kampusch ha vivido 3.096 días cautiva.

 
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