BUENOS AIRES (Télam).- La historia de Inés Suárez, una mujer que formó parte de las expediciones conquistadoras del siglo XVI, cautivó tanto a la escritora chilena Isabel Allende que decidió dedicarle una novela, "Inés del alma mía", que presentó en Buenos Aires y que plantea -como otras de sus obras- una reivindicación del rol de la mujer en distintos procesos históricos y sociales de Latinoamérica.
Con 35 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y traducidos a 30 idiomas, la autora de títulos como "La casa de los espíritus" y "De amor y de sombra" consolida con su nuevo trabajo una estética que la aleja cada vez más de su vinculación inicial con el realismo mágico para depositarla en una geografía demarcada por los documentos y los archivos historiográficos.
"Cuando era periodista o era más joven no miraba tanto para atrás. Pero ahora me interesa la historia porque me ayuda a entender lo que pasa hoy, que tendemos a desesperarnos y hay como una concientización colectiva del pesimismo -señaló Allende a Télam-. Yo he vivido lo suficiente para ver los cambios: he pasado por muchas crisis y ha habido muchas veces en que he creído que el mundo estaba tan mal que iba explotar".
"Hoy estamos viviendo un momento crítico, pero yo ya he pasado por esto y por eso sé que no es definitivo. La historia me sirve para acordarme de cómo eran las cosas antes, para advertir que las cosas eran tan malas como ahora", indicó.
El interés de Allende por los libros históricos no queda acotado a su condición de herramienta para calibrar el presente: "Me gusta también la historia porque me ofrece una escenografía extraordinaria para mi literatura -aseguró-. Me permite colocar personajes en una escenografía que ya está hecha, en un tiempo y en un espacio que existe, y en el cual lo único que tengo que inventar son las relaciones personales entre los personajes".
La protagonista de "Inés del alma mía", recién editado por el sello Sudamericana, es una joven y humilde costurera española que se embarca hacia el Nuevo Mundo para buscar a su marido -extraviado con sus sueños de gloria al otro lado del Atlántico-, pero también porque desea vivir una vida de aventuras, vetada a las mujeres en la cerrada sociedad del siglo XVI.
En América, la joven no encuentra a su marido, pero si un amor apasionado: Pedro De Valdivia, maestre de campo de Francisco Pizarro, junto a quien se enfrenta a los riesgos y a las incertidumbres de la conquista y la fundación del reino de Chile.
Sin embargo, las aspiraciones políticas de Pedro potenciarán la ruptura entre ambos y ella correrá a los brazos de Rodrigo de Quiroga -hombre de confianza de Valdivia- con quien además de reconstruir la ciudad se embarca en una relación que se extiende por treinta años.
"Empecé este libro hace cuatro años pero me interesé por el tema mucho antes, cuando me tocó estudiar un poco la historia de Chile para diferentes novelas históricas que he escrito, como 'Hija de la fortuna', o memorias como 'Mi país inventado'", aseguró Allende.
"Revisando los libros me di cuenta de que Inés era un personaje extraordinario que figura solamente entre líneas en algunos libros de historia, no en todos... Fue una mujer tan aguerrida y fundamental para la historia chilena como cualquiera de los otros conquistadores", ilustró.
"Inés tenía el don de encontrar agua y gracias a eso salvó al ejército en el desierto de Atacama varias veces. Después, durante
la fundación de Santiago, fue ella la que salvó la ciudad tras decapitar a siete caciques que tenían como rehénes la ciudad. Murió a los 73 años, de los cuales vivió más de 40 en Chile, y llegó a ser la terrateniente más rica del país", enumeró Allende con entusiasmo.
Casi involuntariamente, a la escritora se le filtra un aire reivindicativo cuando se trata de fundamentar la elección de una heroína: "Me pareció importante rescatar esa voz femenina, en el marco de una historia escrita siempre por hombres, y no por cualquier hombre, sino por los machos triunfadores, por los blancos", alegó.
"Inés no se diferencia mucho de las otras protagonistas de mis novelas, y creo que eso es porque naturalmente me inclino hacia las mujeres que desafían las convenciones de su tiempo. En ese entonces, las mujeres no tenían voz. Recién las actuales generaciones empieza a tenerla, mientras que yo pertenezco a la generación de transición que conquistó esa voz", apuntó.
La ficción, que suele leerse como una fuerza de oposición a la verdad, funciona como una instancia complementaria en la narrativa de Allende: a la escritora le gustar retomar aspectos marginales de la historia no para deformarlos sino para iluminar aquello que ha sido relegado por la investigación canónica.
"A menudo la ficción va más a fondo que la historia o que un ensayo, porque le da voz a los que no tienen voz y habla de lo cotidiano. Al mismo tiempo, para que una novela tenga éxito, no puede ser una acumulación de mentiras. Siempre hay un fundamento que es real", analizó.
"Yo puedo escribir sobre una mujer que va caminando en Etiopía durante la época de hambruna con un bebé que se le está muriendo en los brazos y va caminando hacia una carpa de la Cruz Roja en busca de ayuda. Invento de esta manera el personaje, el bebé y la trayectoria, pero está el fundamento real de que eso ha existido y existe", ejemplificó.
"¿Por qué uno no se conecta con las telenovelas? Porque están escindidas de la realidad. Hay que aclarar que el género ahora ha cambiado mucho, pero cuando yo veía telenovelas en los años 70 y 80, todos los personajes tenían pestañas postizas, no trabajaban y andaban por la vida vestidos de cóctel".
"En una novela seria, en cambio, subyace siempre una conexión con la realidad y la búsqueda de una verdad más profunda que lo que se ve", explicó Allende.
JULIETA GROSSO
Télam