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Jueves 31 de Agosto de 2006
 
Edicion impresa pag. 26 y 27 >
El helicóptero

Hay actualmente dos tipos completamente diferentes de artefactos voladores, los aviones y los helicópteros; los primeros se caracterizan por su rapidez y los segundos por su maniobrabilidad. Los helicópteros fueron los últimos en alcanzar la madurez, debido a la complejidad de su funcionamiento. En 1907 debutó el primer helicóptero, construido por el francés Paul Cornu, que alcanzó una altura de 2 metros, pero era casi ingobernable. En 1910 el ruso Igor Ivanovich Sikorsky inició en su país la tarea de más de 30 años, que culminó en EE. UU., de construcción de artefactos de este tipo. Los gobiernos de los países industrializados, conscientes de su gran potencial militar, apoyaron decididamente todos estos esfuerzos.

En 1921, el ministro de Guerra del presidente Hipólito Yrigoyen, Elpidio González, recibió el ofrecimiento de las patentes de invención de un helicóptero cuyo funcionamiento había sido públicamente demostrado en febrero de ese mismo año en Barcelona (España) en presencia de destacados observadores argentinos y extranjeros. Luego de un rápido trámite, y acompañando un breve informe técnico, el ministro rechazó el ofrecimiento por "carecer de interés". Poco después, el gobierno de Francia compró las mismas patentes por la entonces extraordinaria suma de 500.000 francos, lo que le facilitó al inventor todos los recursos materiales y el personal necesario para el perfeccionamiento de su invento. Las innovaciones tecnológicas que introducía el aparato como los rotores coaxiales contrarrotantes, el control cíclico de paso de las hélices y el paso colectivo hicieron posible el éxito de sus más acabados sucesores, los helicópteros de Sikorsky usados por los EE. UU. en la Campaña del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial.

Raúl, el inventor, había nacido en 1890 en una vieja casona de Adrogué (provincia de Buenos Aires), hijo del piamontés Marqués Gustavo Pateras de Pescara y la francesa Alicia Auzón, matrimonio que se había afincado en la Argentina un lustro atrás. A los 8 años de edad se instaló en casa de su abuelo materno en Francia, país donde hizo sus estudios primarios, secundarios y universitarios. A la temprana edad de 21 años, Raúl Pescara se graduó como ingeniero del Colegio Politécnico de la Universidad de París e inició su prolífica serie de mayoritariamente militares inventos. En 1912 diseñó un hidroavión lanzatorpedos, que construyó en el Arsenal de Venecia en colaboración con ingenieros italianos. En 1915 desposó a una princesa austríaca, pero debió huir a París cuando fue acusado de espionaje al declararse la guerra entre Italia y el Imperio Austro-Húngaro. En 1916 diseñó en Francia un bombardero capaz de volar a más de 200 km/hora de París a Berlín, acarreando media tonelada de explosivos. Encarcelado en París por las acusaciones italianas de espionaje, comenzó allí, en 1916, el diseño de su helicóptero, en cuyo perfeccionamiento trabajó hasta sus últimos días. En 1919 instaló en Barcelona una fábrica de motores aeronáuticos y desarrolló el Pescara I, modelo capaz de levantar casi una tonelada. En 1924, otro de sus modelos batió el record mundial de recorrido y tiempo de sustentación. Sus ideas abonaron el camino para otros desarrollos, como el autogiro del español Juan de la Cierva (1925), el helicóptero del alemán Focke (1937) y el VS-300 de Sikorsky (1939).

El continuo perfeccionamiento de su helicóptero no le impidió a Pescara hacer muchos otros inventos, como el "émbolo libre" del automóvil "Pájaro de Fuego" de la General Motors. En 1925, asociado con la conocida empresa automovilística, comenzó la fabricación en serie de helicópteros Fiat-Pescara. Falleció en París en 1966, sin haber dejado nunca de visitar periódicamente su país, donde vivían sus familiares y del que estaba orgulloso de ser nativo, como reiteradamente manifestaba en sus entrevistas públicas. Aparentemente no hay en toda Argentina, donde cualquier deportista o artista destacado recibe grandes homenajes oficiales, ni siquiera una callejuela suburbana que evoque permanentemente su memoria.

Raúl Pescara hizo su formación tecnológica en Francia y desarrolló sus actividades en ese país, Italia y España, por lo que no se puede considerar a sus inventos como argentinos, aunque podrían haberlo sido. Lo que su historia ilustra es uno de los grandes obstáculos al desarrollo tecnológico argentino: la generalizada ignorancia de los funcionarios, que no son seleccionados por sus jefes por sus saberes sino por razones de parentesco, amistad o lealtad (que a veces se confunde con complicidad). Lo más probable es que los funcionarios que recibieron el ofrecimiento de Pescara ni siquiera consultaran a los expertos aeronáuticos, ya que seguramente alguno de ellos como el contemporáneo coronel ingeniero Enrique Mosconi, entonces pionero de la aviación militar y luego creador de YPF hubiera valorado grandemente el ofrecimiento de sus patentes. La comprensión de la propia ignorancia, como en el "yo sólo sé que nada sé" del gran filósofo griego Sócrates, y la consecuente valoración de los saberes ajenos son algunas de las más genuinas y poco generalizadas (al menos en nuestro país) evidencias de inteligencia.

 

CARLOS EDUARDO SOLIVEREZ (Doctor en Física y diplomado en Ciencias Sociales - Bariloche).

Especial para "Río Negro"

 
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