Por FERNADO BRAVO
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En ocasiones, se necesita de un acierto para dejar en evidencia una cadena de errores. El ministro de Educación, Mario Morán, dio en el blanco con su visita a San Martín de los Andes, pero no convendría suponer que con eso alcanza.
Acicateado por una nota de los concejales, perceptivos ellos a las demandas de la comunidad educativa, el ministro atendió a lo largo de dos días a directores de escuelas y colegios.
Para casi todos tuvo respuestas, detalladas en cuartillas con las obras que de aquí a marzo se harán en cada uno de los establecimiento educativos, que venían penando por problemas de infraestructura y mantenimiento.
Pero salvo en algún que otro caso puntual, buena parte de los pedidos podría resumirse en cuestiones elementales: partidas exiguas para insumos, otro tanto para productos de limpieza, teléfonos bloqueados, cercos perimetrales ausentes, aulas escasas o pequeñas, calefacciones desquiciadas...
Otros reclamos suponen mayor complejidad y envergadura, como los aportes para la ampliación de un gimnasio o las tribulaciones de la única escuela técnica, ya convertida en "lata de sardinas" por desborde de matrícula y actividad.
Ahora bien, varios de los planteos llevan años de gestiones y de promesas. Sin ir muy lejos, tanto el gimnasio de la 134 como la ampliación de la EPET fueron comprometidos por el propio ministro hace un año.
Pero Morán ha acertado. Su presencia expeditiva en la ciudad y con el pleno del gabinete ministerial, creó un adecuado golpe de efecto: "aquí estamos, listos y prestos para resolver".
Conviene recordar que la provincia del Neuquén es, en términos relativos, rica en la Argentina pauperizada. Tiene un Presupuesto que orilla los 2.700 millones de pesos y apenas si alcanza el medio millón de habitantes.
Parece increíble que se necesite la presencia de un ministro para decidir, por caso, aumentar una partida de gastos de 250 a 400 pesos mensuales por escuela. Es notable que los concejales hayan tenido que llamar a un ministro, para que éste confirme que un colegio tendrá, por fin, su cerco perimetral.
Algunos creen ver la evidencia de un perverso abandono de la educación pública, pero cuando menos ese sería el resultado de una decisión planificada, aunque deleznable. Aquí parece haber otra cosa. Simple y llano anquilosamiento de una estructura piramidal, en la que el poder de decisión está, literalmente, lejos del problema.
Si se llega al extremo de que todo un ministerio se constituya en una ciudad para decidir (en sentido figurado) el arreglo de unos baños, es inevitable pensar que algo está mal: ha fallado el sistema de asignación de funciones, tanto como sus vasos comunicantes. Recuérdese que antes de concluir el ciclo lectivo, cada establecimiento informa de sus necesidades para el próximo año.
Hace tres años, desde esta misma columna, se advertía que el mantenimiento de escuelas y colegios así como las obras de menor cuantía, deberían escindirse de la trama ministerial, para concentrarse en las cooperadoras u organizaciones a fines, con personería. En acuerdo con la dirección, podrían trazar y ejecutar su propio plan de prioridades: la decisión junto al problema.
Las licitaciones de obras menores, por caso, podrían hacerse a través de los municipios. El ministerio se limitaría a asignar los recursos por escuela cada año, a entregarlos conforme se ejecuta el Presupuesto, y a auditar sus usos.
Es sólo una idea, opinable. Pero una cosa es segura: si falla el sistema, hay que corregirlo o cambiarlo. De lo contrario, puede que un ministro vuelva el año que viene...
