Lunes 21 de Agosto de 2006 Edicion impresa pag. 54 > Cultura y Espectaculos
Con fuerza y dulzura, Arbol mantiene el equilibrio
El grupo comenzó su gira patagónica en Viedma

Arbol pisa la Patagonia y arrancó la gira en Viedma el viernes pasado, con un concierto de gran entrega y contacto con la gente. Además de ver un estadio con la mitad de su capacidad ocupada, la primera impresión que se tuvo al entrar fue la cantidad de púberes y niños que había muchos acompañados por padres, hermanos o tíos. La gran difusión de los temas más pegadizos de "Guau!" acercó a la banda a estratos etáreos muy bajos para un grupo que tiene el hardcore como base de su mixtura musical.

Como el bajista Sebastián estrenó su faz paterna y decidió bajarse de la gira, el joven Diego Bergara lo reemplazó, y además de cumplir con las cuatro cuerdas, por porte de carilindo se llevó los suspiros de púberes y adolescentes.

La banda arrancó con "Chikanoréxika" y "La nena monstruo", y no paró de tirar un tema fuerte tras otro hasta el final, sin dejar un solo bache. Es impactante que una agrupación que editó un terceto de discos tenga tantos temas pesados que sin dudar levantan al público.

Entre las canciones ya conocidas -"Esperar", "Vomitando flores", "Cosacuosa", "Ya lo sabemos", "Prejuicios", "Soylazoila", "Canciones", "Comida chatarra"- hicieron dos temas que estarán en futuras producciones, muy en plan hardcore y que los chicos poguearon tanto como los más difundidos.

Luego de las explosiones esperadas con "Trenes, camiones y tractores" y "Pequeños sueños", el grupo cerró con "El fantasma" -que hizo rugir a la platea durante todo el tema-, seguido de la anunciatoria "Ya me voy".

Como bonus track hubo un combinado de reggaes y delirios varios sobre al base de "No woman no cry".

Como en cada presentación Arbol mostró una conexión muy fuerte con el público; los hace agachar, saltar, juntarse, separarse, hacer círculos, cantar, susurrar, a su antojo. Grandes equilibristas, allá arriba en la cuerda combinan el buen humor con el hardcore, la dulzura en las melodías con el grito de protesta.

Como detalle puntual, una vez más el sonido en el gimnasio Cayetano Arias fue lamentable; aunque sea redituable en términos económicos, ese lugar no es ni medianamente adecuado para un concierto de música. Cuando los decibeles empiezan a subir todo lo que hacen los músicos se convierte en una bola de sonido indescifrable. Los sonidistas pasan, el público sigue sin escuchar.

 

IGNACIO ARTOLA

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