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Domingo 20 de Agosto de 2006
 
Edicion impresa pag. 36 > Sociedad
HISTORIAS PATAGÓNICAS: Costumbres y turismo del Bariloche de los años 30
En las notas y avisos del periódico "La Voz Andina", se puede rescatar la vida cotidiana de vecinos y turistas que gozaban de la encantadora aldea junto al Nahuel Huapi de setenta años atrás.
El hotel Suizo fue una de las primeras sedes de los sábados danzantes de Bariloche.
El hotel Suizo fue una de las primeras sedes de los sábados danzantes de Bariloche.
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La muerte por accidente en Buenos Aires del joven periodista barilochense José Mayer (h) en la tercera semana de noviembre de 1939, conmovió a la juventud del Nahuel Huapi. Sus amistades más cercanas y quienes admiraron la creación y pujanza que Mayer le imprimió al periódico La Voz Andina (LVA)desde su fundación hasta que buscó otros horizontes en la capital argentina, lo lloraron amargamente.

Un año antes, apenas, lo habían agasajado con honores cuando dejó la dirección del periódico. Un "vermouth" y discursos de reconocimiento a ese fundador del primer periódico importante de Bariloche, se le brindaron el domingo 16 de octubre en el Bar Internacional, salón de té y Munich que era constante avisador del periódico.

Las notas y avisos de LVA de casi siete décadas atrás, ayudan a recomponer buena parte de la vida urbana y hasta rural de un Bariloche deslumbrante que recibía el primer gran impulso como cabecera del flamante Parque Nacional Nahuel Huapi.

El importante movimiento turístico de entonces surcaba los circuitos todavía estrechos y sin pavimento en los automóviles de las empresas de Juan Frattini o de Reynaldo B. Knapp. Las excursiones lacustres del Nahuel Huapi estaban monopolizados por su embarcación emblemática la Modesta Victoria-, que a partir de agosto de 1938 tuvo un servicio de buffet a cargo del gastrónomo Sam Fuller, llegado especialmente de Buenos Aires para ese cometido.

En el reducido radio urbano que desde el Centro Cívico se extendía unas pocas cuadras hacia la estación del ferrocarril, varios restaurantes y confiterías atendían la demanda turística en crecimiento y la vida social del vecindario.

También se vigorizó entonces la idea de fomentar el turismo estudiantil y la elección de una "Miss Bariloche". Crecieron las reuniones danzantes de fines de semana para residentes y turistas que en parte respondían a la moda ya impuesta: lugar prioritario para las parejas que proyectaban su luna de miel. También jerarquizaron el lugar algunas familias de la alta sociedad porteña en busca de veraneos bucólicos, pioneras en el tímido turismo de invierno para esquiar en las nieves en el Cerro Otto y en Catedral. En el primero de los cerros reinaba la escuela de esquí de Otto Mailing, y en Catedral, con la bendición de Parques Nacionales y de su pope Exequiel Bustillo, la del afamado esquiador Hans Nöbl, que asentó su base de operaciones en el Hotel Parque de Eduardo May, el hospedaje ribereño que promocionaba su costa lacustre y su cancha de tenis.

En cuanto a los paseos regionales, Knapp en poco tiempo más ofertó excursiones combinadas de automóvil y lanchas por los lagos Gutiérrez y Mascardi. Cuando estuvo al frente del Hotel Mascardi, Knapp inauguró la excursión lacustre que acercaba por el lago a los ventisqueros del Tronador (Frattini poco después vendió su flota rodante a la empresa C.I.T.A., la primera en hacer viajes de línea a Llao-Llao y por el Circuito Chico.

 

Sábados a toda orquesta

 

El Bar Internacional, donde despidieron a Mayer antes de marcharse a Buenos Aires, no solo se hizo famoso por su "dancing reunión" en sus "locales con calefacción" que promocionaba para todos los sábados a las 4 de la tarde, sino como proveedor para fiestas hogareñas. Allí se conseguían "bolas Berliner", masas, tortas y sandwiches, pero también 20 clases de fiambres, surtido de quesos, manteca con y sin sal, huevos frescos y productos Nestlé (leche condensada o en polvo).

Competía con la confitería y pastelería de Carlos Tribelhorn con sede en una famosa esquina de la calle Mitre y representante exclusivo del café y té D'Huicque, además de ofertar sus afamados canapés y tarteletas. Allí se servía un contundente té con masas y, si se reservaba a su teléfono N° 64, los contertulios previsores se beneficiaban cada sábado con conciertos de cítara.

Ante esa propuesta, muy pronto el Internacional dejó de anunciar sus bailes en inglés, agregó música en vivo y sus reuniones de los sábados pasaron a llamarse "concierto  dansant". La demanda para reuniones bailables o simplemente musicales y sabatinas, constituían un mercado en expansión. A tal punto que Domingo de Barba impuso el concierto de los sábados tarde y noche- en su restaurante Venecia, que también daba pensión a turistas.

Para los danzarines impenitentes, el fin de semana se completaba con el "té danzante" dominical del Hotel Suizo, el preferido para tertulias y fiestas del Club Andino (el hotel era propiedad del socio del club, Federico Röethlisberger, también presidente del Club Suizo; estaba sobre la calle Mitre frente al garage de automóviles Hudson para excursiones de la empresa Knapp).

A tal punto crecieron las reuniones danzantes y la demanda de orquestas, que el viernes 3 de setiembre de 1938 el Tiro Federal barilochense hizo su primer baile. Fue todo un acontecimiento que inundó de algarabía los salones del Hotel Suizo porque ese día debutó allí una nueva orquesta que acababa de formarse con músicos provenientes del vecindario y de la guarnición militar local. Presidía por entonces el club de tiro, el farmacéutico y ponderado pintor paisajista- Federico Molinelli. Este sería reemplazado un año después por el dueño del Hotel Suizo.

 

Antes del chocolate

 

Se vivía el momento de transición entre el viejo y el moderno Bariloche. Esa convivencia definía un perfil atractivo de aldea alpina, epicentro de la actividad rural y ciudad por nacer, todo junto. Por algo un estacionamiento ofertado para "autos, camiones y caballos" robustecía el aviso de El Tronador, el restaurante y alojamiento de José Biancucci, donde a las espaldas de lugar donde surgía el Centro Cívico, en pocos años más comenzaría a fabricarse el pionero chocolate barilochense.

Al teléfono 53 de La Voz Andina se acudía para brindar cualquier información que enriqueciera la página de "notas sociales" pero también para los pocos avisos clasificados. En algunos casos la publicación ejercía la de intermediaria de la transacción, como sucedió con el alquiler para hotel o pensión de una esquina de la calle principal de San Martín de los Andes, con "10 piezas" pero tan solo un "cuarto de baño instalado con agua caliente". Contaba, claro, con "galería cubierta, garage, piezas de servicio, watercloses, gallineros, conejeras, árboles frutales, despensa y gran cocina económica".

Quizás Bariloche ya contaba con aborrecibles usureros ya que, la edición del jueves 23 de junio de 1938, un "profesional de fama"-que seguramente no quería caer en sus garras- buscaba anónimamente un préstamo de mil pesos para un negocio ventajoso para las partes. Los interesados podían consultar en la sastrería de Juan Silchinger, un suizo que había sido cortador de la casa Rammer de Zürich, especialista en trajes sport y que se vanagloriaba de trabajar "únicamente con los casimires ingleses Burberrys".

Cinco días antes de la aparición de este aviso el domingo 19 de junio- cuando estaba por despuntar la séptima temporada de esquí después de la fundación del Club Andino Bariloche "fue inaugurado en el Cerro Otto, en el lugar denominado Piedras Blancas, un Alpen Hotel que estará a disposición de los señores excursionistas", constituyendo "un estímulo para las personas que nunca hayan escalado alturas".

Un poco más arriba de Piedras Blancas estaba el refugio Bergfried'n de Otto Mailing, el bávaro profesor de esquí y director de su escuela Tronador, que vivía junto a aquel divisadero que abarcaba el pueblo, el lago y medio parque nacional a sus pies. También fabricaba esquís Y como desde allí era difícil "pescar" turistas invernales que quisieran aventurarse ladera abajo sobre un par de tablas, Mailing tenía un representante en el pueblo. Se llamaba Heriberto Cohrs y atendía en la casa de fotografía de Godofredo Kaltschmidt. Allí también se vendían esquís, bastones y mochilas y el aviso en LVA se apoyaba en una foto nevada del refugio. Casi todos los avisos no proporcionaban domicilio alguno, salvo excepciones, y que tampoco se hacía con nombre de calle y numeración. Para el aviso del representante de Mailing y de Kaltschmidt se indicaba así: "Quiosco entre frutería Alpina y el salón de Té de la Casa Internacional", es decir la Munich donde habían despedido a Mayer.

Otra indicación domiciliaria por el estilo la hacía un gran aviso de pie de página de la tienda Flor del Día (comercio perdurable por décadas), dando sus posiciones: "al lado del hotel Petiti y sucursal frente al Hotel Suizo". El hotel de Félix Petiti era el San Carlos; lo atendía personalmente, y su "cocina de primer orden" merecía reservar mesa al teléfono N° 54.

(Continuará)

FRANCISCO N. JUAREZ

fnjuarez@sion.com

 
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