Para ser claros, Boca ganó porque supo golpear en el momento justo, porque hizo un buen primer tiempo y porque en el complemento soportó estoico, sin el "Negro" Ibarra y Sebastián Battaglia, las arremetidas de un Independiente confundido pero dispuesto a ir por el empate.

El gol de Matías Silvestre (36 del primer tiempo) terminó coronando un trabajo que habla más de jerarquía que de otra cosa. El equipo de Alfio Basile no tuvo su mejor tarde, pero le bastó con saber cómo ganar un clásico.

Lo cierto es que el local justificó su triunfo en la primera mitad, en la que fue claramente superior. En esos 45 iniciales debió irse al menos con un tanto más a los vestuarios, pero desaprovechó varias situaciones de peligro. Hubo dos razones para que eso no ocurra: el gran trabajo de Oscar Ustari y la mala puntería de los jugadores xeneizes.

Independiente fue un fantasma sin rumbo, sobre todo porque el "Rolfi" Montenegro apenas fue una sombra de las fechas anteriores, y porque en la mitad de la cancha se hizo casi todo mal. Al menos tres situaciones claras tuvo Boca antes del gol de Silvestre, que metió un buen cabezazo aprovechando que Martín Palermo acarreó a varios defensores.

Pudo costarle caro al puntero la falta de efectividad. Porque en la segunda parte los de Alfio Basile perdieron la pelota (decayó Gago) y el "Rojo" comenzó a crecer, sobre todo a partir del ingreso del movedizo y hábil Rodrigo Díaz.

Fue el enganche quien se hizo cargo de los ataques, y la visita comenzó a inquietar. Un cabezazo de Germán Denis, que se fue apenas por arriba del travesaño, y un zurdazo de Daniel Montenegro, que salió besando el palo derecho del arco local, pudieron darle la igualdad a un 'rojo' que lejos estuvo de las producciones anteriores.

Y en el final Boca tuvo tres claras para aumentar (fue increíble la que perdió Neri Cardozo solo ante Ustari), que terminaron de justificar una victoria que permite allanar un poco más el camino rumbo al "Tri".

Independiente deberá mejorar si continúa con la idea de ir por el campeonato. No puede darse el lujo de jugar sólo un tiempo bien. Burruchaga lo sabe, sus dirigidos también.