Sábado 19 de Agosto de 2006 Edicion impresa pag. 76 > Cultura y Espectaculos
Música de un tiempo sin tiempo
Varios son los instrumentos que interpreta Carlos Aguirre, pero el piano es en el que encuentra una mayor intimidad. Complicidad y sensaciones que hoy los roquenses podrán apreciar en el concierto que dará, desde las 22, en la Sala II de Casa de la Cultura. Antes de su arribo a Roca

Carlos Aguirre es de Seguí, Entre Ríos. Lo suyo es folclore fluyendo libre, influido por sonidos del litoral, e incorporando el concepto jazzístico de la improvisación. El paisaje del río y sus constantes cambios transitan por sus canciones, como las emociones. Melodías exquisitas, sutiles, cálidas, llenas de poesía y sentimientos.

Compositor, cantante, pianista -estudió formalmente con Graciela Reca en Paraná-, percusionista, acordeonista, guitarrista, ha tocado con Jorge Cumbo, Lucho González, Juan Falú, Luis Salinas, Aníbal Sampayo, el cubano Chucho Valdez, Silvia Iriondo, por citar sólo algunos de sus compinches musicales. Hoy estará en el Ciclo de Conciertos 2006 de Casa de la Cultura de Roca, auspiciado por Editorial Río Negro, a las 22.

"Todos los instrumentos que toco me atraen sobremanera. Sólo que con el piano he tenido la suerte de conseguir mayor intimidad. Lo estudié por años e incluso a través de distintos repertorios, académicos, incluso... He transitado en géneros como el jazz y los ritmos afro-cubanos. Pero, en realidad, me encanta sentirme inmerso dentro de la música y no tener el universo ceñido a un solo instrumento".

- En tus discos aparece la cadencia, el sonido directo o sugerido, imitado, del río y su fluir...

- Es una presencia vital para mí y los que vivimos a su vera, en una ciudad con río, como Paraná" (donde se produjo en encuentro con "Río Negro"). No te digo todos los días, pero voy varias veces a la semana a contemplarlo. Es una especie de descanso, de cable a tierra. Y de encuentro con un montón de cosas que soy, que están reflejadas en sus aguas, como el transcurrir y el movimiento que todos los paisajes tienen. El paisaje interior de uno, también va moviéndose de alguna manera. No es una foto, y para que exista como tal, tiene el movimiento como elemento fundamental.

- Tu música posee, por momentos, el sosiego de los remansos y la turbulencia de una creciente...

- Seguro, bueno. Y, de mi infancia, otro elemento, lo rural. El campo con los animales, esos paisajes de mucha soledad. Me encantaba quedarme solo allí. Un amigo, un señor bastante grande ya -yo era muy pequeño, tenía seis, siete años- me invitaba a hacer trabajos en un campo del que era propietario. Me iba con él, pasaba un día entero y me encantaba cuando me encargaba alguna actividad que podía hacer solo. Me iba lejos a un arreo de vacas, por ejemplo, y en esos momentos sentía una gran plenitud, esa serenidad de poder mirar lejos... Que después hallé cuando conocí la obra de Atahualpa Yupanqui; "El Arriero" es una sensación que yo ya conocía. Me identifico plenamente con esa manera de describir el paisaje.

- Y de entender la vida...

- Porque cada ámbito también templa de un modo diferente. Te vas haciendo. Es como un músculo, que se transforma en base de la actividad que desarrollamos. Bueno, siento que el paisaje propone un modo de vivir. Y la contemplación, para mí, tiene mucho que ver con el campo y con el río. Contemplar, digo, como un hecho de mucha profundidad, de trabajo, de introspección, pero en actividad. Esos ámbitos me proponen una especie de efervescencia interna. No es una mirada... ¿Cómo te diría?

- ¿Superficial?

- Sí, exacto, claro. Sería una contemplación que provoca movimiento, que transforma, que atraviesa; de la cual no salís incólume. Después ya no soy el mismo y luego escribo a través de esa experiencia que vivo.

- ¿Cómo te resulta llevarla al terreno musical?

- Es un ejercicio, como tantos. El oficio de compositor se tiene que alimentar a diario. Te sentís compositor a partir de ejercer como tal. Y obviamente hay días en los que estoy más conectado que otros; hay canciones que demandan un tiempo sin tiempo, que puede ser años. Se emboza una primera idea, luego se encuentra la manera de decirla. Eso puede ser un proceso largo y trato de no violentarlo, de disfrutarlo. Lo hago desde el placer, también. A veces disfruto tanto o más del momento de gestación de una canción, que de salir a tocarla. Son instantes llenos de emoción porque en un punto es como descubrirte a vos mismo. Estás hurgando en tu mundo.

EDUARDO ROUILLET

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