Tres jóvenes pescadores mexicanos estuvieron nueve meses a la deriva en el océano Pacífico, sobreviviendo a base de agua de lluvia y gaviotas o peces crudos, hasta que fueron rescatados la semana pasada por un barco atunero taiwanés, a 8.000 kilómetros de México.
Los temerarios pescadores de tiburón, que en principio eran cinco, salieron de Nayarit, noroeste de México, en octubre de 2005, en una barca de tres metros de ancho por nueve de largo que naufragó poco después, cuando se rompieron los motores y la gasolina se acabó, dejándolos a la voluntad de los fuertes vientos del Pacífico y de una corriente marina que desemboca en las costas de Australia. Durante ese tiempo, la conversación entre ellos fue el único recurso para mitigar el cansancio, las llagas causadas por la permanente exposición al sol y la impotencia de ver pasar en más de una ocasión su salvación a pocos kilómetros de distancia.
"Nos alegrábamos cuando mirábamos el barco, le hacíamos señas y cuando mirábamos que no nos hacían caso, que se iban, pues sí nos poníamos tristes, algunas veces llorábamos, algunas veces... después se nos olvidaba, se nos pasaba y ya nos poníamos a platicar para que se nos pasara el tiempo", relató a Televisa Jesús Eduardo Vidal. Vidal (originario de Chiapas, sureste), Salvador Ordóñez Vázquez (Oaxaca, sureste) y Lucio Rendón Becerra (Nayarit) sobrevivieron todo ese tiempo tomando agua de la lluvia y comiendo patos, gaviotas o peces crudos, que pescaban con improvisados anzuelos hechos con cables de los motores y alambre.
Pero otros dos pescadores no lograron sobrevivir. Ellos "no podían pasar los alimentos crudos" y, entonces, "los días pasaban y ellos no probaban alimentos", relató ayer Ordóñez a una radio colombiana. "Juan un día comenzó a vomitar sangre y con el tiempo quedó en coma. A las 2 de la tarde del 20 de enero, murió. Lo velamos tres días y (su cuerpo) se hinchó... como teníamos la Biblia le rezamos y lo pusimos sobre el mar y la corriente y el aire nos alejó de él, así fue como quedó el señor Juan", dijo.
Luego que el barco sufrió una avería en los motores y se agotó la gasolina, los pescadores quedaron a merced de la corriente, que los hizo recorrer más de 8.000 kms a la deriva.
"Una vez duramos 15 días sin comer nada, a los 15 días nos comimos un pato", narró Vidal. Acostumbrados a todo tipo de temporales y accidentes técnicos, los pescadores no se dieron cuenta de la dimensión de su tragedia hasta que comenzaron a ver que las islas Marías, ubicadas frente a Nayarit, se perdían en el horizonte. "Día a día veíamos que las islas (Marías) se nos alejaban más y ese era el momento de angustia, no tener combustible para poder moverse a la isla", prosiguió. A partir de ese momento, sólo contaban con una brújula, un reloj y su intuición. "Sabíamos que a ese lado, del oeste, había un continente, porque veíamos pasar aviones, del suroeste iban al noreste y nos marcábamos con la brújula" y para calcular el tiempo se valían de un reloj con el que podían marcar con "rayitas o una X" los días, añadió.
Mientras tanto, en México sus familiares, después de meses de búsqueda, ya habían asumido que "el mar se los había tragado". "Los padres de los muchachos los estuvieron buscando, fueron hasta Acapulco y Mazatlán (...) pero nada, y pues ya los hacíamos muertos", dijo al diario Excélsior Hortensia Bojorges, familiar de Lucio Rendón. (AP)