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Miércoles 09 de Agosto de 2006
 
Edicion impresa pag. 63 > Deportes
Doping y millones, el lado cada vez más oscuro del deporte
Juventus, de campeón al descenso por sobornos.
Juventus, de campeón al descenso por sobornos.
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La credibilidad fue siempre una de los principales pilares del deporte. Sus campeones eran amados por su autenticidad. No había trampas en sus victorias, cuya legitimidad estaba a la vista pública y era amparada por reglamentos que, se decía, eran iguales para todos.

Se trata de una visión simplista, casi de familia Ingalls, con historias de campeones puros que la revista El Gráfico solía describir como buenos vecinos, hijos ejemplares, fieles esposos y mejores padres. Pero ese mundo no siempre fue real.

Un simple repaso por la historia del deporte permite advertir que también antes hubo trampas, doping, campeones truchos y partidos arreglados. Lo que cambió es el escenario.

¿Cuándo antes se hubiera animado el fútbol italiano a despojar de sus dos últimos títulos y a enviar a la Serie B a la poderosa Juventus? ¿Y cuándo el atletismo a condenar sin más a su hombre más veloz, Justin Gatlin? ¿Y cuándo el Tour de Francia a anunciar que el nuevo campeón, Floyd Landis, dio doping horas después de terminada la competencia? ¿Cuándo y cómo cambió un escenario que pone hoy en duda cualquier triunfo, en el deporte y en el país que sea, con un escándalo seguido de otro?

El deporte, vaya novedad, creció con los dineros y la tevé. Pero no fue un crecimiento gratis. A cambio, debió aceptar que los tiburones decidieran que el deporte debía pasar a formar parte del mundo del espectáculo. Los aficionados de los estadios dejaron de ser los más importantes. La prioridad pasó a ser de los teleaficionados. Y los campeones dejaron de ser aquellos buenos vecinos. Su nuevo hogar fue la tele, internet y las conferencias montadas por los patrocinadores.

Los actores, además, dejaron de ser dirigentes paternales o empresas de familia. Los nuevos patrones pasaron a ser conglomerados bancarios, grupos de inversión, medios de comunicación, capitales globalizados con sede en paraísos fiscales...

Lo que cambió entonces, de modo inevitable, fueron también los reglamentos. Los anteriores no eran seguramente reglamentos justos y respetados. Eran tal vez los reglamentos de la "omertá", que decían que todos eran parte de una misma familia y que nadie denunciaría nada, porque los trapos sucios se lavarían siempre dentro de la cancha.

Pero esa regla dejó de valer para los nuevos patrones de inversiones multimillonarias, dispuestos a espiar y a denunciar a su rival del modo que fuere, y sin más leyes de "omertá", yendo a la prensa o hasta a la justicia ordinaria si ello se hace necesario. Los reglamentos del deporte, pues, pasaron a ser los reglamentos del espectáculo. Aquellos que dicen que todo es espectáculo, desde un espantoso partido cero a cero hasta una denuncia de doping.

Así, exigirle al deporte moderno que se mantenga limpio y puro suena hoy casi ridículo. Tanto como pedirle que esa limpieza es necesaria porque el deporte es un modelo para los niños. ¿Acaso no tenemos hoy otro ejemplo para ofrecerle a los niños? ¿Acaso no podemos explicarle a esos niños que el deporte de alto rendimiento es así porque también el mundo es así? Es cierto. Suele decirse que se precisa siempre de algunas mentiras para no tener que soportar tanta verdad y así dejar que la vida siga adelante. Y el deporte, pese a todo, y más allá de sus campeones realmente legítimos, sigue ofreciendo tal vez las mejores de esas mentiras.

EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES

 
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Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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