Seductora, es la noche. Al amparo de sus contornos, todos hemos robado un beso. Sus sombras invitan a componer un cierto deshinibido talante. Y cuando uno es muy joven, la noche inicia con la ansiedad de un viaje de destinos marcados al azar. Claro que, en ocasiones, la aventura sólo nos deja una fiera resaca.
Algunos de los más desafortunados pagan el desenfreno vomitando en las calles. Como lo hacen no pocos jóvenes sanmartinenses, al alba de un sábado o domingo.
Por lo general, carecen del romanticismo del poeta: "empapados en alcohol y magreando a una muchacha". Apenas si aciertan el taxi o el estribo del bus.
Un bolichero tenaz, que abre a diario su café a las siete de la mañana, suele encontrarse con los desvaídos. Y pasa de largo de su propio local. Da vueltas y disimula. Prefiere no abrir, hasta que los demandantes se cansan y se van, sin volver el estómago entre sus mesas.
En estos días, en varios cafés de la ciudad, han dejado unas tarjetitas de promoción que invitan a una "fiesta" en un boliche bailable local. También las han repartido en las esquinas. A un lado de la palabra "fiesta" está la foto de una tapita de la más conocida cerveza argentina. Entonces, es dable suponer una velada danzante, acompañada de ese popular y rubio (o negro) elixir.
Lo curioso es que, junto a la marca cervecera, hay otras de bebidas alcohólicas de gran renombre; otra de esos cigarrillos que nos recuerdan a los vaqueros de Montana; otra de champagne y, finalmente, otra de una bebida energizante.
Alcohol, cigarrillos y vigor, hacen su llamado impreso a pasar la noche, aunque no necesariamente en ese orden. Una línea diminuta dice: "Invitación sin cargo. Consumición obligatoria (¿por qué debería ser obligatoria?) hasta la 01".
La tarjeta no advierte que aquí está prohibido el ingreso a menores en un lugar donde se expende alcohol o que está prohibido expender alcohol habiendo menores en el sitio; ni trae leyenda que indique que el alcohol puede ser perjudicial para la salud si se bebe en exceso. Y, de suyo, publicita bebidas alcohólicas y tabaco sin excluir explícitamente a los menores del convite. Luego, se sabe, es corriente que los menores asistan a esas noctámbulas vivencias.
Algún lector pensará que hay algo de victoriano en estas prevenciones pero, en verdad, son las obligaciones que surgen de la ordenanza 3.837/00 del Honorable Concejo Deliberante de San Martín de los Andes, publicada en el número 139 del Boletín Oficial del municipio, el 21 de noviembre de 2000. ¡Y qué multas..!
Como se advirtió al comienzo de estas líneas... todos hemos robado un beso al amparo de la luna. Muchos hemos ingresado a un boliche siendo aún menores, y no pocos hemos libado de una copa prohibida. De modo que no se pretende censurar a los menores en esta columna sino, en todo caso, a los adultos.
Tampoco es intención pontificar sobre ciertas costumbres (se dice que mezclar alcohol y energizantes, por caso, puede se complicado), que merecen, quizá, un momento de introspección.
Pero esa "tarjetita" es una parábola de la Argentina. De ese país que, a fuerza de costumbre, acabó por trivializar el cumplimiento y ejercicio de la ley. País de transgresores vocacionales y autoridades tuertas, que han convertido en una parodia de poder el llamado "poder de policía...".
De ese país que no se indigna ante un vehículo estacionado frente a una rampa para personas de movilidad reducida, como tolera la colonización política de la justicia.
Alegoría de ese país, hecho de tarjetitas...
FERNANDO BRAVO
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