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Miércoles 19 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 68 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: Cuando la naturaleza hable

por CLAUDIO ANDRADE

Antes de que los seres humanos hayamos terminado de vaciar este mundo, la naturaleza dirá la última palabra. Mal que nos pese, nos brindará su particular punto de vista y nos veremos obligados a escuchar. Será en la forma de un tsunami, de una plaga bíblica, de un terremoto grado 10, de una tempestad que lo arrasará todo o de un virus exterminador para el que los científicos no encontrarán cura. No lo sé. Pero su furia y su enojo contra lo que hemos venido haciéndole en la superficie de la piel y en sus entrañas no quedará impune. No creo en Dios pero si en el karma. Y la rueda de las compensaciones gira frente a nuestros ojos. La haces, la pagas. Hay una especie de conciencia universal conectada a la conciencia de los hombres y por ese puente viajan los premios y los castigos.

Debido a un execrable complejo de inferioridad, a los seres humanos nos gusta pasar de lo importante y ocuparnos de lo banal. Por eso estamos dejando atrás la posibilidades del planeta en el que vivimos para centrar la mirada en Marte. Ni siquiera la Luna nos parece suficiente. Le hemos robado territorio al mar y enormes espacios a la selva amazónica, consumimos las riquezas marítimas de las costas con la avaricia de un rey hambriento y acabamos con los bosques con la negligencia de quien lanza una cerilla a un montón de paja seca. Contaminamos hasta el último de los ríos. Cubrimos el cielo a base de espanto. Llegará la hora en que las guerras diriman la propiedad del hielo eterno, el último reservorio de agua potable. Ya no será cuestión de quién administre el petróleo puesto que, como recurso, será factible reemplazarlo. Pero, sin agua... ¿qué demonios vamos a hacer sin agua?

Uno nunca sabe, tal vez tengamos suerte y la madre tierra se apiade de nuestro tormento. Abrirá un abismo en medio del Atlántico y, sin demora, nos perfilaremos hacia el olvido. Camino del infinito desaparecemos como lo hicieron la Atlántida, Sodoma y Gomorra y los dinosaurios.

Curiosamente no serán nuestros supuestos pecados morales los que ocasionarán la derrota de la civilización sino la indiferencia que caracteriza al ciudadano del mundo. A la naturaleza no le importa la orientación sexual de sus hijos, ni sus analgésicos en forma de drogas con los cuales intentan atravesar el camino de la duda, le tiene sin cuidado el color de los habitantes y su religiosidad.

Si un día nos alecciona será porque hemos envenenado el hábitat que solía ser un paraíso. Será por ese estúpido papel de caramelo que tiramos en la calle, por el pañal que arrojamos por la ventanilla del auto, por el excremento que va de nuestro baño a los ríos en los que después tratamos de bañarnos. Será por las toneladas de basura que nos negamos a reciclar para no bajar el promedio de crecimiento anual, por las explosiones nucleares "controladas" y por la ira con que vivimos cada día en lugar de buscar amor.

Será, sobre todo, por la indolencia transformada en virtud.

 

CLAUDIO ANDRADE

 
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Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
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