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Lunes 17 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 25 > Policiales y Judiciales
Aún no se sabe dónde mataron a Yurquina
Los investigadores saben que el cuerpo del puestero Carlos Yurquina fue quemado en una hoguera cerca de su precaria vivienda. Sin embargo, creen que cuando lo incineraron, ya estaba muerto. Tratan de determinar si el crimen fue dentro de la precaria tapera, al otro lado de un camino, o cerca de donde finalmente carbonizaron el cuerpo, en un campo cerca de Viedma.
El puestero vivía en una precaria casa que no alcanzaba a frenar las inclemencias de tiempo.
El puestero vivía en una precaria casa que no alcanzaba a frenar las inclemencias de tiempo.
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VIEDMA (AV)- "Dios es el padre". Es la leyenda que con más claridad se observa escrita en uno de los postes del techo que sostienen las agujereadas chapas que el viento hace sonar como si quedara alguna duda que están flojas aunque no tan rotas como las que cumplen la función de pared.

En uno de los laterales, un hueco permite mirar el interior y en el otro una rotura mayor abre el panorama hacia el corral que está pegado al desvencijado catre, cuyo elástico fue reemplazado por listones de cantoneras. Sobre ellos una goma espuma de escaso espesor y totalmente arruinada. Es el único mueble de la pequeña y nauseabunda habitación sin puerta que apenas se sostiene en pie.

Un tambor de chapa con avena y paquetes de fideos, es otro de los elementos que se observa al margen de unas bolsas de supermercado con cebollas y botellas de jugo que cuelgan del techo apuntalado desde el exterior y del que penden cueros de ovejas.

Allí y en esas condiciones vivía Carlos Yurquina, el puestero que fue asesinado y calcinado a principios de junio en un campo fiscal a la altura del kilómetro 1.015 de lar ruta nacional Nº 3 y a unos 60 kilómetros de Viedma en dirección a San Antonio Oeste.

Diarios, revistas, dos libros pequeños titulados "El rumbo de los jinetes" y "Peligroso para las damas", jeringas, vainas de proyectiles, bolsas, papeles y desperdicios sembrados por el reducido espacio, ofrecen una imagen de total abandono de su persona en la que vivía el puestero.

Una mirada generalizada del lugar distingue perfectamente que el corral de la ovejas tiene mayor protección y cuidado que esa pequeña habitación con los restos de lo que fue una cocina en su exterior. Una pava teñida por el fuego con un alambre por manija y una cacerola en las mismas condiciones quedan también como testigos de una vida por demás austera y tal vez sumida en la mística, teniendo en cuenta la leyenda en uno de las vigas de madera del techo y la Biblia que fue secuestrada del lugar tras la desaparición de Yurquina. Esa mística religiosa que habría manifestado en sus diálogos el puestero, le habría generado el apodo de "brujo".

A varios metros de la vivienda y el corral, en dirección a la ruta todavía permanece la gran huella donde ya no quedan dudas fue calcinado el cuerpo del desafortunado hombre. Desde el camino y hasta el lugar fue arrastrado varios metros entre arbustos bajos y llenos de gruesas espinas. En medio de esa circunferencia la tierra está negra y en los costados resaltan pequeños trocitos blancos de restos óseos. Aparentemente en esos sectores los peritos habrían sarandeado las cenizas para dar con más pruebas que certifiquen que lo que se quemó en el lugar son restos humanos. Con ese procedimiento se logró rescatar parte de la malla de un reloj, un diente, dos proyectiles a medio fundir y algunos restos óseos que permitirían prácticas científicas como el ADN para determinar si pertenecen o no a Yurquina. En tanto, los restos de sangre levantado en las inmediaciones pertenecen a un ser humano, según el resultado de las pericias.

El cuerpo habría sido arrastrado hasta el lugar donde se encendió la hoguera sobre alguna frazada del mismo Yurquina, pero lo que no se ha podido determinar es si fue ultimado a un costado del camino que conduce a la vivienda, a pocos metros donde fue calcinado, o en su casa. A la vera del camino y donde se observa la huella del arrastre, se encontraron también varias vainas de arma de fuego y sangre.

Tampoco se descarta que Yurquina haya intentado evitar el robo de sus ovejas, teniendo en cuenta que en forma permanente se trasladaba con un rifle al hombro.

 
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