Los tres mejores goles del Mundial fueron argentinos. Y en un torneo tan poco generoso con el buen juego, no es un premio consuelo, ni mucho menos un dato menor.
Se sabe, un gol es mucho más que la acción individual de un definidor. Para que ese pase a la red se produzca es necesario un trabajo en equipo, con y sin pelota. Y si ese trabajo colectivo incluye gambetas, paredes, toques y devoluciones, entonces el gol resume una idea futbolística. De eso se trató el segundo gol argentino a Serbia y Montenegro. De eso se trató la propuesta argentina durante el Mundial.
En cada movimiento dentro de los tres mejores goles de la Copa se encuentra la respuesta a la idea futbolística argentina durante el Mundial. En el golazo de Cambiasso a Serbia y Montenegro se plasmó uno de sus más fuertes conceptos, el de
tener la pelota en los propios pies y tener la paciencia para tocar y esperar el momento justo para la arremetida en busca del gol.
También en el pie izquierdo de Maxi ante México y en la guapeza de Tevez ante los serbiomontenegrinos se resumió la propuesta argentina. Porque la sorpresa a partir de un gesto individual cuando todos esperan otra cosa, también fue parte del libreto argentino, ahora y siempre.
Pero a la propuesta le faltó eficacia en los momentos que más la necesitó el equipo de Pekerman. Argentina fue generosa en su propuesta, pero ineficaz en su ejecución.
Entonces Italia nos dio una lección: en un Mundial se puede ser algo (o mucho) menos generoso, pero no se puede no ser eficaz.
Esta selección fue eficaz muy de a ratos. Lástima. Con algo más de audacia la lección pudo ser argentina: que belleza y eficacia sí pueden jugar juntas. Pero para eso también hay que tener determinación.
JUAN MOCCIARO
jmocciaro@rionegro.com.ar