Las camionetas siguen adelante por las huellas casi intransitables de la meseta de Somuncura. Llevamos ya dos días por esa zona árida, fría. Inhóspita. Pasamos por el puesto de Germán Quiñelaf y luego seguimos hacia lo de Aragolaza. Al llegar nos sorprende la presencia de un toro en pleno camino. Es el primer vacuno que vemos y al ingresar al casco descubrimos un corral con más de cien bovinos en su interior. Hugo Soto, uno de los responsables del lugar, nos cuenta que están empezando a explotar con más fuerza la carne de vaca. Pero así como para los franceses los guanacos son negocio, para Soto la presencia de estos animales es un problema.

Mientras todos se preparan para la pialada, Soto aprovecha la presencia de medios para hacer un reclamo. "Si quieren preservar el guanaco nosotros estamos dispuestos. Pero es necesario que nos compensen con fardos de pasto. Habría que acordar algo, porque sino no se puede explotar la ganadería. Cada vez hay más guanacos y si ustedes recorrieron habrán visto que el pasto de la meseta no alcanza. El guanaco compite con el resto de los animales por el alimento. Por eso proponemos una compensación del Estado, no en dinero, sino en fardos de pasto", sostiene el ganadero. "Tenemos el problema también de que en verano pasan turistas y dejan las tranqueras abiertas, se escapan los animales, provocan daños en el lugar y algunos cazan. Por ahora no queremos participar de la actividad turística hasta que no haya proyectos bien pensados", coinciden Soto y su mujer.

Tras despedirnos pasamos por hermosos lugares, que serán motivo de otra nota. Sitios que pueden explotarse turísticamente y que pueden generar un importante movimiento económico siempre que se tomen determinadas precauciones.

Guanacos, ovejas, vacas, minería y turismo . Lagunas, cerros y valles cercanos. Con caminos más transitables y cierto apoyo del Estado la meseta podría transformarse en un factor de crecimiento, siempre y cuando se prevean recaudos de sustentabilidad.

Por ahora, sólo hay buena voluntad de algunos inversores, nacionales o extranjeros, que siguen remando contra viento y marea con un derrotero incierto y un destino imprevisible.