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Martes 04 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 24 y 25 >
Sobresaltos en Italia

La presencia de diarios italianos en los quioscos argentinos, habitual desde hace tres años cuando dos de ellos comenzaron a asociar sus ediciones con las de matutinos locales, nos brinda rasgos de Italia que la inmigración mantenía vivas en otros tiempos: la pulsación psíquica, el espíritu vivaz, el genio civil, el idioma cordial. Ofrece también, para quienes profesionalmente la aprecian, una estimulante docencia periodística: en el diseño, la amplitud y agilidad de la información, el respeto por la inteligencia del lector, la coherencia doctrinaria, la calidad cultural, la amenidad de las crónicas. Esta prensa italiana nos facilita una provechosa sintonía mental con una sociedad parecida, pero más avanzada, un país que puede por ello servirnos de ejemplo no sólo para imitarle lo bueno, sino también para extraer lecciones sobre lo que manifiesta de malo.

 

Las malas

 

Varias veces nos hemos ocupado de nuestros primos peninsulares para resaltar sus méritos, pero ahora debemos hacerlo para dar cuenta de aspectos negativos de su vida pública que están trascendiendo. Es curioso que hechos como éstos no hayan llamado la inmediata atención de nuestros medios poco inclinados, es cierto, a informar sobre ese país sin embargo cercano en tantas cosas a nosotros siendo como son actualísimos y nada ordinarios, interesantes y significativos.

Los diarios nos vienen informando en los últimos meses y semanas sobre una serie de escándalos en sectores tan diversos como la política, las finanzas, los espectáculos y hasta el fútbol. El esclarecimiento de varios de ellos provino de interceptaciones telefónicas de mensajes privados.

Empecemos por los dos primeros. No tan lejos de aquellos gobiernos como el del socialista Bettino Craxi cuando surgieron revelaciones sobre el financiamiento de los partidos y la venalidad de muchos dirigentes con la consecuencia del proceso 'mani pulite', la posterior administración del magnate Silvio Berlusconi (reemplazada hace pocas semanas por la de una coalición de centro-izquierda que lo derrotó electoralmente de nuevo en el Referéndum para una reforma constitucional auspiciada por su alianza de centro-derecha) se caracterizó por el bajo nivel de su oratoria, el de la política exterior y un manejo discrecional del Estado en provecho de sus negocios. El descalabro actual del personaje se corresponde con la comprobación denunciada por el nuevo ministro de Economía al final de un balance estricto de las cuentas de su administración. "Italia, malato grave" (enfermo grave), advierte Padoa-Schioppa, y ello tiene que ver no sólo con las finanzas públicas deficitarias sino también con la herencia de mala imagen en la Comunidad Europea, la reputación que dejaron para el país negociados financieros como el multimillonario de la empresa Parmalat y el mal funcionamiento de un sistema bancario que en el período 2004 -2005 embrolló o estafó a miles de sus clientes.

El tercero un asunto de nerviosa actualidad que afecta lo interno pero también a algo tan sensible como la moral del equipo del país en el Mundial es el escándalo del fútbol, ilícitos en investigación que ya tienen nombres y apellidos. Las instituciones culpables o imputadas son los clubes más populares, Juventus, Milan, Fiorentina y Lazio. Entre los nombres de los responsables de un largo, oculto e inveterado sistema de fraudes deportivos a través de sobornos a dirigentes, jugadores y una docena y media de árbitros, está el de Luciano Moggi, director del primero de esos clubes, el Juventus una joya tradicional de la familia Agnelli, dueña de la empresa Fiat punido ahora con el descenso. Esto es visto como mucho peor que otros fraudes deportivos como el doping en el ciclismo en el 2004 y la trágica muerte de su campeón por drogas el año pasado. Es un cataclismo para la confianza de millones de tifosi, de ilusos enamorados de una camiseta-insignia y una tradición deportiva (esos que se embelesan repitiendo de memoria los nombres de aquel equipo glorioso en tal o cual glorioso campeonato), una bancarrota de la fe y el idealismo ingenuo de millones de espectadores, una prueba abrumadora de la existencia en la vida deportiva italiana de lo que un periodista califica como la 'pustola del calcio' (la pústula del fútbol), o más gráfico todavía, el 'putiferio' (el jaleo, la podredumbre) del fútbol.

Si algo faltaba para completar el cuadro, los diarios informan copiosamente y en sucesivas ediciones de los detalles del enjuiciamiento al príncipe Vittorio Emanuele, el heredero del último rey de Italia según la línea dinástica de la Casa de Savoia que reinó durante ochenta y cinco años y hace sesenta que cesó aunque no en sus pretensiones de retorno. Está detenido, acusado de dirigir un vasto sistema ('sesso con show girls', sexo con mujeres del espectáculo) de alcahuetes y pornografía VIP en el que participaban funcionarios del gobierno y oficiaban como presea bellezas aspirantes a estrellas en la RAI, Radio y Televisión Italiana. '¿Ma cosa vuole, dottore, che mi mettesi a fare l'intermediario per 20 mila euro?' (¿Pero qué quiere, doctor, que me hubiera puesto a hacer de intermediario por 20 mil euros?). "Dinero sí pero no para mí. Lo he tomado sólo por beneficencia", declaró al magistrado judicial en las cinco horas del primer interrogatorio en Potenza este real y aristocrático super-'cafishio'.

 

Una opinión amarga

 

Un privilegiado testigo dio en el Corriere della Sera sus apreciaciones sobre estos tristes asuntos. Beppe Severgnini, quien se formó al lado de Indro Montanelli y es hoy quizá el periodista más brillante dentro del plantel de alto vuelo que prestigia al diario, expresó con amargura que estas cosas pertenecen "a una deshonrosa tradición nacional que comienza con un encogimiento de hombros y termina en la 'omertá'". Está sucediendo en el fútbol, dice refiriéndose a ese sector particular y ha sucedido en otros ambientes. La causa es siempre la misma: existen normas en Italia que en general tácitamente se ignoran y que finalmente algunos se deciden a violar en su provecho. ¿Cómo termina esto?, se pregunta. En un caos, por cierto, seguido inexorablemente de la amnesia o la amnistía; pero entretanto Italia ha pagado un alto precio en cuanto a su reputación como país.

"¿Oyes, Esquines?", dijo al comenzar Demóstenes la segunda de sus Filípicas, en advertencia a su rival en la oratoria y la política sobre una opción patriótica para Atenas. Reflexionemos nosotros: ¿puede servir de algún modo lo de los italianos como una lección duradera para los argentinos?

 

(*) Doctor en Filosofía.

 
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