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Martes 04 de Julio de 2006
 
Edicion impresa pag. 24 y 25 >
México: otros seis años de debilidad

Perdónenme por echarle un balde de agua fría a un gran evento noticioso, pero contrariamente a lo que dicen de que las elecciones presidenciales de México pasarán a ser un punto de inflexión en la historia del país, creo que su impacto no importa quién sea el ganador será mucho menor de lo que la mayoría cree y que nada verdaderamente importante va a cambiar.

México seguirá creciendo a tasas mediocres, porque su sistema político no le permitirá realizar las reformas profundas que requiere para producir un crecimiento económico significativo y duradero. El motivo es que se trata de un país con tres grandes partidos políticos y sin segunda vuelta electoral, lo que produce presidentes débiles, sin mayoría en el Congreso, que no pueden hacer aprobar sus proyectos de ley más importantes.

De la manera en que funcionan las cosas aquí, los presidentes ganan las elecciones con un poco más de un tercio del voto y enfrentan una obstruccion sistemática de los dos partidos de oposición en el Congreso.

Sorprendentemente, muchas personas con las que hablé en la Ciudad de México en días recientes parecen convencidas de que la elección fue una suerte de referéndum sobre el proceso de globalización de México iniciado unas dos décadas atrás.

Si el candidato oficialista Felipe Calderón gana, dicen, se afianzará quizás para siempre el proceso de tibias reformas de libre mercado de los últimos años. Por el contrario, si triunfa el ex alcalde de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, y se convierte en el primer izquierdista en llegar a la presidencia de este país, se le pondrá un freno al proceso de reformas económicas y quizás podría haber una vuelta a las políticas populistas-nacionalistas de los años setenta, dicen ellos.

Sin embargo, los políticos más experimentados saben que la cosa no es tan sencilla. Según ellos, quien sea el ganador de las elecciones del domingo no podrá hacer mucho para poner a México a la par de China, India y otras potencias emergentes hasta que se resuelva el problema fundamental de la parálisis política mexicana.

El hecho de que el presidente Vicente Fox no pudiera hacer aprobar sus propuestas de reformas energéticas, laborales y fiscales en el Congreso, México se ha quedado gradualmente atrás de sus rivales internacionales. El año pasado, China lo superó como el segundo socio comercial de Estados Unidos y México cayó del 31 al 48 lugar en los últimos cinco años en la tabla de competitividad del Foro Económico Mundial.

Hay otros problemas políticos estructurales: no existe la representación proporcional en el Congreso, algo que permitiría a la primera minoría tener una mayoría funcional. Y los legisladores no pueden ser reelectos, lo que hace que voten con su bancada porque dependen de los líderes partidarios para sus próximos puestos laborales.

¿Qué habría que hacer?, le pregunté a Borrego. Ha habido muchos proyectos para quebrar la parálisis política y la mayoría de ellos ha recomendado una segunda vuelta, o la creación de un cargo de primer ministro nominado por el presidente y aprobado por el Congreso, para lograr un engranaje con el Congreso. Calderón ha propuesto un gobierno de coalición. Pero hay demasiados intereses creados para mantener las cosas como están, dice Borrego.

"El PRI cree que obstruyendo durante 6 años no le fue tan mal electoralmente". dijo Borrego. "No hay un incentivo electoral para negociar un acuerdo estable".

Mi conclusión: desafortunadamente, las campañas presidenciales se centraron en si este país debería encaminarse hacia el libre mercado, o hacia otro lado, en lugar de enfocarse en el tema mucho más importante de cómo quebrar su parálisis estructural. Hasta que México logre desatar su nudo político, no podrá hacer las reformas que necesita para competir con China, India y otras potencias emergentes.

 

(*) Periodista, analista político internacional.

 
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