SAN CARLOS DE BARILOCHE (AB).- La Banda Atómica festejó su décimo cumpleaños a toda orquesta junto a sus pares de Cofradía que la acompañaron en un concierto cálido y vibrante, reconocido con entusiasmo por el público.

Esta agrupación peculiar, que guarda pocas similitudes con el común de las bandas, es el referente indiscutido de los músicos y amantes de los instrumentos de viento en la ciudad.

A lo largo de una década vio pasar a muchos intérpretes que siguieron camino y otros, músicos aficionados, que se formaron en su seno y desarrollaron grandes aptitudes artísticas.

"No sé si somos una banda muy buena, pero sí somos una banda bastante original, diferente" aseguró a "Río Negro" su director y creador, Miguel Nitzsche, despojado de falsas modestias.

El músico tiene claro el objetivo: "Primero hay que apuntar a formar" señaló, y es consciente de que la renovación permanente de sus integrantes -por motivos laborales y de estudio- da una dinámica especial a la agrupación, que le abre puertas a la par que genera contratiempos.

"Esa movilidad obliga a una adecuación permanente de los arreglos y a veces se hace difícil, pero así como se van instrumentistas importantes aparece gente preparada con ganas de tocar y es muy piola poder darles el espacio" dijo el director.

La banda cuenta hoy con 15 vientistas y un baterista que saben dar vida a los excelentes arreglos de Nitzsche, sin limitaciones de género. El concierto aniversario fue una buena oportunidad para apreciar la ductilidad musical de la agrupación que recorrió parte de su historia entre anécdotas, folclore uruguayo, valsecitos criollos, canciones de Los Beatles, jazz y blues del mejor.

Durante la velada -que transcurrió a sala llena en el auditorio del Instituto Balseiro- los cumpleañeros se dieron el gusto de tocar "Reales fuegos de artificio" de Haendel junto a la orquesta de Cámara Cofradía, que les rindió homenaje con obras de Corelli, Francetti y Mozart. "Hemos hecho muchas cosas juntos y estamos acá para compartir este momento de alegría" dijo a este diario Kyoko Kurokawa.

La Banda Atómica le debe su nombre a la institución que le dio cobijo -el Instituto Balseiro-Centro Atómico Bariloche- de la cual provienen la mayoría de sus integrantes. Una pertenencia que no le impide mantener las puertas abiertas a otros músicos y aficionados de la ciudad que participan en forma activa.

La agrupación sufrió su peor crisis hace cuatro años, cuando sufrió el éxodo de varios de sus miembros fundadores y se rehizo con más fuerza en torno de la idea de abrir nuevos espacios y formar nuevos músicos. "Ese fue nuestro peor momento y a partir de ese año fue cuando más crecimos, es difícil medir ese crecimiento pero puedo asegurar que avanzamos" contó el director.

En la proyección de la agrupación el sueño de Nitzsche es que algunos de los miembros que hicieron sus primeros pasos en la banda y partieron a perfeccionarse a Buenos Aires o al exterior retornen a Bariloche a compartir sus conocimientos en un futuro.

"Sería lindo que dentro de 10 ó 15 años (esos músicos) volvieran para darle continuidad a la banda y aportarle otro nivel. Hacen falta buenos profesores, hoy no hay quién enseñe bronces en la ciudad" resumió.

Músico, maestro y soñador, Nitzsche impulsó varios proyectos de educación musical como forma de contención social y, en la actualidad, dicta clases a los "chicos de los barrios" en la Escuela de Arte La Llave y en Villa La Angostura con instrumentos provistos por la secretaría de Cultura de la Nación.

Además, junto a la Banda Atómica, inició un programa de becas que ya cuenta con su primer beneficiario, un alumnos de la escuela primaria del barrio Virgen Misionera al que le da clases gratis de clarinete una vez por semana con instrumentos facilitados por la banda que él mismo creó.