Miércoles 28 de Junio de 2006 Edicion impresa pag. 68 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: Sólo hoy

Sé que esto te parecerá una obviedad: es muy probable que tu último día sobre la faz de la tierra no sea hoy. Y probablemente tampoco lo sea mañana. Pero supongamos que sí. Que, de un modo espiritual, hoy miércoles tengas la obligación de despedirte de tu propia existencia. ¿Qué harías? Digo, ¿qué pequeños placeres procurarías que se alojen sobre tu piel en una ocasión tan especial? Todo esto suena extraño pero cada vez que paso por la vereda del videoclub o de la heladería o que miro la vidriera de una librería e incluso de una casa de ropas, la duda me asalta como una amenaza, como una advertencia.

Si hoy fuera el último de mis días... ¿Qué película vería? ¿Qué libro leería? ¿Iría hasta el supermercado para comprar aquel vino que siempre me pareció caro? ¿Le pediría al chico del video que me pase las tres mejores películas pornográficas de la historia o me quedaría disfrutando de la obra de Pier Paolo Pasolini? ¿Le escribiría un verso de amor a mi actriz favorita? ¿Le daría un abrazo a mi mejor amigo? ¿Bautizaría una estrella? ¿Pediría tres deseos aun a sabiendas de que ninguno se cumplirá?

Ahora mismo estoy leyendo "Las grandes ideas", de Suzanne Cleminshaw, y no sé bien por qué me ha resultado un libro adecuado para el día de mi muerte. Es que habla de tantas cosas: la filosofía, la fatalidad, la locura, la erudición, la intensidad, la infancia, la adultez.

Pero volviendo al asunto que nos convoca: he pensado también que me gustaría comer helado de chocolate con almendras la tarde de mi final. También probaría un vino que aún no conozco de la región en la que vivo e invitaría a cenar a mi mujer a un restaurante. Cubriría a las 3 AM los cuerpitos de mis hijos. Y llamaría a mi madre por teléfono para contarle uno de mis sueños delirantes. Escribiría algunos cuentos cortos que publicaría en mi blog. Tomaría media botella de whisky, un antidepresivo, un betabloqueante. Me pondría mi camisa blanca y mis jeans. Pasaría media hora en el baño leyendo más que defecando. Lloraría a mares en la ducha. Después de mi loción facial, brindaría por los proyectos que me quedaron en carpeta.

¿Pero qué estoy diciendo? Creo que nada sería muy distinto de lo que ya es. De un modo un poco sagrado aunque también algo profano mantendría el curso.

¿O no murió mi bisabuelo sacando el pasto de su huerta? ¿O no he escuchado de artistas que sucumben sobre el escenario?

Noche tras noche, descubro que mi sueño de hombre cansado puede volverse eterno. Conservo la sensación de que todo ha sido vivido ya y de que volveré a vivirlo. Sospecho que no hay un verdadero mañana ni un falso ayer puesto que existimos en un continuo presente. Somos pasajeros de un círculo luminoso y sobre él dejamos los restos de nuestra pasión.

A pesar de estas morbosas intuiciones, es mucho lo que deseo hacer, por supuesto. No creo que bajar los brazos represente un propósito digno.

El punto es que hablamos de una hipótesis extrema ¿o no?: vivir hasta hoy.

Bueno, tal vez no. Acaso la vida se dirima a cada momento entre la fe de que habrá un futuro y la duda acerca de si realmente cruzaremos el umbral del próximo amanecer.

¿Qué harías si no quedara más que hoy?

 

CLAUDIO ANDRADE

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