CATRIEL (ACA).- Con la presencia de representantes de distintas comunidades patagónicas, se celebró en la zona rural de Catriel, en Medanitos, la ceremonia del año nuevo Mapuche cargada de emoción. El encuentro se produjo la tarde de ayer en el lugar mencionado, donde se realizaron talleres y charlas durante toda la noche, para celebrar la ceremonia al amanecer de hoy.
La Jefa comunal, María Rosa Iémolo –quien apoyó económicamente el evento- participó íntegramente de la ceremonia, junto al secretario de cultura municipal Gustavo Cordero. La mandataria expresó su agradecimiento por permitirle participar, señalando que se sentía muy orgullosa y emocionada por esa fiesta espiritual desarrollada en campos de Catriel.
Hasta el lugar llegaron comunidades del sur de Buenos Aires, “Fiske Menuco” de General Roca, Aguada Guzmán, Jacobacci, Neuquén, La Pampa y los locales. A medida que arribaban los participantes, cada comunidad se ubicó en su “ruca” (especie de medialuna, construida con una empalizada) donde se protegen de las inclemencias del tiempo y descansan ancianos y niños. Frente a cada “ruca” se encendió una fogata y otra fogata principal en el centro de la serie de “rucas” de las distintas comunidades.
Luego, todos los presentes –formando un círculo- se reunieron y se presentaron mutuamente y ante “futa chao” (su dios). Allí, cada uno compartió qué fue lo que lo motivó a llegar hasta allí, y el porqué de la decisión de participar de esa ceremonia. Los más ancianos agradecieron la presencia de todos con visible emoción, señalando que era notable el despertar del pueblo mapuche, por la presencia de tantos jóvenes.
Por la noche compartieron una carbonada al estilo mapuche, para luego participar de una suerte de talleres, donde los “loncos” (jefes de las comunidades) hablando en “mapuzundun” (lengua madre) –la que era traducida para todos aquellos que no hablaban- contaban el pasado, rememorando la historia que redujo a esa comunidades física y culturalmente. También, en el lugar, estuvieron presentes jóvenes mapuches de la zona de Bahía Blanca, quienes enseñan sobre instrumentos y música autóctona. A la postre, el día de la ceremonia, fueron ellos los encargados poner el marco musical para el ritual que se conoce como el “Choique Purrún” (danza del avestruz).
Por la mañana temprano, a la hora de la salida del sol, todos se congregaron ante el “Rehue” (altar). Unos 70 hombres se formaron en semicírculo frente al árbol sagrado luego de haber dado dos vueltas en círculo alrededor de él. Detrás de ellos, las mujeres. A la par, los loncos, de frente al “rehue” y detrás de la “Calfú Malén” y el “Pichi Huentrú“ (niños sagrados), dirigían la ceremonia. Los niños sagrados llevaban en su manos el “Muday”, ofrenda con que se homenajea a la “madre tierra”. Son estos niños los encargados de poner esa ofrenda en manos de los presentes, para que cada uno pueda realizar su acto de agradecimiento.
El momento más cargado de emoción fue el cierre de la ceremonia, donde los más ancianos se abrazaban en grupos entre si y lloraban de alegría por haber podido celebrar un año más según explicó luego uno de los loncos.