Esto sucede con Rafael Teixido: una maravillosa confusión. Porque llega un punto en que uno no sabe si es él o son los personajes quienes nos invaden con tan delicadas fantasías. Teixido es reconocido como titiritero, pero su obra está imbuida de todas las formas de la expresión. Sobre un mismo escenario confluyen el actor y sus personajes, los materiales reciclados y la música, la osadía y la levedad de cada una de sus puestas.

Ha recorrido el mundo con su trabajo y circula, por estos tiempos extraños, los caminos de la Patagonia. Pero no elude ningún pasaje. No le rehuye a su destino de creador itinerante.

Ha participado en solitario o junto a agrupaciones como el Teatro Alpargata y Arpillera Circo-Teatro en festivales de América y Europa. Y todo indica que, al menos por ahora, lo seguiremos viendo de cerca.

Su figura natural es casi la de un comic arrabalero y exótico, la de un personaje fugado de expresiones delicadas, que quiere decir sin llamar la atención más de lo necesario.

Sus funciones de títeres tienen la virtud de convertirse en actos de magia. Un personaje ficticio se pierde entre sus manos para tornar a otro completamente real. Al final de la noche, la mutación nos roba el alma. Nos conmueve, nos invita a otros paraísos.

Son esos momentos sagrados en los que Rafael Teixido detiene el tiempo y justifica su vida y su obra.