Número de Visitas Agréguenos a Favoritos 
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS
 
Miércoles 14 de Junio de 2006
 
Edicion impresa pag. 68 > Cultura y Espectaculos
Día del Padre

Tu padre no era malo, Mariano. Sucede que se ponía violento. Y ese tampoco era el problema, sino no entender el verdadero origen de tanto desmán. Si yo hubiera sabido que se trataba del vino, por ejemplo, jamás le habría permitido levantar una copa. Pero el vino, al contrario, lo ponía bien. Le hacía nacer como una alegría que se estaba duerme que te duerme en el interior suyo. Acurrucadita como una marmota, hasta que el alcohol la animaba y la ayudaba a convertirse en una llama cálida.

Entonces a tu padre lo veías hacer lo que nunca, bailar y realizar extraños comentarios sacados de las lecturas interminables que lo mantenían tan ocupado después del trabajo. Tan lejos de todos. Cualquiera que lo hubiera conocido en ese momento lo habría señalado como el retrato de un hombre feliz. Pero no, en realidad, era un tipo jodido. No era malo, Mariano. Sólo jodido. Complicado. Atormentado. Creo que mucha gente debe andar así por la vida, con un demonio y un ángel a cuestas. Aunque en el caso de tu padre, el demonio le ganaba en fuerzas.

Cuando se le daba por filosofar sin un tinto al lado, ya podías dar por terminada la noche. No siempre, pero las más de las veces sí. Arrancaba citando unas frases delirantes. Más de una vez me hizo aprenderlas de memoria. Después se le oscurecía la vista y comenzaba la función: "¿Para qué vivimos, carajo? ¿Dime?", me gritaba; porque no me preguntaba, me gritaba. Seguía en ese tono agresivo, desesperado hasta que empezaba a tirar la casa por la ventana, de pura rabia e indignación por existir.

Entonces, ¿te acuerdas?, yo te tomaba de la mano como si viniera un tornado y nos metíamos apretaditos en un baño que estaba debajo de la escalera y en el que apenas si uno podía poner su traste cuando iba a hacer sus necesidades.

Nos quedábamos en silencio y a oscuras junto al inodoro hasta que amainaba el temporal. Duraba su buena media hora. Cuando por fin se calmaba el asunto, salíamos con el sigilo de un gato. Pisando livianito nos íbamos a la cocina. O lo que quedaba de la cocina, Mariano. ¿Te recuerdas o estoy hablando sola?

Una a una, todas nuestras posesiones habían sido trasladadas al patio. Las ventanas rotas dejaban ver las sillas despatarradas sobre el pasto, pedazos de cortinas, parte del lavaplatos, una mesa quebrada al medio, el reloj de pared marcando cualquier hora, algunos libros. Todo. Aunque todo nunca fue mucho para nosotros, tu padre era un hombre austero y a mi jamás me importó ser dueña de nada.

El asunto es que hoy vine hasta tu casa, después de tantos años, ahora que te has convertido en un hombre, para recordarte que tu padre no era malo. Para pedirte que no le guardes rencor, que lo que hizo, lo hizo de loco. No de malo.

El día en que lo dejé y tú y yo nos fuimos a lo de la bisabuela, supe que él no iba a encontrar a nadie más en su vida, que moriría en soledad. ¿Qué mártir habría soportado su pesada cruz?

Por teléfono tu mujer me ha dicho que tú eres bueno, que eres manso. Qué felicidad, Mariano, que no heredaste la furia de tu padre. Qué bueno que tú no llevas su dolor adentro.

 
haga su comentario otros comentarios
 
 
sus comentarios
Diario Río Negro.
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina. Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
Todos los derechos reservados Copyright 2006