Enajenados

 

No es una novedad si digo que el ritmo de la escritura y la lectura la estamos perdiendo…Es un placer al que dedicamos cada día menos, es sabido.

Es conocida también la necesidad de aplicar estrategias de enseñanza acordes para facilitar la lectura, comprensión de consignas, respetar las reglas ortográficas. Hacerles comprender a personitas a las que sólo les importa el presente la importancia de no transformar el idioma,bouncy castle es complicado, aunque tal vez algo de este no les agrade y su revelación sea desde ahí…Habría que pensarlo…Porque me sorprende aun la forma que han adquirido en expresar diferente: tkiero…Cuántas letras nos ahorramos en diferenciar con “Te quiero”, exactamente.

No es un mal de los alumnos de edad escolar quienes toman a la ortografía como un casi insulto, preguntando una y otra vez cuál es la diferencia entre vos y voz si en el contexto se entiende igual.

Hacemos ejercicios para mostrarles que no es igual, sonríen y sólo intentan corregirlo.

Pero parecería que casi es una lucha perdida. El amor por grandes autores de la poesía como pensadores quedan relegados a unos pocos.

Así también como la música se modifica, también la moda, los gustos, las relaciones, la duración de las mismas.

Me siento fuera de contexto cuando digo que cuando era adolescente y mi mundo le pertenecía a mis amigos y las palabras hoy utilizadas no formaba parte de mi vocabulario: la previa, alcohol, mucho menos droga y sólo había algunos pocos que fumaban cigarrillos, esos, que se venden en kioscos y se pueden consumir a la vista de todos sin que nos deje mareados.

Pero para serles totalmente sincera, aquello que realmente me preocupa es la “Enajenación”. Y para ampliar la sinceridad es observable tanto en niños, adolescentes como adultos. Sí, sí. Esos señores y señoras que son padres y madres de familia, que trabajan y ganan su pan diario con el sudor de su frente.

Esos adultos que tienen hijos y que disfrutan sentarse frente a t.v a mirar su programa favorito.

¡Enajenados! Y lo reitero. No por insistente, sino para que vuelvan a pensar en el sentido de la palabra. En el diccionario podemos leer que acerca del término dice:

 “Estar fuera de sí una persona, tener turbado el uso de la razón o de los sentidos”.

¿A qué me refiero? Al uso indiscriminado de pantallas. Cualquier tipo, clase y color.

Las relaciones que se establecen a través de las redes sociales son interesantes, por supuesto. El uso que cada uno le de a las herramientas es el eje a debatir.

La tecnología la considero excelente, por supuesto. La utilización que nuestro ser-humano hace de la misma es otra vez el eje de todo.

Es una herramienta para la vida, no a la inversa.

Comenzamos a ser esclavos de ella. Tanto llega esta esclavitud que los padres pueden trabajar más sólo para comprarles a sus hijos la última tecnología. Cuando la tienen los niños transcurren mucho tiempo frente a las mismas. Esas hs. No son utilizadas en compartir tiempo con los padres, jugar con amigos, conocer gente nueva, hacer deportes, arte o incluso aburrirse…tan interesante para abrir la puerta de la creatividad.

¿Observaron cuántas personas beben de más para desinhibirse?

No dije sólo adolescentes. Grandes y no tantos ingiriendo algo extras para disfrutar una salida, un boliche. ¿Para lograr, qué? Evidentemente algo que en sus sentidos controlados no pueden. ¿Por qué?

En muchas ocasiones por falta de entrenamiento. Sólo eso.

Es que no nacemos sabiendo conversar con otros. Compartir, debatir, pelearse, amigarse, sonreir, amargarse, alegrarse. Son entrenamientos sociales. Comienzan cuando nos ponen un nombre, nos sostienen siendo bebés y esperan algo de nosotros. La sonrisa, el balbuceo. La interpretación de cada llanto.

Y continúa. Siempre debe continuar el entrenamiento social. Y si algo nos preocupa o no logramos superar busquemos herramientas para superarlo. Pidamos ayuda.

No nacimos con caparazón como las tortugas. No podemos escondernos. La tecnología funciona como escondite. Precario claro. Pero funciona en muchos momentos.

 

Sé que muchos padres aman la tecnología. Soy una de esas. Y debo confesar que muchas veces deben sacarme de alguna pantalla. En general considero que estoy “comunicándome con alguien”.

No me considero adicta. Pero tengo tendencias a estar “conectada”.

¿Que palabra curiosa, no? “Estar conectada”. Será algo así como estar en relación con. Bien, quiere decir entonces que si estoy brincolin conectada al mundo virtual, estoy desconectada del otro. ¿Hay dos? ¡Qué lío! Parece que sí, que ese es el “matete”.

Porque soy persona y que mis relaciones transcurran a través de las pantallas deja afuera parte de mi ser.

El placer de descubrir diversas emociones al encontrarme frente a alguien. Observar gestos al hablar, pasar de un tema a otro. Compartir un mate o la sensación del clima.

 

¿Cuándo considero que alguien está enajenado?

Cuando la música suena fuerte y no me llevan mis pies a moverme.

Cuando no hay registro de los movimientos externos a las pantallas.

Cuando el cuerpo necesita algo extra para despertar.

Cuando resulta más interesante un juego de las pantallas que el mundo externo.

Tenemos piel que pide que nos encontremos con el sol y las estrellas. Que nos llenemos de aire. Permitir a nuestra mente el vacío para que navegue por cielos desconocidos puede ser una buena experiencia. Si no lo es, pidamos ayuda. No nos encerremos ni dejemos que lo hagan.

 

Lic Laura Collavini

Psicopedagoga.

www.lauracollavini.com.ar