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MARCELO GOBBO es para mí una referencia cinematográfica a quien ver y leer. Fué jurado del 8º Festival Federal "IMAGENES DE LA PATAGONIA" en el 2009 en Neuquén, y organiza hace varios años el CineClub La Cascada en San Martín de los Andes. Dicta talleres de cine y video, es realizador, músico, escritor y hasta conductor radial. Lo primero que leí sobre Eric Rohmer luego de su muerte fué su carta y no pude esperar un segundo en pedirle su publicación en este blog. Que la disfruten:
Con más de veinte largometrajes, una docena de programas televisivos, varios cortos y una treintena de premios en su haber, poco antes de cumplir los noventa años, ayer murió el maestro Eric Rohmer, director y crítico de cine. Rohmer, junto a Truffaut, Godard, Chabrol y Rivette, fue co-protagonista fundacional de ese movimiento llamado Nouvelle Vague con el que, a fines de la década del 50, un puñado de jóvenes críticos formados en la revista Cahiers du Cinéma, de la que sería jefe de redacción, luego de revolucionar al mundo de la crítica cinematográfica con la llamada "política de los autores", revolucionara el mundo del cine con la frescura de sus films.
A Rohmer, que estrenó su última película en 2007, le debemos títulos como "La coleccionista", "Mi noche con Maud", "La rodilla de Clara", "El amor a la hora de la siesta", "La marquesa de O", "La mujer del aviador", "Paulina en la playa", "El rayo verde" y la serie de los cuentos de las estaciones. Sus películas, con sus (hiper)abundantes diálogos y sus puestas en escena aparentemente sencillas, construidas en torno al tema casi exclusivo de las relaciones sentimentales entre hombres y mujeres, todas ellas con guiones propios, son fascinantes estudios del alma humana a la vez que profundas meditaciones filosóficas, rodadas en tono "intimista" y estilo "naturalista".
También a él le debemos una obra crítica de infrecuente inteligencia. Algunos de sus textos pueden hallarse en un libro acertadamente titulado "El gusto por la belleza".
Poco se conoce de la vida privada de Rohmer, a quien algunos críticos llamaron, no sin cursilería, el "filósofo del amor". Su nombre real fue Jean-Marie Maurice Scherer. Se sabe que estuvo casado, que tuvo dos hijos, que fue católico practicante y defensor del medio ambiente. Se dice que nunca viajó en automóvil y que en su casa no tenía teléfono. En síntesis: poco y nada. No hace falta más.
Su huella en el cine mundial, en cambio, es más que evidente: Krzysztof Kieslowski (Bleu, Una película de amor), Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer), Gregg Mottola (Deseos y sospechas), Rafael Filipelli (Música nocturna), Matías Piñeiro (El hombre robado) o los primeros cortos de Julia Solomonoff y las primera películas de Fernando Trueba, entre muchos otros, dan muestra clara de esa influencia, que en la nueva generación de directores argentinos parace haber calado más profundo aún que en cualquiera de las previas.
Esta madrugada, Juan Francisco Ferré escribió en su blog: Digan lo que digan, confabulados en esto, todos los medios del mundo, Eric Rohmer no ha muerto. Ha muerto, a los ochenta y nueve años, Jean-Marie Maurice Scherer, no Eric Rohmer. El autor de La coleccionista no ha muerto. El autor de El amor por la tarde no ha muerto. El autor de La rodilla de Clara o Pauline en la playa no ha muerto. Ni el autor de Perceval el galés, La inglesa y el duque o La marquesa de O. No, es imposible. No ha muerto, ni podría morir nunca, el autor de La mujer del aviador y Cuento de verano, El rayo verde y El árbol, el alcalde y la mediateca. Y, sobre todo, el autor de Mi noche con Maud, ése no ha muerto ni morirá jamás. Sólo la inteligencia, decía Propercio, posee la gloria que no muere. Quien escribe estas líneas envidia la síntética, enérgica y lúcida negación de Ferré.
Aunque no puedo evitar sentir que, con el fallecimiento de Scherer, se ha muerto uno de mis maestros y se me ha ido un amigo.
Marcelo Gobbo |
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