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No existen fórmulas
Por Alicia de Castro
Desde siempre, escritores, pensadores y psicólogos trataron de indagar qué lleva a una amistad a que perdure a través de los años
Mucho se habló, se escribió y se estudió tratando de arribar a una conclusión.
En algunos casos se dice que predomina la lealtad, en otros la incondicionalidad, también el haber pasado por situaciones límites...
Pero sabido es que según la edad la palabra “amistad” tiene un distinto significado.
Para un niño un amigo significa algo mágico, el solo hecho de compartir e imaginar situaciones los lleva a eso; también les da seguridad y alegría.
Sino, ¿quién siendo niño no contó con un amigo imaginario?
En la adolesensia la amistad tiene otros matices, son muchos y todos juntos comparten sus experiencias: esto los alienta y también les da cierta seguridad.
Ya pasando los 30 se espera y se mira al amigo desde otra perspectiva, en algunos casos se espera demasiado de ellos. ¿Por qué?
Será porque se lleva muy marcado aquello de que “el amigo es amigo sin importar lo que pase” y esto muchas veces se trunca.
Cuando ya somos bien mayores, el amigo tiene otro significado. Es el que comparte todo aquello que se va sucediendo; es sentirse acompañado y muchas veces no es que no se cuente con allegado sino que los años enseñan a compartir con más simpleza.
Tampoco debemos olvidar un dicho muy conocido que dice “amigo, amigo pueden ser uno o dos, conocidos muchísimos”.
Considero que en realidad no existe fórmula alguna que nos aclare por qué algunas amistades perduran toda la vida
En mi caso, crecimos juntas nos separaba una casa, vivimos grandes y hermosas situaciones o experiencias; ambas vivimos muy temprano inigualables pérdidas y nos apoyamos mutuamente
Luego el destino nos alejó a varios kilómetros de distancia pero nuestra amistad nunca se perdió. Esta lleva más de 60 años y sigue sólida y fuerte.
Compartimos sueños, ilusiones, los primeros novios, las novelitas de amor de Corin Tellado, más tarde el casamiento, la llegada de los hijos...
Para mí, esta amistad la llevamos marcado en nuestro destino. Cuestión de creer, ¿no? |
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