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Como una casa de adobe
Por Loada Balmaceda
De qué modo y qué reflexión hago para continuar el siguiente párrafo de Marais extraído de un capítulo de “El último encuentro?:
“(..) Es posible que la forma de vida que nosotros hemos conocido, en la cual hemos nacido, es posible que esta casa, esta cena, sí, incluso estas palabras con que esta noche estamos esclareciendo la pregunta de nuestra vida, es posible que todo estos sea ya cosa del pasado. Existe demasiada tensión en los corazones humanos, demasiada pasión, demasiado deseo de venganza. Miremos dentro de nuestros corazones: qué es lo que encontramos? Pasiones que el tiempo sólo ha conseguido atenuar, pero no apagar. ¿Con qué derecho esperamos algo distinto de lo mundo, de los demás?”.
Primero, ¿qué hay en mi corazón? Luego, ¿qué espero del mundo?.
Mi corazón es como una casa de adobe (como en la que viví cuando era niña), por el tiempo de origen y su simpleza de material pero aún tiene las paredes firmes y fuertes. Estas son capaces de detener los golpes violentos de un viento embravecido, además son cálidas y confortables que reciben con agrado el calor que les regala el sol para luego ofrecerlo a los demás, con el fin de compartirlo.
Pero, cuidado, de pronto sus pisos no son todos parejos y puedes tropezar, cayendo en la rudeza de la intolerancia, en la tozudez de sus baldosas sueltas, que a veces se comportan caprichosas, más bien miedosas, porque temen que las saquen de su lugar, las desplacen, las ignoren, las rechacen,… que no las quieran.
Si recorres sus habitaciones te encontrarás con espejos mágicos que te expresan otras tantas cosas porque te sacan la lengua, se burlan, te rechazan, te guiñan, te llaman, lloran, gimen, te aplauden, te extienden los brazos, te largan besos, te aman y cambian de colores, alternando tenues con impactantes, oscuros con claros, algunos muy nítidos otros como opacados por el tiempo.
La humildad de su construcción la llevaron a ver la realidad, a luchar honestamente para hacerse de un espacio definitivo, limpio y auténtico en este mundo tan complejo pero no tan complicado para vivir, si piensas con respeto humano en los demás.
Sólo vasta acercarte a ella para darte cuenta que sus puertas están siempre abiertas para recibirte , aún sabiendo que en los tiempos que vivimos se corren altos riesgos.
Sabe de la diferencia que existe en el mundo, en los demás, pero no pretende cambios sino encuentros que promuevan mayor entendimiento prensando la hipocresía y la envidia que destruye toda convivencia. |
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