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Por María Roxana Longo
Jueves 4 de la tarde, en un descanso de mi clase de literatura salgo a fumar un cigarrillo, pasa la profesora y me pregunta ¿qué haces fumando?. Entonces me di cuenta que el objeto que más me identificaba era lamentablemente el cigarrillo.
Me acuerdo que tenía más de quince años, era verano y en el Club del Progreso mi prima me enseñó a fumar y no lo pude dejar más. A partir de ese momento fue mi amigo, amante y confidente; él me acompaña en los momentos de alegría y tristeza, esto no lo digo muy contenta porque sé que me hace mucho mal.
Tuve una infancia y adolescencia feliz, me casé y tuve tres maravillosos hijos hasta que tuve un ataque de presión; mi hija, la menor en ese entonces tenía cuatro añitos. Mi familia, amigos y los médicos me ayudaron a reponerme: cuento esto porque estuve casi un año sin fumar.
Un día fuimos a un almuerzo para el día de la madre que se realizaba todos los años en la escuela 168, terminamos de comer y una amiga que estaba sentada al lado mío comenzó a convidar cigarrillos, en un acto reflejo acepté uno, lo que es el vicio y la memoria; entonces mi ex marido me hizo la misma pregunta que la profesora- ¿Qué hacés fumando? A veces me da bronca tener grabada en la memoria algunos hábitos negativos.
El cigarrillo me acompaña y me sigue acompañando. |
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