|
17 » Oct 2009 |
|
Crónica de viaje de una abuela patagónica |
|
|
Por Alida Gómez de la Vega
Sonaba el despertador justo a la hora indicada. Siempre lo hacen, y a veces uno se pregunta si se podría descansar solo un ratito más. Pero no, en este caso el viaje era largo. Salté de la cama.
Mis perros y mis gatos reclamaron inmediatamente su desayuno. Después que se hubieran satisfecho los despedí con cariño y el auto a partir de ese momento se convirtió en ese habitáculo móvil en el que me place estar, cada vez que viajo.
El destino: no importa la ciudad, mi destino eran mis nietas.
Andar por las rutas transitando todo lo ancho de la Patagonia Norte me daba una sensación muy especial que no podía explicar, tratábase de volar en libertad pero asida a la tierra.
Todo pesar se desdibujaba, las alas de esta independencia tomaban dimensiones enormes y me alejaban de la realidad. Cada kilómetro era deglutido por este bólido que conducía sobre el planeta, pero mis sentidos me llevaban a otra galaxia.
Una galaxia en la que el amor y la comprensión no eran tan nombrados como acá, en un reclamo casi diario de que éstos estuvieran presentes en las acciones de todos. Un lugar estelar en el que ya se habían aprendido a ejercitarlos, sin reclamos.
En medio de la meseta de la nada patagónica mis ilusiones viajaban más rápido que yo y las fantasías crecían y volaban al infinito.
El cruce con otro vehículo me traía a la realidad por breves segundos ya que desaparecían tan rápido cono hacían su aparición. Pero la ensoñación volvía a cada legua de asfalto devorado y ya hacia el sur, cuando los kilómetros contaban menos de seiscientos parecía mentira estar tan cerca.
Sueño tras sueño, ilusión tras ilusión, rememorando hechos acaecidos no hacía mucho, proyectando esperanzas más rápido que el cuenta kilómetros del coche aparecieron las lomas de las cercanías de Comodoro.
Un mensaje entrante en mi celular indicaba que mi hijo quería saber si estaba bien, cómo iba mi viaje, contesté brevemente, seguí soñando.
De pronto, había llegado…., bajé del auto, me sentí mareada pero no sabía bien por qué si por tantas horas de viaje o por los gritos de dos niñas que decían “Abuelita, abuelita” , corriendo a mi encuentro con los brazos extendidos y luego una fusión de caricias y tiernos besos puso fin al viaje.
La Patagonia no debería ser tan grande……. |
|
|
|
Categoría : Cosas que pasan | Comentarios [1]
|
|
|
|
|
|
|
Crónicas de una abuela patagónica |
|
Por : Fernando Gonzalez Carey | 29 » Oct 2009 | 07:42 pm | Email
|
|
Alicia
leí con mucha atención tus crónicas...es que me gusta también a mí escribirlas!
Viste que uno va desgranando recuerdos, observaciones, sentimientos...alrededor de un viaje. Lo hacés bien, con pluma de escritora.
Ojalá sigas este camino que ya el taller te marcó.
|
|
|
|
|
|
|