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Historias de vida II
HECTOR Y AIDA
Cuando uno comienza a visualizar el trayecto de un matrimonio docente, se queda maravillado.
Si la sola mención de los valores que debieran regir la vida, alcanzaran para lograr la plenitud de nuestro ser, bastaría escuchar a estos admirables expertos en educación.
POR IRMA CALLEJAS
irmaostertag@hotmail.com
Héctor Domingo Coria, 80 años, nacido y laureado como maestro en la provincia de San Juan y Aída Fanny Costa,72 años, nacida en Punta Alta (Bs.As.), pero también recibida de maestra en una escuela normal sanjuanina, llegaron a Río Negro por el 1964, a la localidad de Clemente Onelli, con el empuje de la juventud y la floreciente vocación que llevaban dentro: “Ser Maestros”.
Época en que nuestra provincia tenía edificios escolares nuevos y confortables pero vacíos, se encontraron con una hermosa construcción inserta entre el encanto, la serenidad del lugar y las mesetas que la rodeaban, pero…”cerrada”.Instalados en el pueblito de unas 50 familias lograron juntar 18 niños, para reabrir el establecimiento, algunos chiquillos sin asistencia educativa, otros dispersos en colegios aledaños muy lejanos.
Una vez reiniciada la marcha, comienzan a trabajar con entusiasmo en el nivel primario hasta tercer grado. Su accionar trascendió el rol educativo, para adquirir relevancia social, poniendo en práctica los principios rectores que habían nacido en sus familias.
El lugar contaba con la estación ferroviaria, telégrafo, estafeta, policía y no mucha más asistencia vecindaria. El maestro debía ser: médico, consejero, juez, comunicador social, etc.
Con esfuerzo propio y la colaboración de un ganadero, este joven matrimonio, premió a nueve alumnos de su querida escuela, al realizar el primer viaje de estudios que se llevó a cabo en la provincia: una visita a San Carlos de Bariloche.
En las envejecidas fotos, que muestran orgullosos, se refleja la felicidad contenida en los rostros de esos niños que no conocían un lugar tan cercano e importante, y la satisfacción y regocijo de Héctor y Aída.
En este contexto uno se da cuenta que no se hacen cosas con un afán protagónico, la palabra éxito es la coronación del esfuerzo, es una caricia para el alma.
En el lugar las temperaturas llegaban a 38 grados bajo cero, pero el frío y la nieve no amedrentaban a los responsables educadores, que lograron aumentar el número de concurrentes a 80 alumnos, y de maestros a 5, quienes venidos de Corrientes, La Rioja, San Luís, Córdoba, y Buenos Aires, se sumaron a la intensa labor educativa y social del paraje.
La enseñanza se extendió hasta sexto grado, la escuela ya funcionaba como ellos lo habían soñado.
Vivieron en el lugar cinco años, allí nació el primer hijo.
El consagrado director colaboró en la alfabetización de adultos que trabajaban en las cuadrillas ferroviarias, unas 40 personas nativas de la región, que nunca tuvieron atención escolar.
Fueron trasladados a Los Menucos, donde nacieron dos hijos más, la última una niña que fue alumna de su propia madre .Allí también su labor fue muy activa favoreciendo el crecimiento y desarrollo de los chicos del lugar, dignificando el nivel y calidad de vida de la población
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A un maestro rural difícilmente puede cuestionársele su vocación. El esfuerzo y la dedicación, residen en la simpleza y naturalidad con que diariamente lleva a cabo su labor.
El señor Coria fue designado Supervisor en la línea sur, su compromiso con la educación y su dedicación a tiempo completo, no pasó en vano, no fue atado a un hecho, había una trayectoria atrás que lo premiaba.
En 1972 formó parte del Congreso Nacional de Supervisores realizado en Misiones. Un grupo de directivos de todo el país trataron el funcionamiento y adecuación educativa de la enseñanza zonal.
Su señora en tanto, seguía desempeñando su tarea docente, siendo madre y esposa con la misma pasión.
Posteriormente son ubicados en Campo Grande, donde permanecieron tres años. También allí la organización educativa era insipiente, por lo tanto había mucho por hacer.
Por último llegaron a la ciudad de Gral. Roca. Héctor, por segunda vez inicia el accionar de una nueva escuela, la 253 del Barrio Los Olmos, en la que desempeñó una difícil y brillante misión. Además dictó clases en la escuela de adultos de Ingeniero Huergo.
Aída llegó a la escuela 32 como maestra, subió escalones siendo vicedirectora, jubilándose como directora en dicho lugar.
Hoy el señor Coria y su señora esposa, son unos lindos y felices viejecitos, satisfechos de su trayectoria por la vida, él se encarga de mantener la casa y el auto en perfectas condiciones, el impecable jardín, cerrajería, plomería, carpintería, etc., y por sobre todas las cosas ser un ejemplar compañero, padre y abuelo .Ella cumple sobradamente con sus roles de ama de casa, esposa, madre y abuela.
Como actividades recreativas, van a la pileta, Aída aprende pintura, muestra de su habilidad artística son los hermosos cuadros, prolijamente colgados en el envidiable living comedor donde mantuvimos nuestra entusiasta charla.
GRACIAS HACEDORES DE LA EDUCACION
ANÉCDOTAS
HECTOR: “DOS HORAS PRESO”.
“Estando en General Roca me propusieron dictar clases en la alcaldía, lo que acepté como una nueva experiencia. Había 3 niveles, a mi me tocó séptimo grado en el horario de las 22 hs. El Superior de la alcaldía, el primer día de clase, me presentó a los 40 internos que serían en adelante mis alumnos. El dictado de clases se hacía en una celda preparada para ello. Cuando la autoridad se retiró, el asistente colocó el candado en la puerta y quedé encerrado con los detenidos. Con mis nuevos educandos, inicié la conversación como para conocerlos, todo parecía estar en un buen comienzo, de pronto se cortó la energía eléctrica. Los guardias sabían que la clase terminaba a las 24 hs. Los gritos de algunos presos, llamando al personal, no eran escuchados. La situación para mí era sumamente tensa. ¿Qué me harían estos 40 personajes?. Ellos trataban de tranquilizarme, con palabras de aliento y prendiendo encendedores, fueron dos horas interminables. Todo terminó cuando el celador llegó con sus ruidosas llaves y abrió la puerta. Por supuesto, varios guardias fueron castigados por su negligencia, pero el susto a mí no me lo sacó nadie.
Fueron dos años de distintas vivencias, donde aprendí a querer e incentivar a aquellas personas para generar su reinserción en la sociedad. Debe considerarse a las cárceles no como penitenciarías, sino como sitios donde los detenidos puedan aprender a entenderse a sí mismos y al mundo.”
AIDA: “MAMA Y MAESTRA”
Esta historia que voy a contar es verídica y sucedió en el año 1975.
En un pueblito tranquilo, cuyos habitantes , en su mayoría eran pequeños chacareros que enviaban a sus hijos a la escuela del lugar, N° 191 ,Miguel de Unamuno, con asiento en Sargento Vidal, a pocos kilómetros de Barda del Medio.
En oportunidad de realizarse la reunión de personal, donde se hacía la elección y adjudicación de grados a los maestros titulares para el próximo año, siendo yo integrante del grupo docente, por ser la educadora de mayor antigüedad, debía optar en primer término. El director me consulta sobre mi determinación y sin titubear elijo Primero Inferior, ante la sorpresa de los presentes que sabían que mi preferencia eran los niños de Segundo y Tercer Ciclo.
¿Qué había producido este cambio tan inesperado?. Estaba en nuestros planes familiares solicitar traslado el próximo año a General Roca, nuestro hijo mayor ya iba a cursar el nivel secundario, el segundo ya iría a quinto grado y la nena de la familia tendría que ingresar en segundo grado. Sin menoscabar los méritos de mis colegas quería ser yo, su madre, la que le diera sus primeras armas para poder ingresar en una escuela, que a mi entender, podía ser en General Roca, ciudad a la que tanto anhelábamos llegar.
En nuestra escuelita de chacra los alumnos recibían una muy buena enseñanza, se contaba con un excelente grupo de maestros, pero tal vez por proteger a mi pequeña para que no se sintiera afectada, por ser hija del director y de una maestra, tomé la decisión antes mencionada.
Así llega marzo de 1976, entre mis pequeños alumnos se encontraba mi hija, su sorpresa fue enorme al verme en el lugar de “la Seño”, también supe de su decepción, pero con esa facilidad que tienen los niños para adaptarse a lo que la vida les depara, sin que nadie se lo sugiriera, desdobló el personaje: madre- maestra. Tanto es así que me contaba como los
demás chiquitos, lo que “su mamá”, hacía en la casa, por ejemplo:_”Seño, mi mamá me forró el cuaderno”…,_”Seño, con mi mamá fuimos a comprar los útiles”…, como todos sus compañeritos hablaba de su mamá. Cuando llegaba el momento de copiar los deberes, muy raudamente se me acercaba y en voz muy baja, me recriminaba:”Mala, nos diste tareas”.Como todo niño siempre le gustó jugar mucho y estar rodeada de amiguitos…, los deberes y lecturas eran un impedimento para contar con todo el tiempo libre.
Quiero también rememorar el primer día del maestro que vivió mi hija. Como era habitual, ese día los niños llegaban con su regalito. Mi hija Karina llegó al aula con un enorme paquete con unos hermosos zapatos, y aún más hermosa tarjeta hecha por el papá, que decía: “Gracias Seño por aguantar a mi hija”.
Evocando estos inolvidables y emotivos momentos, me he trasladado 32 años atrás; no quiero cerrar este relato sin dejar impreso en estas líneas, que aquella alumnita tan especial para mí, heredó la vocación de sus padres y hoy es una “Seño” excelente, reconocida por sus superiores, y lo que es aún más valioso, por sus alumnos y padres, como aquella “Mamá-Maestra”, de la escuelita de chacra, que quiso tal vez con muy poca modestia, lo mejor para su hija".
En Clemente Onelli, en 1963
Comiezo de clases, en Onelli, en 1962 |
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