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Por Loada Balmaceda
loadabalmaceda@yahoo.com.ar
Vejez, etapa resistida y rechadaza. Resistida por algunos y rechazada por casi medio mundo.
Etapa negada, también.
Sin embargo, qué bárbaro es llegar a viejo.
Pero si es tan bárbaro, según mi parecer, ¿cuál es le verdadero drama de pronunciar esta palabra?
¿Será por eso de no aceptar las cosas por su nombre y disfrazarlas con sustitutos como "adultos mayores"?
¿Por la mala intención de pronunciarlas?
¿Por el vivo temor de llegar a ella porque la sociedad cruel y competitiva la excluya de la lista de los productores y/o consumidores (aunque de los medicamentos son buenos clientes)?
¿Por el error de haber llegado a esta edad de plenitud y con plenitud?
¿Por el temor al shock de futuro que provocan las transformaciones tecnológicas, sociales, políticas y económica y que por ser tan aceleradas y vertiginososas todas ellas al ser viejo pareciera que pierdes el derecho a vivir el presente?
Por lo tanto, deberíamos contraponer a estas ideas con un cambio de actitud, por parte nuestra, los viejos.
Cómo.
Aceptando de verdad esta etapa a la que hemos entrado con energías suficientes como para ser la figura más importante de la familia, recuperando ese espacio y autoridad que tenían nuestros abuelos.
Sintiéndonos orgullosos de ser viejos, despertando amor con nuestras experiencias, nuestras ganas de actualizarnos, nuestras mentes ágiles y expresiones corporales que desbordan de juventudad. Juventud que a veces reprimimos por la bendita edad cronológica que llevamos escondida en nuestra cabeza.
Entonces...
...dejemos que nos llamen VIEJOS, que lo dirán con cariño y respeto.
...disfrutemos la gran dicha de entrar y vivir la etapa de la vejez. No nos humillemos. Es el premio merecido a nuestro mérito de haber aportado por lo sano espiritual y corporalmente.
...y digamos "somos viejos y viejas que aquí estamos, de pie, haciendo frecnete, como de costumbre, a cualquier tormenta de la vida que se avecina". |
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