|
“El hombre y el Río”
El río esconde un sutil secreto de ternura,
algo de sumisa modorra y fogoso coraje,
una armonía modesta despierta en su lecho,
y hace temblar el alma adormecida del paisaje.
__¿Dónde vas, mi río majestuoso, nacido de las frías nieves
e intensas lluvias?
__A tierras sedientas, dejándome seducir por el encanto de
la naturaleza. Sólo pienso en el hombre que ansioso me espera.
__El serpenteo de tus vertientes vacila en la divina quietud de
la montaña, incursionando en caminos posibles, dispuesto
a llegar a destino.
__Me despido del sol y las cumbres bañando las rocas de
bellos colores.¿Qué antorcha iluminará hacia la tierra, mi
cruzada?
__Lo hará el viento del oeste que sopla esparciendo aromas
silvestres, al tiempo que te alejas del silencio omnímodo de
las montañas, el arco iris que brilla bajo los puentes y el
verdor de los bosques que crecen junto a tus aguas transparentes.
__Mientras más avanzo, mi deseo por continuar aumenta, no
recuerdo cuando empecé a soñar con árboles coposos,
mansos y nobles.
__Tu valle mantiene y preserva vestigios de aquel desierto
patagónico, cuna de del indio. Pero el paisaje se ha
transformado en un lugar casi idílico, plantas y jardines de
cultivo que se nutren de tus mantos acuíferos.
__El tenue rumor de mis aguas que bañaron las infértiles
tierras en las horas más plácidas de los días prósperos,
convirtieron mi valle en el paisaje familiar soñado.
Aquellas manos del inmigrante laborioso, lastimadas
por la pala y la azada, aquellos pies adormecidos por el frío
de la cruel helada, fueron mis compañeros hacedores, con
los que presencié el nacimiento de los manzanares. Gigantes
cabelleras vegetales cubrieron los yermos. Blancas sus
flores, verdes sus hojas y rojas sus manzanas, hoy
orgullo rionegrino decorando las góndolas del mundo.
__Al observar el valle justo antes del atardecer, cuando se
incendia el cielo, vemos que los rayos rojizos iluminan los
frutales y las sombras se desplazan con lentitud. Entonces,
cada uno de sus habitantes empezamos a sentirnos un
producto más de tu labor constante. La belleza de las
imágenes pertenece a los lugares y también a su gente.
__Me sorprende la visión de mi patrimonio. Las alamedas
infranqueables, barreras contenedoras del viento cordillerano,
protegen tus plantaciones. Las hojas más tiernas de los
árboles más altos, escuchan el recitado de los regueros, que
cantan entre las hierbas sobre la tierra florida que un rico
manjar sustenta.
__Camino de agua sublime, las bardas que te acompañan de
oeste a este, destellan la luz del sol durante el día y dejan a
la luna espiarte en las horas nocturnas. Desde allí podemos
contemplar los senderos y rutas por donde camina el
agricultor con su logrado producto, que tu bendita humedad
con amor lo alimenta
__Me parece caminar en un cielo nuboso, pero mi atajo se
pierde en el alma de la niebla que inunda temprano el valle
y desaparece con elegancia por los senderos. Mientras me
deslizo por mi lecho percibo la fragancia de los frutos
estivales y el fresco perfume de la vid dorada en las tardes
otoñales.
__Con un particular sentimiento de espacio y libertad,
me lleno de emoción al sentir con firmeza, de los
hombres la gratitud a Dios, por el laberinto de acequias
y canales desbordantes, diseñados y construídos por
aquellos pioneros poseídos de una entereza que no
puede tener comparación. Somos hijos, nietos y
biznietos de quienes con tu complicidad absoluta,
lograron este vergel, lugar maravilloso que debemos al
ensamble de: “El Hombre y El Río”.
En el verde valle, fuente de real riqueza,
vive el productor, lleno de nobleza.
Su faena intensa, infinito amor encierra,
para darnos el fruto, que extrae de la tierra. |
|