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EL CAMINO DESDE MI CASA A …………..
LA CASA DE MI HIJA QUE RESIDE EN CIPOLLETTI
Por Marina Alam
Puedo ir en auto, por la ruta chica y llegar en aproximadamente cuarenta y cinco minutos. Pero no estoy bien de salud: manejar es un riesgo innecesario. Tomaré un colectivo.
Busco mi cartera, el celular, la billetera, los documentos, las llaves. Conecté la alarma domiciliaria. Iré a la última parada que está en calle 9 de Julio y San Juan, a diez cuadras de mi casa. Acá en Roca. Son las ocho cuarenta y cinco.
Es un día calmo. No hace frío. Es especial para realizar una caminata mirando jardines, disfrutando del aroma de los paraísos, de los jazmines y la belleza de las rosas. Los aspersores, a esta hora, riegan el césped en los laterales de las vías. También del canalito donde corre el agua que dará vida a los cultivos de la zona. Me gusta pararme sobre los puentecitos y verla pasar presurosa a su noble destino.
En la parada ya hay pasajeros esperando. Queda un lugar en los bancos metálicos con respaldo instalados por la municipalidad. Me siento y descanso.
Para hacer más corto el tiempo de espera, converso con una señora que también viaja a Cipolletti.
Por allí pasarán los coches del Ko-Ko: el directo, el expreso, el común que transita por ruta chica, y el que va por ruta 22 llevando pasajeros de las chacras y quintas.
La espera se prolonga.
Viene uno: es “El Valle” que va por ruta 22.
La primavera estalló. Las quintas son una policromía de verdes y de flores, prolijas, regadas artificialmente por ecequias y canales del sistema de riego que nace en el dique Ballester, en Contralmirante Cordero.
Manzanos, perales, durazneros, pelones, viñedos, alamedas, verduras: impactan por su follaje tierno y limpio. Es el trabajo de los hombres de campo que, con voluntad, conocimientos y dinero, año a año renuevan la producción. Es la vida del valle que le arrancan a la tierra.
Disfrutaré este paseo. Decido tomarlo.
Le pago al chofer los 4,50 que cuesta el pasaje. Tengo suerte: hay un asiento libre. Hoy viajaré sentada.
El colectivo, toma por calle San Juan y alcanza la ruta 22 hacia el oeste. Pasará por las zonas rurales de J.J.Gómez, Contralmirante Guerrico, Allen , Fernandez Oro, Cipolletti, Neuquén. En todo su recorrido, se detiene para subir y bajar pasajeros cada vez que estos lo requieren. Entonces baja al costado del asfalto y, al hacerlo, levanta polvareda que inevitablemente entra al coche haciendo el aire irrespirable. Esto fue lo que sucedió pero yo no lo tuve en cuenta previamente. Claro hay sequía. El riego no llega hasta las banquinas.
Pienso en mi reciente viaje a Termas de Rio Hondo. Evoco aquella terrible sequía que azota al norte del río Colorado: La Pampa, Córdoba, Santiago del Estero. Es la desolación. Animales muertos por doquier por la sed y el hambre. Osamentas y el triste paisaje del marrón siena de los campos sin cultivos. Siento que el país agoniza. Nadie los auxilia.
Ya no transitan los trenes de mi infancia con vagones cisternas cargados de agua, que yo, atentamente, contaba uno a uno mientras aprendía que al número treinta y nueve le seguía el cuarenta.
No quiero pensar más. Me cubro la nariz y me reclino con los ojos cerrados.
A las 12,30 llegué, aturdida, sofocada y de mal humor.
Camino las seis cuadras. Necesito despabilarme y recuperar el buen ánimo. “Al mal tiempo buena cara”, decía mi maestra de sexto grado. Entonces sonrío.
Reflexiono: Es una suerte que una generación de ilustrados e inteligentes gobernantes de la nación hayan resuelto dotar a nuestra zona de esta obra de riego artificial tan importante como la que hoy disfrutamos.
Al fin, aquí no pasó nada. Es un poco de polvo en el pelo y la cara.
Aprendí que, en adelante, sólo tomaré el directo o el expreso. |
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