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Querida Pepa:
Te recuerdo mirando partidos de fútbol por la tele: te apasionaban tanto que llegabas a alentar a cada jugador que tomaba la pelota con tu consabido "dale, dale Pitito...". No importaba el equipo del que formara parte, lo que querías en realidad era que hicieran goles.
Te veo riéndote cuando alguno de tus nietos te recriminaba por mirar a algún viejo... Jugando a los dados, en lo que eras campeona. Acordánte de tu marido cuando era joven y contando reiteradamente sus hazañas.
No sé cuando surgió este apelativo ni quién comenzó a usarlo, pero poco a poco dejaste de ser la Petrona original y comenzaste a ser la abuela Pepa.
Mora, tu bisnieta, no podía entender eso de los noventa años y lo relacionaba conlos que cumplía un conocido supermercado de la zona.
No puedo dimensionar todo lo que viviste: pariendo, criando, educando a doce hijos detrás de un hombre que cambió varias veces de destino y al que tanto amaste y ayudaste.
Fuiste cocinera, modista, panadera, fondera, maestra, cuidadora de ovejas...
Enseñaste a leer a tus hijos mayores, confeccionaste su ropa; saliste de caza para deshacerte de los pumas que asolaban los campos comiéndose las ovejas; sacaste agua de pozos para regar tu huerta; pegaste ladrillos...
Nunca pude lograr el sabor de tus rosquitas pasadas por almíbar que llamabas "picarones" y menos aun el de tus empanadas de carne con abundantes pasas de uva y azúcar.
Tanto me dejaste! Tanto tuyo tengo dentro de mí que a medida que pasan los años me descubro sintiendo tus mismos dolores o cuando despierto por las mañanas y encuentro mis pies fuertemente apoyados uno sobre otro...me reconozco en vos y digo, de inmediato: no hay dudas de que soy hija de mi madre.
Y ESO ESTÁ BUENO.
Chela |
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