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Aún recuerdo las charlas, los aromas...Claro, tan solo pasaron 60 años
Por Erlinda Tassano
Mi nostalgia trae a mi recuerdo los almuerzos de los domingos en casa de mis abuelos. Allí se reunía toda la familia, siete hijos con sus esposas y ocho nietos.
En una mesa larga se sentaban todos los mayores y nosotros, los más chicos, en una mesa aparte compartíamos el ritual de los domingos.
En la cabecera, el nono patriarca, era el encargado de servir el vermouth que precedía al almuerzo. Cinzano o Gancia, según la ocasión, eran bebidas acompañadas de queso cortado en cuadraditos, más algo de salamín.
A los más chicos nos daban granadina con soda y platitos con salame y queso.
Luego de grandes charlas -donde cada uno exponía los logros en sus ocupaciones, se servía el almuerzo que siempre, pero siempre, consistía en pastas, fideos o ravioles caseros que eran preparados los sábados, con una masa trabajada y amasada a mano. El relleno de los ravioles era de pollo y verdura; la salsa de tomates naturales y pedacitos de salchicha parrillera. El pesceto, clásico para acompañar las pastas, se hacía muy lento a la cacerola, con hierbas aromáticas.
¿La bebida? Un buen vino con soda de sifón. Nosotros, solamente soda.
Recuerdo el respeto y la atención con que escuchábamos todos a mi abuelo. El cortaba el pan y lo repartía a cada uno de nosotros. No nos levantábamos de la mesa hasta que no comíamos el postre, que casi siempre era ensalada de fruta. Luego el café, bebida obligada al final de estos almuerzos (por supuesto, era únicamente para los mayores). Este ritual era señal de que ya podíamos ir a jugar. Salíamos escapando de tanta quietud como una suelta de palomas. Y si por casualidad algunos de nosotros golpéabamos la puerta por un empujón, al salir al patio, el nono nos hacía volver y con un gesto muy dulce y cariñoso nos enseñaba que la puerta se acompañaba con la mano para no golpearla nunca.
Han pasado de aquellos tiempos tan solo 60 años y el recuerdo pasa por mi mente como una película. El cariño de los hermanos, el respeto a los abuelos, el cuidado de mis tíos, los olores de la comida preparada por mi abuela y lo bien que lo pasábamos los chicos de entonces, corriendo por el patio grande de la casa de mis abuelos.
Qué lindo es haber vivido todo esto y recordarlo así, aunque me acompañe una gran nostalgia por los recuerdos del pasado. |
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