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03 » Jun 2008 |
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Fabricar ladrillos, un laburo diario para miles de chicos |
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or Ana Inés Cibils, desde Perú
Edison Guzmán trabaja desde las cuatro de la mañana hasta poco antes del mediodía... cuando se lava rápidamente y se va al colegio.
Edison tiene 15 años pero trabaja ayudando a su padre desde los nueve.
Es parte de los miles de niños peruanos que ayudan a su familia en la fabricación de ladrillos.
Para llegar a la zona de Huachipa, en las afueras de Lima, hay que recorrer caminos polvorientos bordeados por fábricas de ladrillos.
Finalmente se llega a la zona de "labranza", como se llama a la tarea artesanal de elaborar los ladrillos de adobe, gigantescas extensiones de terreno árido dividido en "pampas" (parcelas) donde trabaja cada familia.
Reynaldo Guzmán tiene 43 años y hace siete que llegó desde el departamento de Huancavelica, donde se dedicaba a la agricultura, que apenas le alcanzaba para vivir.
De sus seis hijos, tres están en el colegio, Edison estudia por la tarde y las más pequeñas, de uno y tres años, llegan luego junto a su madre.
Como las familias cobran por cantidad de ladrillos fabricados, todos colaboran en la tarea para producir más.
Cuando lo ayuda su esposa, sacan unos 2.000 ladrillos diarios, si no, entre 1.000 y 1.200.
Su contratista le paga unos 50 soles (17 dólares) por millar, por lo que puede llegar a obtener unos 500 soles (174 dólares) por semana, el equivalente a lo que ganaría por mes si trabajara en una fábrica, asegura.
Su hijo Edison ya participa de todo el proceso de fabricación. Y los más pequeños ayudan a "cantear": se suben en cuclillas a los pesados ladrillos que descansan al sol y los giran uno por uno para que se sequen en forma pareja.
Los más chiquitos "traen arena, echan agüita. Cuando no hay clase no tienen nada que hacer, tengo que estar con mis hijitos", alega Reynaldo.
El trabajo le alcanza para mantener a su familia, pero no cree que sea una buena opción para sus hijos.
"Ya no hay ni tierra. Tienen que buscar otro tipo de trabajo", aseguró.
Edison confiesa que preferiría ir solo al colegio y levantarse un poco más tarde. Admite que a veces cuando está en clase le da sueño.
Pero le gustaría seguir estudiando. Cuando se le pregunta en qué quiere trabajar, responde con timidez: "Chef, me encanta".
"Cuando uno les pregunta, los niños siempre prefieren estudiar. Porque el trabajo infantil impide que tengan acceso a la recreación, al deporte, a la educación y a todos los juegos y fantasías de los niños", dijo a la AFP Alfredo Robles, director de la ONG ADEVI (Asociación de Defensa de la Vida), que trabaja en la zona desde 1997, ofreciendo un comedor, apoyo escolar y diversos talleres para los niños y cursos para jóvenes y adultos, con el objetivo que los niños dejen de trabajar y estudien.
La tarea de la ONG ha dado frutos.
"De los 2000 niños que trabajan en esta zona, casi todos están insertados en la escolaridad. Todavía hay un grupo minoritario que trabaja en las madrugadas, desde las cuatro de la mañana hasta las seis y luego van al colegio", lo que "les causa problemas en la atención escolar, la psicomotricidad".
María Leiva no quiere que sus hijos estén muchas horas en la "pampa". "Los niños 'cantean' una o dos horas por día", indicó. "No pueden estar mucho por el clima, el polvo. Hay contaminación por el humo de las fábricas, están sufriendo de los bronquios y se enferman más rápido".
María aseguró que prefieren ganar menos pero que sus hijos estudien. "Cuando un niño trabaja y va a la escuela el rendimiento no es igual, está más cansado. Tenemos menos dinero pero no expones a tus hijos", señaló. "Quiero que sean profesionales, esa es mi meta".
Según datos oficiales, Perú tiene dos millones de niños trabajadores, una cifra que el gobierno planea reducir a la mitad en los próximos dos años. Una muestra más de las desigualdades en la región, que celebra esta semana una cumbre Unión Europea-América Latina con la lucha contra la pobreza como uno de sus temas centrales. (AFP) |
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Categoría : MENORES EN RIESGO | Comentarios [0]
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