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10 » Mar 2009 |
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INFANCIAS ROBADAS: las políticas públicas... |
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... SON LAS UNICAS QUE PUEDEN CAMBIAR LAS CONDICIONES DE FONDO
Por Bernardo Kliksberg (*)
Es difícil ser niño pobre en la Argentina y en América latina.
Si un niño nace en un hogar desfavorecido y sus padres son de limitada instrucción, las cartas están marcadas: habrá muchas posibilidades de que tenga déficits de nutrición, salud precaria y pueda verse obligado a trabajar.
Hay 18 millones de niños menores de 14 años trabajando en la región.
Por más empeño que ponga, en esas condiciones y con una familia que con frecuencia se desarticula bajo la pobreza, difícilmente terminará la escuela.
Sin secundario completo, no se puede hoy conseguir empleo en la economía. Tendrá que subsistir en labores precarias y sin protección social, ni de salud.
Muchos jóvenes pobres no constituirán familia no por no quererlo, sino porque no ven posibilidades de trabajo estable, ni vivienda. Políticas públicas de inclusión vigorosas y el apoyo de la sociedad, pueden cambiar estos destinos prefijados. No existen niños así en países como los nórdicos o en Costa Rica.
Allí todos tienen chances de futuro.
En los 90, las políticas practicadas en el país fueron las opuestas y arrinconaron especialmente a los niños y adolescentes.
A fines de 2002, 75 % de los menores de 18 años eran pobres. La situación mejoró, pero no es hora de triunfalismos.
Ocho niños mueren diariamente por hambre.
Un 20 % de los jóvenes están fuera del sistema del sistema educativo y del mercado de trabajo. Cuando acorralados, algunos de estos niños y adolescentes, caen en el delito, se levanta un coro implacable. Serían niños perversos.
El circuito se cierra. No tuvieron alternativas desde el inicio y desde la "mano dura" se los empuja a ir cuanto antes a la cárcel. Cuando salen de ella, las posibilidades de que consigan trabajo o inserción son totalmente remotas. Es posible salvar estas vidas.
Organizaciones como Cáritas, la Red Social, la AMIA y otras han transformado la existencia de muchos niños y adolescentes al abrirles oportunidades. Entre otras, por ejemplo, una experiencia documentada especialmente por la UNESCO, el hogar "Nuestros Hijos" de Jabad Lubavitch en Buenos Aires, ha logrado 98% de recuperación entre 300 niños en riesgo que rescató. Hizo pedazos el mito de que estos niños no son redimibles. Los esfuerzos de la sociedad civil son muy valiosos, pero no bastan. La política pública es fundamental. Es la única que puede cambiar las condiciones de fondo. Se necesita que asegure salud y educación para todos, apoye las familias pobres para fortalecerlas como núcleo familiar, genere trabajo y espacios de inserción para jóvenes excluidos. Es notable la respuesta que obtuvo un programa del ministerio de Educación que convocó a que los que no terminaron la secundaria se prepararan, con su apoyo, para rendir las materias pendientes. Nuestra sociedad será juzgada el día de mañana, en primer lugar, por el trato que da a sus niños. A muchos de ellos hoy no sólo les está quitando el derecho a la infancia, sino que además se los estigmatiza. Según un estudio reciente, sólo 41% de los latinoamericanos piensa que los niños de sus países son tratados con "dignidad y respeto".
Esa cifra se reduce a 33% en la Argentina.
Un caso extremo son los millones de niños de la calle. Un sacerdote brasileño, Cesare de la Rocca, definió bien la situación. En realidad, "no existen niños de la calle, es un término falso, sino niños fuera de la escuela, la familia y la comunidad". No están en la calle por su voluntad. Son niños excluidos. La sociedad entera no ha cumplido sus funciones y los ha empujado allí. Es hora de dejar de inventar mitos para racionalizar la mala conciencia y de devolverles la infancia a ellos y a todos los niños.
(*) BERNARDO KLIKSBERG es asesor principal del PNUD/ONU para América Latina. Su más reciente obra es "Primero la gente", escrita con el Premio Nobel Amartya Sen (TEMAS, 2009). |
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Categoría : OPINIONES QUE VALEN | Comentarios [0]
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