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15 » Feb 2009 |
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PADRES ULTRAVIOLENTOS...los vimos en el Mundialito de Fútbol |
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Enloquecen de rabia porque su hijos pierden al fútbol
Llegan incluso a pegarles
No son pocas las situaciones
de violencia en el Mundialito
"Hay luz amarilla con algunos
padres", dicen desde la organización.
HORACIO LARA
hlara@rionegro.com.ar
Su hijo juega en el Deportivo Roca. Y porque ese equipo perdió ante Argentinos del Norte explotó de bronca y le pegó a su hijo. Unas mujeres intentaron separarlos y también la ligaron.
Como este caso, varios más donde también abundaron escupitajos y bataholas con piedras en pleno Mundialito de Fútbol, un evento deportivo que convoca a más de cinco mil chicos del país, Colombia, Uruguay y Chile a jugar en distintas sedes de Río Negro y Neuquén -desde el viernes pasado hasta mañana-.
"Esta exaltación del fanatismo de los padres ha prendido una luz amarilla al Mundialito", reconoció Marcelo Marco, quien lidera la organización de este encuentro.
"Han ocurrido casos preocupantes, especialmente, en Zapala, Cipolletti, Allen y Roca", dijo Marco quien resaltó que "hay padres que se olvidan que los protagonistas, aquí, son los chicos, y que lo más importante es el grado de hermandad, amistad e intercambio de experiencias que nuestros hijos pueden alcanzar en este Mundialito con sus pares".
Es cierto, sigue: "los padres, ante los resultados negativos tras los partidos, insultan, se llenan de bronca, se exaltan..Pareciera que se juega la Copa del Mundo. No entienden el esfuerzo de sus hijos, Y no entienden lo que es la pasión por el fútbol. Una pena".
Más allá de "la pena", la mala conducta de los padres parece imponerse como tema a debatir entre los dirigentes deportivos, acuerdan a su alrededor.
"Es que el deporte se inventó para consagrar la habilidad bajo ciertas reglas y leyes, compartiendo normas y valores, encuadrados en una educación de respeto, esfuerzo y convivencia. Esto los saben nuestros chicos que, aunque nos cueste aceptarlo, siguen teniendo inocencia e ingenuidad. Pero también ocurre que muchos de ellos tienen padres que hacen un culto a la sociedad del triunfo, donde hay que ganar o morir. No vale otra cosa. Hay que ganar a pesar de todo. Es ahí donde primero sobreexigen al hijo, distorsionando el objtivo primero y último del deporte; luego, claro, le pegan porque no obtuvieron el triunfo que ellos pretendían desde siempre".
Así de claro analizó el psicólogo social Alfredo Moffat estos incidentes ocurridos en el Mundialito.
"Los chicos viajan y llegan al Mundialito con la ilusión de ganar; muchos pàdres viajan y llegan con las ansias del triunfo. Son dos cuestiones distintas, queda claro. Para el triunfo, según estos adultos, vale la trampa, que es todo lo contrario al deporte. Sino recordamos a Maradona que sigue orgulloso de su mano", agrega Moffat.
"Es una pena que ocurra esto", reitera Moffat, tal como lo dijo antes Marco. "Porque los chicos se inhiben y asustan ante la conducta de sus padres, atentando con su rendimiento en la cancha. De este modo, los adultos, con su sobreexigencia y alto grado de violencia logran lo contrario a lo que aspiran desde un principio", resalta el psicólogo social.
¿Dónde queda el juramente inicial de los chicos del Mundialito, donde expresan su adhesión total al fair play y a la alegría increíble única de patear una pelota de fútbol o gambetearle a un desconocido que quizás pueda llegar a ser su amigo?
Alguien tendrá que ubicar a los padres en su lugar: los chicos solos no pueden, en esta. Los dirigentes sí.
La importancia del juego
En su libro "No hay padres perfectos", Bruno Bettelheim sostiene que el juego enseña simbólicamente cómo el chico tiene qué conocer y utilizar sus talentos particulares y su lugar en la sociedad para aprovechar al máximo sus oportunidades, con el debido respeto al área en que se desarrolla el juego (en este caso la cancha y la tribuna), que representa la vida. "Hay que saber calcular las probables contrajugadas del contrincante, del mismo modo que en la vida es necesario considerar y anticiparse a las probables reacciones que provoquen nuestras propias jugadas, lo que constituye una habilidad importantísima para la convivencia".
Pero cuando aparece el adulto colocando trampas, aclara el psicólogo social Moffat, "el juego ya deja de ser juego para pasar a ser un engaño, una farsa".
¿Qué se juega un padre, entonces, en el juego de sus hijos? "Sus fracasos. Es evidente. Le hacen pagar a sus hijos lo que ellos antes no lograron", sostiene.
"Los padres debieran comprender y aceptar que el mundo lúdico del niño es tan real e importante para éste como para ellos lo es el mundo del trabajo y que, por consiguiente, debería concedérsele la misma dignidad", piensa Bettelheim. Esa dignidad, sostiene, el chico la encontrará en paz y sin la perversión de sus adultos.
AL ROJO VIVO
Mientras no empieza el partido de fútbol en la cancha todos los chicos se sienten capaces de imaginarse victoriosos.
Pero una vez iniciado esto ya no es posible. Hay algunos que jugarán mejores que otros. Si en esta instancia los adultos aparecen con sus frenéticas ansias de triunfar sobre el otro lo único que conseguirán es exacerbar las emociones competitivas de los niños, señala el psiconalista Bruno Bettelheim. Con un componente más loco, todavía: les dicen a los chicos que "todo es sólo un juego, nada más que un partido". Con semejante discurso contradictorio, ¿cómo va a ser capaz el chico de aceptar la derrota con ecuanimidad y sin mermar su propia autoestima?, pregunta Moffat. Pretenden que los chicos sean más maduros que sus adultos. "Los niños no pueden poseer, ni debería esperarse que posean- un control tan maduro de sus emociones, en particular cuando la intervención de los adultos ha puesto los sentimientos al rojo vivo". |
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Categoría : LLAMA LA ATENCION | Comentarios [0]
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