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Por Mora Cordeu, de la agencia Telam
La escritora Liliana Bodoc, flamante ganadora del Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor por su novela "El espejo africano", afirmó que la atrapa el riesgo de escribir para chicos. Para la autora de la trilogía ïLa saga de los confinesï, "hay que arriesgar en las estructuras, en el lenguaje, en las temáticas, sin olvidar que uno se dirige a un lector y a un ser humano en formación con lo cual hay que manejar códigos determinados, no perder de vista el sentido básico de la comunicación".
"Mas allá de eso -agregó- se trata de hacer literatura y proponer a los chicos un recorrido por la estética de la palabra y del lenguaje. Eso me apasiona de manera particular".
¿Cómo influye en el género el paso del tiempo? "Hay obras que resisten y resistirán todo el tiempo del mundo, porque por sus características han alcanzado la categoría de clásicos. Podemos leerlas siempre, resignificarlas de manera permanente. Hay otros textos que son más coyunturales", consideró la escritora, que será premiada con la suma de 18,000 pesos y la publicación de la obra.
En el caso del libro ganador del concurso, hubo dos disparadores que se conjugaron, contó Bodoc: "Las ganas y el deseo enorme de contar una historia que se relacionara con la esclavitud en América -y obviamente con el anhelo de libertad que presupone- y la idea de seguir un objeto a través de sus vicisitudes a lo largo del tiempo".
Esto se resumió en el personaje principal, describió la autora, "una niña africana que es cazada por negreros y llevada en un barco a las costas del virreinato del Río de la Plata, pero trae consigo un pequeño amuleto que le alcanzó a dar su madre, un pequeño espejo".
"La trama está atravesada por la historia de esa niña y por el espejo que va y viene -incluso pasa por las manos de San Martín- y se mueve en un territorio ficcional aunque se compromete con algunos acontecimientos históricos, como la derrota de Cancha Rayada o la Asamblea del año 13, es decir va tocando esos hechos de manera sutil", apuntó.
"Fuera de cualquier intención admonitoria", Bodoc señaló que cuando escribe "hay una intención importantísima de conmover, de sacudir, de que la literatura aun siendo para niños y para jóvenes, de ninguna manera les resulte un relato pasatista, superficial. Intento emocionarlos, conmoverlos, interpelarlos, molestarlos incluso en algún lugar".
En una época donde se busca impactar con las tapas, las ilustraciones, las colecciones, Bodoc dijo que no es extraño ver como los chicos ponen su interés en juego cuando el texto literario lo vale. Cuando el texto les facilita todo, como esas hamburguesas precocidas y predigeridas, es más difícil que los atrape esa historia".
Bodoc reivindicó su pertenencia a un grupo de escritores que toman muy en serio la escritura para niños y para jóvenes: "Muchas veces contra un discurso académico, de la crítica, un discurso de los medios, y de los adultos en general bastante falaz, porque a veces se presume de un cierto respeto hacia el género infantil, pero en la práctica no está acompañado por hechos".
"Es un género bastante bastardeado -opinó-, hay dos o tres cátedras apenas de literatura infantil en las universidades de letras en todo el país, y en algún caso son voluntarias. Esto demuestra palmariamente que para muchos intelectuales la literatura infantil y juvenil es un género menor".
"A esto nos enfrentamos un grupo que estamos seguros, porque sabemos lo que se transpira cuando uno escribe para niños, de que puede ser un género tan importante como cualquier otro", consideró la escritora nacida en Santa Fe, pero que desde los cinco años vive en Mendoza. Ema Wolf, Graciela Monte, Esteban Valentino, Margara Averbach, Sandra Comino, enumera Bodoc entre algunos de sus pares con los que se siente consustanciada.
Sin establecer diferencias entre los niños de las grandes ciudades y del interior del país, Bodoc remarcó que "sí hay una diferencia clarísima cuando uno va a lugares cadenciados, abandonados de la mano de Dios, ahí donde cae un escritor cada muerte de obispo: ahí te reciben con unas ganas de saber todo, una avidez mucho mayor que los niños bien alimentados o estimulados culturalmente".
La escritora pertenece a una generación "que leía de todo. No estaba tan cuidado el tema, no había colecciones, ni franjas etarias. Uno agarraba el libro que encontraba en la biblioteca. Desde Mujercitas hasta toda la serie de Lassie y Alicia en el país de las maravillas pero también leí cosas que seguramente no entendí o no me convenían para mi edad. En esa época no había mediadores", concluyó. |
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