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De Cátedra Libre Digital
En octubre de 1978, Héctor Presa y Dora Sterman fundaron el grupo de teatro para chicos La Galera Encantada con el objetivo de especializarse en el teatro para niños y jóvenes. La idea surgió en base la necesidad de conformar un espacio en gente especializada en diferentes prácticas, uniendo diferentes disciplinas en función de generar un proyecto común. CLD: ¿Cómo fue creciendo el proyecto a través de los años?
HP: Es un grupo que durante los primeros 10 años se manejó como itinerante, y recién después pudo alquilar su sala propia. Pero desde el primer momento los procesos de investigación y producción fueron objetivos fundamentales en el desarrollo del proyecto. Las cosas fueron cambiando mucho. En la actualidad hay casi 60 personas trabajando en diferentes áreas, espectáculos, proyectos. Vamos a los colegios, los colegios vienen a nuestra sala, vamos al interior.
CLD: ¿Como son elegidas las temáticas de las obras?
HP: Hay de todo un poco. Estrenamos hasta el presente más de 112 espectáculos diferentes. Hay altos porcentajes de obras de autor, mías o de otros colegas, y otras adaptaciones de clásicos, de casi todos los poetas. No hay cuento que no hayamos hecho, dándole una vuelta de rosca con nuestro sello, con dinámica, incorporándole lo lúdico. Es fundamental que se tenga en cuenta la imaginación de los chicos. Nuestros espectáculos tienen poco despliegue de producción, pero tiene una escenografía con objetos que se transforman permanentemente, con alto dinamismo, transformación de las cosas. Ese es nuestro criterio estético.
CLD: ¿Como son las respuestas de su público en los distintos sectores sociales?
HP: En los lugares más austeros se conserva bastante la capacidad de asombro de los chicos. Todavía sucede también en las regiones del interior hacia donde viajamos. A los chicos de sectores más altos es más difícil sorprenderlos, porque viven una realidad mucho más repleta de información, de estímulos. Por eso, tenemos en cuenta donde vamos cada vez. No modificamos el contenidos, pero si otras cuestiones. Sabemos que el teatro tiene que seguir siendo siempre una opción sensible: debe movilizar a todos por igual, debe lograr esa conexión.
CLD: ¿Y las respuestas de un adulto, en relación a las de un chico?
HP: El chico si encuentra motivos para hablar, habla. Si está sobre estimulado, si está aburrido, si le falta motivación, si sucede algo en escena que lo moviliza, siempre interrumpe, participa. El adulto, en cambio, siempre está callado. Maneja otros códigos. Por más que a Hamlet le estén poniendo veneno en la oreja jamás le van a gritar “¡cuidado!”. El chico donde puede encontrar un lugar donde meterse, se mete. Desde La Galera no hacemos obras participativas, pero creemos en otro tipo de involucramiento, desde la emoción, desde la identificación, la vivencia.
CLD: Ustedes trabajaron en teatro en épocas de la dictadura. ¿Influía el clima político en la creación artística de teatro para chicos?
HP: La dictadura lo que planteaba era una gigantesca censura. Paradójicamente no era la que ellos nos establecían, sino la que nosotros mismos como artistas nos imponíamos. Todos sufrimos eso a partir de la represión, una gigantesca autocensura. Nadie sabe lo que es crear en represión si nunca lo vivió. Inclusive para la creación dirigida a los chicos. Yo hice “Así no juego más” en el San Martín, que era un espectáculo sobre la violencia de los chicos en los juegos cotidianos, y me mandaron a decir que no la haga más, me atemorizaron y, gracias a apoyo del director del teatro en ese momento, puede seguir haciéndola, pero ahí el problema era como reaccionabas ante eso. El problema surgía cuando te ponías a escribir y no lo hacías de manera completamente libre.
CLD: ¿Crees que influye la mediatización y la sobreinformación en la infancia actual?
HP: Creo que el bombardeo mediático hace que los chicos piensen menos. Pero también creo que es una cuestión de decisión familiar dejar que eso pase. Antes el televisor era una tentación como ahora, pero los padres ponían el límite de cierta cantidad de horas, y los chicos no podían ver más que eso. Además, no había computadora, entonces vos jugabas con los juguetes que tenías, o hablabas con tu familia, tus amigos. Creo que el hecho de que todos jueguen a la Play Station, por ejemplo, no significa que en cada familia no pueda ponerle un límite a esa costumbre. Creo que la familia puede inculcarles a los hijos la capacidad del juego, del pensamiento, aunque eso implique más esfuerzo, más trabajo. Creo que lo que se deterioró probablemente es la familia, la educación, por la sobre exigencia en el trabajo, por ejemplo. Si los chicos ven una televisión violenta, vas a ir a eso, lo mismo que una televisión erotizada. Creo que el trabajo familiar para evitar que los chicos caigan en la violencia creció, y paradójicamente, tienen menos tiempo para ocuparse de ellos. Pero eso no significa de ninguna manera que la infancia actual haya perdido toda esperanza de ingenuidad, de imaginación, de inocencia. Solo hay que saber educarla, para poder conservarlas. |
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