23 » Nov 2024
Diario Río Negro
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Fernando Castro
Editor Responsable
 
  13 » Jun 2009
Mariana Enriquez
  Hace un par de años leí un libro cuyo título es La Joven Guardia. Se trata de una recopilación de cuentos de escritores argentinos nacidos a partir de la década del 70. El libro es muy dispar si se tiene en cuenta la calidad de cada uno de los relatos. Después de leerlo me quedé pensando en que lo mejor que tenía la compilación, ya abordándola como totalidad, como muestrario de lo que está escribiendo esa generación de escritores, era el desprejuicio con el que cada uno de ellos, todos con algún libro publicado, elegían los diferentes temas de sus textos. Se veía en ese libro una falta de tapujos que lamentablemente no siempre tenía su correlato en el resultado final de cada cuento.

Como estado de lo nuevo de las letras argentinas era claro: eran todos escritores en formación, cuyos libros futuros dependerían de lo dispuestos que estuvieran a encerrarse entre cuatro paredes frente a una computadora o una hoja en blanco.

Me acuerdo, y acá voy al tema principal del post, que dentro de la antología había un relato de una chica que escribe en Página/12. Se llama Mariana Enriquez. El cuento lleva por nombre El aljibe. Y cuando lo leí sentí algo parecido al miedo. Es uno de los mejores relatos publicados que un autor de su camada haya escrito en los últimos cinco años.
 
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  31 » May 2009
Trabajo y Literatura
  Guillermo Saccomanno es uno de esos escritores que entienden la literatura, además, como una herramienta política. Le hice una entrevista para el diario, y lo escuché pasar de Dostoievski y la Nueva Narrativa Argentina, a los Montoneros, el ERP, el peronismo, el campo popular, a los nombres y prontuarios de ex represores con nombres agrios que en sus palabras parecen serlo todavía más.

En la breve charla que mantuvimos me contó una historia que yo conocía en parte: hace como 30 años hizo la colimba en Junín de los Andes. Ahí conoció a Orlando "Nano" Balbo, un docente que ahora milita en la Central de Trabajadores Argentinos. Nano y Saccomanno me contaron cómo eran sus días en el regimiento de Junín. Eran unos soldados superpolitizados. Una imagen poco habitual si se la compara con el lugar común que quedó como imperativo de la época: pibes flacos y muertos de frío corriendo de un lado a otro, porque eso los disciplinaría en la respuesta torpe y automática a órdenes igual de torpes y automáticas.

Se la pasaban hablando de política, a la noche, después de las guardias, y hasta cuando estaban de franco, dentro del cuartel, porque la verdad es que no había mucho para hacer afuera de las paredes heladas detrás de las cuales pasaban sus días y en el tiempo libre optaban por quedarse dentro del regimiento.

El caso es que los dos amigos dejaron de verse tiempo después de la conscripción. Saccomanno incluso llegó a pensar que Nano estaba desaparecido. No es un pensamiento infundado: después supo que Nano estuvo detenido en un centro clandestino y fue torturado por la dictadura militar. (Lo interesante es que, primero, Saccomanno intuye eso por contexto: no tenía datos fehacientes de que fuera así, pero le bastaba mirar un poco lo que pasaba, y pensar en los que ya dejaban de estar para arribar a la conclusión.)

En este punto, la historia tiene un bache de más de treinta años. Saccomanno estudió Letras. Siguió leyendo a conciencia, como cuenta, leyó toda su vida. Se puso a escribir. Después, un día, en una feria del libro en San Martín de los Andes, una persona viene y le dice a él, un narrador con cierto prestigio en las letras argentinas: "Te manda saludos el Nano". Ahí se enteró de que su ex compañero de la colimba seguía con vida.

Poco después se encontraron y trataron de dejar de lado la borrachera melancólica del recuerdo. En su lugar, pensaron en una convocatoria que los rescata a ellos como esos dos que fueron cuando dejaron de verse: todo aquel trabajador que tenga una historia para contar, que la escriba. El que no la pueda escribir, porque no sepa leer o escribir, que le pida a alguien que se la escriba. "El mundo del trabajo", se llama la convocatoria, a la que no quieren decirle concurso. La CTA elegirá unos textos y los publicará, en un libro y en sitios de internet. "Tenemos que desacralizar la escritura. Hay que bajar la literatura del pedestal. Hay que recuperar la palabra como forma de construcción de la identidad de los trabajadores por ellos mismos", dice Saccomanno.
 
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  13 » May 2009
Palabras
 


“Editar lo que alguien dice me parece siniestro y es una costumbre muy propia del periodismo argentino. Y yo nunca entiendo porqué lo hacen. A mí me pasó muchas veces que me encuentro, me veo en publicaciones diciendo palabras que yo sé que no digo. Yo sé las palabras que elijo. Sé si voy a decir hospital o nosocomio. Y sin embargo a veces me veo diciendo palabras como nosocomio. Y me parece curioso porque yo creo que los periodistas deberían entender que las palabras que uno dice me parecen tan importantes como las supuestas ideas que uno trata de transmitir con estas palabras. Sin embargo los periodistas se creen libres de poner cualquier palabra en boca de cualquiera; de traducir lo que alguien dice a un lenguaje supuestamente… mejor ¿será? Me impresionó mucho. Es como si en una foto a mí me pusieras pelo rubio, ¿no? ¿Por qué?”

Parte de una entrevista a Martín Caparrós publicada en eblog. El resto de lo que dice uno de los cronistas más trascendentes en la actualidad (cualquiera sea el idioma en que escriba), acá.
 
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  09 » May 2009
Narcocultura
  “El narcotráfico suele golpear dos veces: en el mundo de los hechos y en las noticias, donde rara vez encuentra un discurso oponente. La televisión acrecienta el horror al difundir en close-up y cámara lenta crímenes con diseño “de autor”. Es posible distinguir las “firmas” de los carteles: unos decapitan, otros cortan la lengua, otros dejan a los muertos en el maletero del automóvil, otros los envuelven en mantas. En ciertos casos, los criminales graban sus ejecuciones y envían videos a los medios o los suben a YouTube después de someterlos a una cuidadosa posproducción. La mediósfera es el duty-free del narco, la zona donde el ultraje cometido en la realidad se convierte en un informertial del terror.”

El escritor Juan Villoro y la legitimización de los carteles de su país en la “sociedad del espectáculo”. El resto del texto, vía El Malpensante.
 
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  08 » May 2009
Los trabajos y los días
  “Cuando me pregunten por la literatura argentina, voy a decir que el escritor que tiene más futuro trabaja limpiando piletas”.

(Un periodista chileno, al hablar de Félix Bruzzone, citado en un artículo de Crítica acerca de cómo se las ingenian para subsistir los narradores argentinos.)
 
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  08 » May 2009
El barbijo del fin del mundo
 


Vaya este post como humilde homenaje de Ruta León al primer contagio de gripe porcina entre nosotros: A mitad de camino entre la Ciencia Ficción y la más pura especulación científica, el filósofo Pablo Capanna traza un perfil del que podría ser el virus del fin el mundo, uno de cuyos eslabones -perdidos- acaso sea, por qué no, el ordenador donde estés leyendo esto (¡!).

Click acá para leer la nota publicada en el suplemento Futuro, de Página/12.
 
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  29 » Apr 2009
Ballard
 


Hace algunos días murió J.G Ballard. Fue un escritor que ofreció una mirada diferente sobre los cambios experimentados a partir de la segunda mitad del siglo pasado por ese amasijo de carne, automóviles, computadoras y virus en mutación constante (¡Oink de chancho mediante!) llamado civilización.

Junto a la obra de Philip K. Dick, la de Ballard, que recibió el reconocimiento mundial en los últimos veinte años, no pudo despegarse nunca del lastre de formar parte de un subgénero literario: la Ciencia Ficción, una clasificación que sirvió para contar desde antes los cambios espectaculares que sucederían después, y que ahora se encuentra en una disputa cabeza a cabeza con el realismo para ver quién es quién.

Los libros de Ballard no son sólo un laboratorio científico-literario vaticinador de delirios, de verdades como porciones de la realidad tamizadas por un ácido lisérgico. Uno se quedaba con la impronta, luego de leer Crash, luego de leer Noches de Cocaína, de una poética puesta al servicio del desastre. Un libro de Ballard deja en la mente de quien lo lee la imagen de un amanecer post-catástrofe, de un silencio espeluznante, o de la refundación de un planeta (ojo, no esa epifanía pavota que permite digerir bien los pochoclos cuando lo que la provoca es una película del Village; más bien los ojos abiertos para ver todo eso que hasta la mañana anterior no habías apreciado).

Entre todo ese tufillo a fin del mundo que suelen tener algunos de sus textos, siempre hay cierta cuota de esperanza. Hasta que, claro, prendas tu televisor y todo vuelva a hacerse añicos nuevamente contra tus pupilas.

El que mejor dijo todo esto en las innumerables notas publicadas en los últimos días tras la muerte del inglés fue Juan Villoro. Dijo: “J. G. Ballard logró distinguir, aun en medio del caos, el desconcertante resplandor de la belleza.”

Acá, su texto completo.

(La foto, por si hace falta, muestra a Borges y a un Ballard de mediana edad.)
 
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  25 » Apr 2009
El quijote del barrio de Flores
  César Aira, en Madrid, vía La Lectora Provisoria.
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