La vida del escritor uruguayo Felisberto Hernández fue dura: la pobreza amenazaba con comerle los talones todo el tiempo, tuvo que ganarse la vida tocando el piano en clubes de segunda, pero logró escribir, cuando la falta de tiempo le daba respiro, cuentos que mucho tiempo después serían apreciados por parte de los escritores más importantes del boom latinoamericano.
Ahora un indiscutido, las nuevas generaciones, de boca en boca, y en alguno que otro suplemento cultural, comienzan a saber quién fue.
Murió en 1963 y fue Julio Cortázar quien lo elevó a la estatura de héroe personal. Llegó a dedicarle una carta, con Felisberto ya fallecido, que sirvió de prólogo a una compilación de buena parte de su obra.
Los condimentos de la vida de Hernández adquieren ribetes novelescos: se codeó con parte de la intelectualidad de París en los años cuarenta. Allí había ido becado por el gobierno de Francia y terminó conociendo en Europa a una de sus cuatro esposas: una espía de la URSS, algo por completo desconocido por él.
De esa imperdible historia, casi una novela de espionaje no exenta de los estiletazos del amor y la oscuridad, pueden encontrar, más datos, en este artículo.
Osvaldo Soriano reflexionando sobre su estilo, en unas cartas publicadas como soporte de un artículo que pueden leer completo acá. Por si hace falta precisarlo, la ilustración de arriba es de Miguel Rep.
En la memorable escena de arriba, Wes Bentli (Riky Fitts en la película -Belleza Americana; 1999-) le dice a Tora Birch (Jane Burnham) lo siguiente: "A veces hay tanta belleza en el mundo que siento que no lo puedo aguantar y que mi corazón se está derrumbando".
Existen libros que pueden considerarse obra de un escritor mayor, libros que deberían figurar en cualquier catálogo que incluya lo más importante que alguien haya escrito en determinados momentos de la historia de determinadas literaturas –aceptando que hay muchas literaturas y que una de sus posibles subdivisiones es el origen geográfico de esas determinadas literaturas, una definición a todas luces arbitraria y a la que no suelen adherir los escritores–, libros que pese a su impacto, y a la anónima pero contundente impronta que dejan en un puñado de lectores, sin embargo quedan perdidos en los anaqueles de las librerías, o en los depósitos de las editoriales que los dieron a conocer.
Esta variante de la injusticia suele dejar sin aliento a los pocos lectores que logran atraer ciertas obras en su primera edición. Los deja, también, repletos de preguntas sobre la forma de circulación de un libro y sobre los tiempos que requiere un texto para lograr, finalmente, trascender a un público más amplio.
Es el caso de Aurora Venturini y su libro Las primas, de quien puede decirse que si no sucede algo muy estrafalario, quizá algún día, algún historiador del arte, o de las letras, uno de esos escudriñadores de saldos en busca del arca perdida en la calle Corrientes, recupere el legado de esta octogenaria, una de las escritoras más modernas de argentina.
La historia detrás del libro es tan interesante como el libro mismo. Fue publicado en 2007 luego de obtener el premio Nueva Novela, en el concurso convocado por el diario Página/12, que hasta donde yo sé, luego de esa primera edición no volvió a convocarse.
Se dice que más de un integrante del jurado se sintió en una encrucijada. ¿Era posible que un escritor desconocido pudiera escribir así? Parte del jurado, entre ellos Sandra Russo, Rodrigo Fresán y Alan Pauls, en medio de las dudas, apuntó su mirada al indefinible César Aira. Así, el autor de Embalse, entre otros títulos de una vastísima e imprescindible obra, se habría presentado a concursar por el mero afán de poner a prueba el veredicto, y en el camino dejar una de sus gemas para ver qué decían. Pero no fue eso lo que pasó. Finalmente la novela fue elegida como la mejor entre aproximadamente 650 originales.
La novela es, en el fondo, la presentación de un método: cómo se inventa un lenguaje. En este caso, el de Yuna, una adolescente con un leve retraso mental que pinta cuadros dignos de un talento que en principio ella no podría tener. Yuna es una rara entre raras: su maldecida estirpe (ella, sus primas y su hermana) es la prueba de algún oscuro designio genético: todas presentan algún tipo de malformación, locura o grado de idiotez.
Lo primero que es mágico en el libro es que Yuna escribe y es creíble cuando lo hace. Y lo que cuenta lo cuenta desde una mirada no convencional, como no convencional sólo puede ser la mirada extraña de alguien que se sabe casi un engendro (ella tiene esa conciencia sobre sí y no emite juicios morales al respecto). Lo otro que también es mágico es que pareciera haber un secreto en la forma con la que el lenguaje de Yuna atrapa el mundo con una mirada entre cándida y desesperanzada, que deja ver rastros de una puja interna desprendida de los prejuicios sociales (vividos más como curiosidad antropológica que como padecimiento) y de las miserias y cómo afectan a los corazones sensibles –el de Yuna es uno–, en medio de una profunda reflexión sobre el lenguaje.
Contar la historia que cuenta este libro, como en algunos grandes libros, es no decir nada. Sólo alcanza con decir que es algo así como una breve autobiografía novelada, donde confluyen ciertos tópicos barriales que remiten a la mitad del siglo pasado, y donde también se da cuenta de cierta percepción, propia de las clases medias, sobre el arte como forma de ascenso social.
La historia de Venturini también es riquísima. Antes de recibir el premio por Las Primas, ya tenía una extensa obra que se perdió en el ostracismo de ediciones chicas. En 1948 Jorge Luis Borges le había entregado el Premio Iniciación por su libro El solitario.
Se codeó en Francia, a donde se fue exiliada luego de la Revolución Libertadora (que no tenía nada de revolucionario ni de libertador), con Jean-Paul Sartre, Simon de Beauvoir y Albert Camus. Escribió sobre Lautremont y Rimbaud. Finalmente, a los 85 años escribió Las primas, en La Plata, libro por el que debería ser recordada, con más justicia, como parte de lo más importante publicado por un escritor argentino en el primer tramo del siglo XXI.
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Modalidad
Un encuentro semanal, de 2 horas cátedra (1,20 hs. reloj)
Actividad
A partir de diferentes consignas se propicia la interrelación de los participantes con diferentes
modalidades de escritura (la narración, el verso, la dramatización, etc.), proponiendo el intercambio mutuo y la familiarización con la obra de los autores más reconocidos, en todos los niveles (internacional, nacional y regional), de todas las épocas.
Objetivos
Abastecer a los participantes de las herramientas que les permitan elaborar producciones propias, en
las distintas ramas literarias. El cuento, la poesía, el teatro, etc.
Concretar la publicación del trabajo conjunto de los talleristas, como corolario de la actividad realizada
durante el año.
Costo del Taller
$60 por participante por mes
Días y horarios
Martes a las 20 horas. Inicia martes 1 de setiembre
Informes e inscripción
De lunes a viernes de 9 a 14 horas.
TE: 4490300 int. 617
E-mail: infoeduco@gmail.com
Cupos limitados
Alejandro Flynn
Nace en Sáenz Peña, Gran Bs.As. en 1958. En 1976 se radica en Bariloche. Allí escribe cuentos y
poesías y en los finales de esa década, forma parte – junto a Luisa Peluffo, Graciela Cross, Manuel
Benderski y Adrián Beato (entre otros)- de los talleres literarios que coordina Juan Raúl Rithner. En
1980 participa en dicha ciudad del 1o Salón de Poesía Ilustrada.
Desde 1990 incursiona en el texto dramático con la obra “Moreno”, seleccionada, editada por el INT
(Instituto Nacional del Teatro) y estrenada por el grupo Fray Mocho, de Bs. As. en el teatro del mismo
nombre, en cuya sala se mantuvo en cartel durante dos años (para julio de 2009, dicho elenco,
anuncia la renovación de los ensayos de dicha pieza, para ser reestrenada próximamente).
Con “Moreno” y hasta la actualidad, sumó ocho obras, incluidas las dos más recientes (2009) alusivas
al próximo bicentenario de la Rev. de Mayo.
Su novela “La sombra del sol” intervino en el 1o Concurso de Novela del diario Clarín (1999).
En 1994 se radica en la ciudad de Neuquén, participando en distintas publicaciones. Entre los años
2005 y 2006 conduce el programada cultural “La Cofradía”, emitido por radio Luna FM.
Habitual colaborador de las páginas culturales del diario Río Negro y coordinador de talleres literarios,
en la actualidad se desempeña en la Esc. Sup. de Bellas Artes a cargo de la cátedra de Dramaturgia,
en la carrera de Actor/Actriz.
En 2009 la editorial EDUCO publicó su libro de versos y relatos "Juan, los perros y el cielo".