Como voy a ir a votar y no quiero contagiarme la gripe porcina, agarro y voy a la farmacia para comprar algunos barbijos. Así me quedan. Tengo el firme propósito de ponerme uno. Aunque a priori me dé un poco de vergüenza, aunque me cueste todavía creer que podría asistir a esa imagen findemundista en la que me veo a mí mismo entrando a sufragar con la cara –también– adentro de la campera y buscando enemigos que tosan en una escuela.
La primera farmacia a la que voy está cerrada, y entonces voy a otra que es algo así como la vedette de las farmacias, un faro difícil de eludir que abre las veinticuatro horas, y cuando llego veo que está llenísima de enfermos, personas en vías de convertirse en uno, o parientes de uno u otro caso. Son las ocho de la tarde, un poco más, un poco menos, llevo una película recién alquilada, no estoy resfriado, no quiero agarrarme ningún virus y me digo que es una mala idea entrar así a una farmacia repleta a tal punto que hay personas que prefieren esperar en la vereda, nunca había visto algo así.
Entonces veo en una listita de la puerta cuál está de turno, y cuando llego a la farmacia de turno hay cinco, seis personas esperando, y pregunto desde la puerta a un farmacéutico cansado, un tanto filtrado, acompañado por su hijito que no debe tener más de diez años al que, presumo, alguien está por pasar a buscar, o alguien debería pasar a buscar, porque si hay peores lugares donde estar por estos días uno de ellos es una farmacia, pregunto, si quedan barbijos. A lo que el tipo responde que no, y que tampoco tiene alcohol en gel. Le digo gracias y vuelvo a la farmacia anterior, la que estaba desbordada, no sin antes pasar por otras dos que me quedan en el camino, y que también constato cerradas, como en hibernación, en esa calma aséptica y de salón de belleza que destilan tenuemente las farmacias cuando están cerradas, luces blancas, vidrios brillosos como mostradores, chicas sonrientes en propagandas de dentífricos, en fin, una farmacia.
Y así llego a la farmacia grande, la que evité en todo momento, y miro a la gente en la puerta, que ya desde el vamos me mira a mí como diciendo ¿vas a entrar? y respondo que sí mentalmente, y paso la puerta porque hay que sacar número, y tengo como quince personas adelante. Veo que todos los empleados tienen barbijo, a excepción de una señora kamikaze que debe ser soltera o solterona si me atengo a la edad que le calculé, y que por eso decidió no usar barbijo digo yo, y asisto a que de este lado del mostrador, entre los que esperamos, hay dos tipos y otra señora con la boca tapada con pañuelos, servilletas, o cualquier cosa que en su imaginario sirva para filtrar el bicho, y hay dos hombres más que llevan barbijos y esos son los que concentran buena parte de las miradas.
En todo el ambiente hay una pregunta no dicha, y esa pregunta es a título de qué esos tipos llevan puesto un barbijo. ¿Son simples precavidos o rotundos enfermos? Todos nos hacemos esa pregunta, y nos quedamos mirando raro, con ojos de Vietnam, de cuchillo entre los dientes en una farmacia.
-¿Hay una forma distinta de escribir para el blog (más rápido, sin tanta corrección...)?
-No falta quien piense mucho para responder: "La practica del blog ha llevado a la escritura a muchas personas que antes poco o nada escribían". Lástima que muchas de ellas piensen que no merece la pena preocuparse con la calidad de estilo de lo que se escribe. El resultado está siendo que, a la vez que se escribe más, se está escribiendo peor. Personalmente cuido tanto del texto de un blog como de una página de novela.
"En la vida a menudo tengo opiniones estúpidas como cualquiera pero mientras escribo no tomo posición: ataco la tarea, describo lo que veo. Aprendí que no hay que atender a cualquier crítica porque, ya sabe, el lector toma una novela y la usa para sus fines personales. Hago lo mismo; tomo de la vida lo que me sirve para hacer una ficción de arte."
Alan Pauls escribió un libro que debe estar entre lo mejor que un argentino haya escrito en los últimos 15 años. Ese libro se llama El Pasado, y lo publicó la editorial española Anagrama, que le otorgó su prestigioso premio Herralde por la novela.
Es un libro sobre el amor y su enfermedad. Es un libro densísimo, que debe tener casi unas 500 páginas.
La Nación le hizo una entrevista (que incluye un video con él arrojando algunas definiciones), donde vuelve a abordar el mismo tema que en El Pasado, entre otros.
Para quienes no lo conozcan, es el tipo canoso que aparece en el canal I-SAT, presentando un ciclo en el que muestra buena parte de lo mejor del cine europeo contemporáneo.
Pauls tiene otro gran libro. Se trata de El factor Borges (también publicado por Anagrama), un ensayo donde desnuda y relee con una inteligencia proverbial al autor de Ficciones.
Según el planteo del poeta del barrio de boedo, un día el autor de El Aleph fue a un banquete en compañía de Norah Lange, quien se fue de ese mismo banquete con otro poeta, Oliverio Girondo, en vivo y en directo.
Héctor Kalamicoy volvió a publicar. Esta vez, luego del escandalete que provocaron sus poemas, un relato, una versión patagónica de la voz narradora de No es país para viejos (No country for old men), de Cormac McCarthy, que aparece en el número que festeja el quinto aniversario de El interpretador, dedicado a la policía.
Luis García, fotógrafo de la agencia de Neuquén del diario, me dio la foto de arriba. En verdad lo que tengo que decir es que yo le pedí una foto cualquiera. Una que le gustara y que tuviera en el archivo y quisiera desempolvar para publicarla en el blog.
Cuando me dio la foto me habló de códigos. A mi la palabra código me genera cierto escozor. Y se lo dije. Todo el mundo dice, cuando se refiere a alguien, que tiene o no códigos. Pero es una palabra tan castigada por su vinculación a la mafia que me resulta un tanto difícil tener que usarla. Ok, me dijo Luis, todos los días vemos un mafioso nuevo.
Y lo cierto es que después me contó que antes costaba menos sacar una foto en un piquete o un corte de ruta. "Había códigos: yo hacía mi trabajo y ellos hacían el suyo", me dijo. Y después me tiró una larga lista de coberturas donde volvió con el auto apedreado y me habló de otros fotógrafos golpeados o amenazados en circunstancias idénticas. De ese tipo son las pequeñas y grandes historias detrás de las fotos que vemos en los diarios.
La foto tiene 12 años, Luis la sacó en un piquete en Cutral Co, donde la ruta estaba cortada y una bala policial mató a Teresa Rodríguez, que iba cruzando.
Los Angeles Lakers le ganó a Orlando Magic en la noche del domingo, y con eso consiguió su decimoquinto anillo de la NBA. Esto, para alguien que no tenga la menor idea de básquet, quiere decir que esta franquicia ganó su título número 15. Un anillo dorado con el logo de la liga para cada uno de los jugadores que salen campeones. Un anillo que tiene más kilates de figurita difícil que de metal preciado.
Fue el mejor equipo a lo largo de toda la temporada. Y sobre todo en la final contó con la regularidad machacante del español Pau Gasol, alguien que no me despierta ninguna simpatía en particular, que hace un trabajo que no parece espectacular, pero es el tipo de trabajo que necesitan los Lakers, y alguien además que terminó siendo, "libra por libra", el mejor jugador de la serie final. Es cierto que también estuvieron los triples determinantes de Derek Fisher.
Está claro que solos, los dos, no hubieran llegado a ningún lado. Y que cuando las papas quemaron, el que terminó apareciendo fue Kobe Bryant que, es sabido, pese a sus no tan buenos porcentajes en tiros de media distancia, suele tener especial puntería para los lanzamientos que definen los partidos.
Más allá de esta salvedad, si tengo que rescatar algo de este equipo es la fortaleza mental. Una novedad si se compara con otros equipos de los Lakers donde todos terminaban haciendo la suya. Por lo general, en estos playoff no les fue tan fácil ganar (la paradoja tal vez sea que lo que menos les costó fue la serie final, que se adjudicaron 4-1, con partido consagratorio de visitante).
Pero siempre terminó imponiéndose por carácter, por el solo hecho de lograr que la pelota pesara en el último segundo lo mismo que en el resto del partido.
Abajo, un compilado con lo mejor de Kobe en 2009. (Por espectacular, no por expresar lo que este blog considera como un jugador integral.)