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31 » Dec 2008 |
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PABLO PARRA, EL ÚLTIMO ILUSIONISTA |
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El fútbol es siempre más lindo y gozoso en el terreno de lo nostálgico, algo que suena extraño por ser un deporte apretado por la instantaneidad y los deseos de urgente éxito. Estas líneas tienen que ver justamente con el recuerdo, el regreso de imágenes imborrables, de sensaciones únicas. Con rememorar a un jugador indeleble para muchas memorias, y castigado por otras; el último ilusionista que disfrutaron los hinchas de la región: tienen que ver con Pablo Parra.
“No nací para ser futbolista”, dijo durante la última entrevista a fondo que tuvo con este diario, hace algo más de cuatro años. Lo hizo para explicar sus tropiezos futbolísticos a pesar de ser poseedor de un talento inasequible y deslumbrante. Volver a ver al “Chala” en acción hace unos días, aunque haya sido en una especie de soltero contra casados y con algunos kilos de más, fue una mezcla de sensaciones, como hallar un enorme vaso de agua en medio del desierto, pero después de algunos minutos entender que sólo se trata de un engaño, una triste ilusión óptica.
Parra es la muestra viviente de que el talento no sólo es un pequeño porcentaje en el empinado camino para ser alguien en el fútbol profesional; muchas veces es un arma de doble filo. Por estas tierras, en épocas contemporáneas, nadie fue tan majestuoso a la hora de tener un balón abajo de la suela y ningún jugador consiguió, por sí solo, llenar estadios, como lo hizo el maravilloso número "7" albinegro con la Visera de Cemento.
¿Es injusto que un tipo iluminado por la gracia del "Dios del fútbol" diga y actúe como si ese deporte, como si esa tarea para la que fue llamado a ser grande, no le importase más allá del placer momentáneo, cuando hay muchachos con un cuarto del don que venderían su alma con tal de tener la pegada de Parra, su panorama, su freno indescifrable, la gambeta exquisita y provocadora?
A principios de los '90 llegó a River, fue goleador de la reserva e incluso estuvo en el banco de primera antes que Ariel Ortega y Marcelo Gallardo. Es más, varios años después tuve la oportunidad de hablar con Matías Almeyda, que estaba en Italia transitando sus últimos momentos en el fútbol, y el "Pelado" se quedó petrificado cuando le comenté que ese Parra con el que había forjado una amistad "millonaria" había dejado el fútbol y era empleado municipal en Cipolletti.
Nadie entenderá jamás por qué un tipo como Parra no llegó a ser grande. Su ocaso nada tiene que ver con el de otros cracks, obnubilados por los placeres de la noche y más tarde prisioneros de ellos. Quizá el enigma se devele un poco en aquella respuesta simple, que hasta suena irónica. Quizá sea la respuesta más sincera que haya dado, al menos en relación con el mundo del balón. "No nací para ser futbolista" es una especie de declaración de principios, la básica idea de que el fútbol para él deja de ser juego, deja de divertir cuando se transforma en un trabajo.
Parra, como tantos otros, no quiso ser un laburante de la redonda. Prefirió el deleite a la alienación, o algo por el estilo. Increíblemente no tuvo un buen final en el fútbol "profesional" aunque muchos, como es mi caso, lo recordemos con enorme cariño. Y lo disfrutemos de tanto en tanto. (S.B) |
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Categoría : Qué es de la vida de... |  Comentarios[13]
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23 » Dec 2008 |
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LA CANCHA BIEN EMBARRADA |
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Apenas asumió, Rodolfo Molina tiró una frase que sonó a lamento: “Para meterse en la vida de Racing, hay que embarrarse”, dijo lacónico el hombre que deberá afrontar el pago del pasivo eventual que quedó del proceso de la quiebra: 22.355.028 pesos.
Lo que deberá entender Molina, porque aún es nuevo en esto de ser dirigente de fútbol, es que en el fútbol se camina como en una gran ciénaga. El 3-1 que Boca le propinó al deslucido San Lorenzo de Miguel Ángel Russo apenas fue una lavada de cara para un torneo que está “enchastrado” de pies a cabeza.
¿Puede pensarse verdaderamente que el error en la diagramación del triangular final se debió simplemente a que los dirigentes presentes en aquel sorteo no entendieron que el perdedor del primer partido debía estar sí o sí en el segundo, contra el debutante? La otra pregunta es: ¿Por qué no dieron marcha atrás cuando se percataron de la falla, y escucharon al periodismo que se lo pedía a gritos?
Uno de los relatores del clásico San Lorenzo-Boca dijo, en medio de una descarga efusiva de adjetivos, que estábamos en presencia del torneo más parejo del mundo. Si es cierto, ni siquiera eso aprovecharon las dirigencias, incapaces de que se juegue una definición de estas características a cancha llena y sin que tengan que cargarse algún muerto.
Algo que pudieron haber lamentado en pleno campo de juego, después del choque de cabezas entre Juan Fortín y Andrés Silvera. Al pibe tardaron en atenderlo alrededor de seis minutos y la ambulancia, increíblemente, no logró ingresar al verde césped.
Un muerto que también pudo producirse en la entretiempo de “Santos” y “Xeneizes”, pero en el club Leopardi, propiedad de la familia del jefe de La 12; allí entró un grupo de delicuentes pertenciente a la facción del Uruguayo Richard, amedrentó a los presentes, golpeó a la madre de Mauro Martín, le dijo que le haga saber a su hijo que no querían verlo cerca de la cancha y roció con nafta a una de las empleadas.
Lo que intranquiliza es saber cuánto tardará en aparecer la “vendetta”. Lógicamente que aquí, como en lo antes dicho de la seguridad en los estadios, el Estado debe intervenir con mayor eficiencia. Si no, volveremos a contar cadáveres.
Para colmo, el anterior mandamás de la barra, Rafael Di Zeo, está por salir de la cárcel después de cumplir una condena por el asesinato de un hincha de Chacarita. ¿Otra interna?
La AFA está viciada de veteranos vetustos, algunos corruptos, otros obsecuentes, otros corruptos y obsecuentes, que continuarán haciendo del fútbol argentino un desmadre general. Pero, nobleza obliga, nadie ayuda para que la situación sea un poco más coherente. Todo es bochorno: desde el gesto de Gonzalo Bergessio dando a entender que Héctor Baldassi había recibido billetes boquenses, hasta la actitud del árbitro, enojado porque los constantes reclamos “Santos” conspiraron contra su “lucimiento” personal. ¿No sabe Baldassi que los protagonistas por excelencia son los jugadores? ¿Creerá verdaderamente que hay hinchas que pagan la entrada para verlo pitar?
JR Riquelme, devenido en el jugador más irónico del fútbol argentino, al menos eso debe creer él, ¿no entenderá que su “trabajo” no es como el de cualquier obrero? ¿No sabe el mejor futbolista del país (al menos para la prensa deportiva) que su presencia en la cena benéfica que organizó la barra brava reafirma que el fútbol está podrido, “enchastrado” de pies a cabeza, que nadie se salva?
Porque aquí no hablamos de camarillas dentro de un vestuario, si no de grupos delictivos, de gente que vive a sangre y fuego. De “actos benéficos” que después terminan en compras de armas, drogas y vidas.
Es un paso adelante que en Newell’s hayan desbancado al mafioso Eduardo López (que se encargó, literalmente, de vaciar el club), que en Independiente la oposición mandada por el Rey de la AFA caiga a manos de Comparada y que de Racing sigan lejos personajes nefastos como Daniel Lalín. Habrá que ver cómo hacen para no andar con los pies embarrados. (SB) |
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