Enviado por el Departamento de Marketing y Comunicación Alfaguara, Aguilar, Taurus, Alamah, Suma, Manderley y Punto de lectura.
José Saramago es un escritor de fama mundial que cuenta con escasos estudios sistemáticos de su producción literaria en las universidades argentinas, debido a que escribe en portugués y lo hace en el marco de las literaturas lusófonas, por las que pugna denodadamente.
El Equipo Saramaguiano de Investigación en Teoría y Crítica Literarias –radicado en la Universidad Católica de Córdoba y que comienza sus actividades en el año 2002 bajo la dirección del Dr. Miguel Alberto Koleff– nace con el objetivo de ampliar el corpus disponible de crítica literaria sobre la producción narrativa del escritor portugués, y de sistematizar los estudios e investigaciones que sobre el particular ha elaborado el ámbito académico universitario.
Cuatro publicaciones, dos Foros, dos años consecutivos de talleres, la participación en congresos y jornadas –siempre en torno a este autor que emociona y encanta, a través de la lectura y del trato personal que los integrantes del Equipo han entablado con él– pretenden contribuir a salvar este ‘vacío’ institucional y generar, a su vez, la construcción de un saber colectivo hacia una zona de conocimiento que se aproxima a una arqueología del decir saramaguiano. El Diccionario de Personajes Saramaguianos es el fruto de una ardua, profunda y minuciosa lectura por parte del Equipo. Tarea que recibió el reconocimiento del Nobel portugués quien ha dado el aval a sus integrantes para conformar la flamante Cátedra José Saramago.
El artesano del que me habla Miguel, no tiene clientela. Una vez a las perdidas vende un cuchillo. Cada pieza es única. Y es perfecta. Su filo indiscutible, comparable a un poema, a una sinfonía encerrada en una botella. Si pretendes quedarte con uno, debes entrevistarte con él, allá en su casa de madera y chapa. Entonces te observa. Si después de un rato, responde, “venga en el lunes próximo”, es que no te hará nada. Si, en cambio, no establece fecha precisa, por ejemplo: “venga en unos días”, es que lo tendrás en tus manos. Regresar el lunes será sólo para encontrar la puerta cerrada. En unos días, por lo general quiere decir un mes. Para entonces, el cuchillo estará terminado. Saldrá de su escondite cegando tus ojos. Te costará unos cuantos billetes. El artesano es virtuoso, caprichoso y caro. Me explican que no quiere vender si no predecir quienes serán los dueños.
Conozco a otro artesano de la Patagonia que hace aviones. Maravillosas reproducciones en madera. Un día un hijo mío quiso tocar un hermoso aeroplano, pero el hombre lo apartó con un grito. ¡Se rompen!, dijo. Otro amigo, Jorge, me explicó: es que no son juguetes y tampoco los quiere vender. De ahí el precio y la cordialidad escasa.
Hace años compré un libro de un raro y original poeta. Me lo recomendaron unos expertos en la materia. El libro estaba en blanco. Su poesía resultaba tan precisa, tan insólita que no merece el soporte físico de los libros, me enseñaron. El libro era nada más que para contribuir al fondo de supervivencia del poeta. Como premio a mi solidaridad, me llevaron a una calle perdida de San Telmo, y ahí leí apenas una frase suya: “Contigo, Dios no sabe que hacer”. ¿Y qué te parece?, me preguntaron, pero no respondí. Apenas levanté mis ojos. Tuve miedo de sonar arrogante o bruto. Su primer libro, el que yo adquirí y que tenía 120 páginas de nada, se llamaba: “Top secret”. El segundo, que compré para navidad como una humorada para mi esposa, tenía por título: “Escrito en el cielo”. Un año después de habérselo regalado, hojeándolo con desgano, encontré en letra chiquita, en una esquina, la frase: “Sobran las palabras, tu piel no miente”. Me puse a pensar que el tipo estaba enamorado.
Con los años Mr. Bean se ha ido haciendo menos gracioso. Debe haber razones para tal desgaste. Pero no vienen a cuento este tipo de pálidas. Rowan Atkinson, ha sido el protagonista de algunos de los momentos más graciosos de la pantalla chica. Y esto, lo disculpa de instancias posteriores donde no pudo alcanzar aquellos picos de comicidad. Su obra más lograda no es justamente “Las vacaciones de Mr. Bean” (la alquilé en DVD), pero víéndolo ejecutar sus trucos menos ingeniosos, no puedo dejar de recordar, por ejemplo, la serie en la que se lo observa tratando de saltar desde un trampolín. Cada uno de sus gestos, la variedad de posiciones que alcanza su cuerpo con el fin de retrasar la zambullida, son un banquete pletórico de humor. Una obra maestra. Hay más. En los archivos hay mucho más de este actor inglés.
Lo leí en el libro de "De este mundo y del otro", de José Saramago.
"Nadie sabe nada de sí antes de la acción en la que tendrá que empeñarse todo él. No conocemos la fuerza del mar hasta que el mar no se mueve. No conocemos el amor antes del amor."
La historia siempre es la misma y no por eso deja de resultar seductora para los que, como este cronista, son fanáticos del cine de terror. Un grupo de jóvenes explora un territorio desconocido donde pasarán unas alegres vacaciones o un momento de distorsión. Su fastuosa candidez sólo es equiparable a la crueldad que los espera al final de la ruta.Los ejemplos en el cine del género son abundantes aunque no originales. Algunos de los más recientes son "La casa de cera", "Hostal", "Alta tensión", "El descenso" y, una que acabo de ver, "Shrooms", de Paddy Breathnach, acerca de unos chicos americanos que viajan a los bosques de Irlanda para probar hongos alucinógenos.
